La Caída de Lucifer

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La ciudad se iluminaba con las luces de neón y el murmullo de la vida nocturna, pero yo buscaba algo más profundo, algo que despertara mi creatividad. Esa noche, decidí caminar hacia el parque, un lugar donde la naturaleza y la ciudad se entrelazaban, y donde las sombras contaban historias.

Mientras caminaba, noté un destello en el cielo, como un cometa que surca la noche. Me detuve, mirándolo con asombro, cuando de repente, un estruendo retumbó y vi una figura caer del firmamento. La imagen se volvió borrosa mientras se acercaba, y mi corazón se aceleró.

La figura aterrizó en el centro del parque, en un claro iluminado por la luna. Al principio, pensé que estaba soñando. Era un hombre, completamente desnudo, su piel brillaba con un fulgor extraño, como si las estrellas mismas lo hubieran revestido. Tenía una belleza sobrehumana: su cuerpo era esculpido, con músculos marcados que se definían con la luz de la luna, cada línea y curva creando un contraste que robaba el aliento.

Su piel, de un tono dorado, parecía brillar con un halo sutil, y sus largos cabellos oscuros caían en ondas suaves sobre sus hombros. Su rostro, una mezcla perfecta de ángel y demonio, mostraba rasgos afilados: pómulos prominentes, una mandíbula firme y labios carnosos que invitaban a la tentación. Sus ojos, ardientes como el fuego, reflejaban una sabiduría antigua y un dolor que solo se puede conocer tras siglos de existencia.

Me acerqué lentamente, el miedo y la curiosidad entrelazados en mi pecho. "¿Quién eres?" pregunté, incapaz de apartar la mirada de sus ojos, que ardían con una intensidad que me atravesaba.

"Soy Lucifer," respondió, su voz resonando como un eco profundo en la quietud de la noche. La chispa de algo desconocido se encendió en mi interior al escuchar su nombre. La leyenda cobra vida frente a mí.

"¿Has caído del cielo?" musité, tratando de procesar la surrealista situación.

"Sí, y ahora estoy aquí, en este mundo lleno de sombras," dijo, su tono lleno de una melancolía que me conmovió. Se movió con gracia, como si la gravedad no tuviera poder sobre él, cada paso una danza etérea.

El aire entre nosotros se volvió denso, y una conexión indescriptible empezó a formarse. Mientras lo observaba, sentí una corriente eléctrica que cruzaba la distancia entre nosotros. Era un deseo visceral, un anhelo de entender lo que significaba estar tan cerca de alguien así.

"¿Qué buscas en este lugar?" le pregunté, aunque mi voz temblaba con la mezcla de asombro y fascinación.

"Busco lo que he perdido: el deseo, la pasión, lo que significa ser humano," dijo Lucifer, sus ojos fijos en mí.

De repente, todo pareció caer en su lugar. En ese instante, comprendí que no solo estaba ante una leyenda, sino que también había algo en mí que respondía a su llamado. Era como si nuestras almas se reconocieran, como si el universo hubiera conspirado para unirnos en este momento.

"¿Y si te ayudo a encontrarlo?" pregunté, sintiendo que mis palabras eran más un desafío que una oferta.

"¿Te atreverías a explorar lo prohibido?" su mirada era intensa, y su sonrisa, enigmática.

La chispa entre nosotros crecía, y a pesar de la locura de la situación, sabía que quería descubrir a dónde me llevaría esta conexión. La noche se sentía viva, como si cada estrella estuviera observando nuestro encuentro, y no podía evitarlo: estaba listo para cruzar esa línea.

"Sí," respondí, sintiendo cómo el destino comenzaba a entrelazar nuestras historias. "Estoy listo."

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora