Narra Nicólas
Después de darle de comer a Emma, me alisté y salí a trabajar, aunque tuve que regresar dos horas después porque Emma se puso a llorar porque me extrañaba. Hace como tres horas se quedó dormida en mi pecho, así que tuve que escapar de ella y seguir trabajando en mi despacho. Eso creía, hasta que la puerta fue tocada.
—Adelante —hablé lo más fuerte que pude para que la persona pasara.
—¡Hola, amigo! —era Andrés, no habíamos hablado desde que ayudó a escaparse a las chicas.
—¿Amigo? ¿Eso eres después de ayudar a escapar a mi mujer y mi hermana? —dije con la voz totalmente irritada y seca—. ¿Por qué lo hiciste?
—Es que... Valeria me pidió el favor y no pude decirle que no —dice mientras toma asiento.
—Espera, ¿acaso te gusta mi hermana? —pregunto con un tono molesto y mis manos haciéndose puños.
—¿Hay algún problema con que así sea?
La sangre me empezó a hervir. Se supone que era mi mejor amigo, no le podía gustar mi hermana.
—Sí, no quiero que mi hermana pertenezca a este mundo de mierda. Ya es mucho con que yo esté y que la oscuridad y maldad de este mundo me haya consumido.
—Pues ella está todavía en este mundo por ti.
—No digas cosas que no son. Siempre trato de mantenerla lejos de esto, por esa misma razón.
—¿Y qué hay de Emma y tu hijo? ¿Los tendrás en ese mundo despiadado y de mierda, como les dices?
—Lamentablemente, es el mundo que nos tocó y no puedo cambiar eso, porque, en el caso de Emma, nos enamoramos y tendremos un hijo. Pero Valeria aún puede salir de esto.
Andrés y yo nos quedamos mirándonos en silencio por un instante, como dos fieras en medio de una batalla sin golpes, solo palabras. Pero esas palabras eran más que suficientes para encender la chispa de la confrontación. La rabia y la frustración me consumían.
—Ya basta, Andrés —dije, alzando la voz más de lo que pretendía—. No entiendes lo que es vivir con este peso, cargar con la culpa de arrastrar a otros a este infierno. No quiero que mi hermana termine atrapada aquí, y mucho menos tú, que dices ser mi amigo, deberías fomentarlo.
Andrés se puso de pie con brusquedad, sus ojos llenos de indignación.
—¡Claro que entiendo, Nicolás! —respondió, elevando la voz—. Pero tú eres el que no entiende que ellos están aquí porque te quieren, porque están dispuestos a luchar contigo. ¡Eres tú el que se empeña en mantenerlos al margen, en tomar todas las decisiones por ellos!
—¡Porque quiero protegerlos! —le grité, sin controlarme ya.
—¿Y a costa de qué, Nico? ¿De que se sientan excluidos, de que piensen que no confías en ellos? Estás tan cegado por la necesidad de proteger que no te das cuenta de que también estás haciendo daño —su tono era grave, directo, como si quisiera que esas palabras se clavaran en mi mente.
Ambos respirábamos agitadamente, ninguno dispuesto a dar su brazo a torcer. Finalmente, Andrés negó con la cabeza, frustrado, y se dirigió hacia la puerta.
—Haz lo que quieras, Nico. Solo espero que no pierdas a quienes amas en el intento de "protegerlos" —dijo, abriendo la puerta y saliendo sin mirar atrás.
Me quedé en el despacho, la ira aún ardiendo en mis venas, pero con una sensación amarga que no podía ignorar. Después de unos minutos, decidí irme a mi habitación, esperando encontrar un poco de paz. Sin embargo, al entrar, me encontré con Emma, que me miraba con una mezcla de preocupación y determinación.
—me dijeron que discutidas con Andrés ¿Es cierto? —dijo, con los brazos cruzados y una mirada que no admitía excusas.
—Emma… —comencé, suspirando—. Solo intento protegerlos a ti y a nuestro hijo… a Valeria también. No quiero que la oscuridad los toque.
Emma me miró en silencio y se acercó, tomando mi rostro entre sus manos.
—Amor, yo sé que quieres protegernos, y eso es algo que amo de ti. Pero no puedes controlarlo todo —me dijo, con una voz suave pero firme—. No puedes tomar todas las decisiones por nosotros. Valeria también merece decidir por ella misma. Y yo… estoy aquí porque quiero estarlo, porque te amo.
Sus palabras me golpearon, cada una de ellas derritiendo la coraza que había levantado. Emma era mi paz, mi fuerza, y en ese momento me di cuenta de cuánto confiaba en ella.
—No quiero perderte, bebé. Ni a nuestro hijo… ni a Valeria —murmuré, bajando la cabeza—. Me da miedo que Andrés y ella estén juntos.
Ella me abrazó, sosteniéndome en silencio.
—No nos vas a perder, amor, pero debes entender que Valeria y Andrés tienen derecho a estar juntos si así lo quieren.
Sentí cómo el peso de las palabras de Andrés y Emma finalmente me alcanzaba, y en ese abrazo, encontré un poco de la paz que tanto buscaba.
ESTÁS LEYENDO
Mafia y Debilidad
Teen FictionUna chica que, lamentablemente, creció en un mundo de mierda. Al cumplir los 17, sus padres la metieron en un lugar de mala muerte. Ella pensaba que era lo peor que le podría haber pasado en la vida, pero el destino no tenía ese plan...Un chico de 2...