El Pacto de Sombras

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El aire se volvió denso en cuanto puse un pie en el Camino de las Sombras. Las luces parpadeaban y, con cada paso, el pasillo se estrechaba, como si el mismo inframundo intentara presionar mi espíritu hasta quebrarlo. Una brisa helada me rozaba la piel, y cada eco de mis pisadas resonaba como un juicio en la oscuridad.

Apenas había avanzado cuando escuché una voz detrás de mí, susurrante y familiar. Giré bruscamente y, frente a mí, apareció una figura: era yo mismo, un reflejo de quien fui antes de encontrar a Lucius. Mi propio rostro, joven e inseguro, me miraba con frialdad, una sombra de todo lo que había sido y temido.

"¿Qué estás haciendo aquí, Damon?" preguntó, su voz temblorosa y acusadora. "¿Crees que perteneces a este lugar? ¿Que alguien como tú merece el poder o la libertad que ellos tienen?"

Sentí una punzada de dolor en el pecho. Su presencia, esta versión mía que aún no había abrazado el abismo, comenzó a recordarme mis errores, mis miedos, las dudas que arrastraba incluso cuando intentaba enterrarlas. No podía evitar sentirme expuesto, atrapado en el remolino de mis propios pensamientos.

El reflejo avanzó un paso hacia mí, su mirada severa y penetrante. "Eres débil, Damon. Todo este tiempo, has creído que entregarte al deseo te haría fuerte, pero solo has caído en la oscuridad. ¿De verdad piensas que eres digno de alguien como Lucius? Él puede abandonarte en cualquier momento... y entonces, ¿qué te quedará?"

Su voz se clavó en mí como un cuchillo. Cada palabra desenterraba viejos miedos, las inseguridades de toda una vida. Las dudas se apoderaron de mí, y por un momento, sentí que la oscuridad se cernía sobre mí, como si todo lo que había ganado en este mundo se desvaneciera en el vacío. Pensé en volver, en escapar de este lugar que desnudaba mi alma y me hacía sentir tan vulnerable.

Pero entonces, en medio de ese abismo de desesperación, un pensamiento brilló como una llama distante. Lucius. Recordé su mirada al despedirse de mí en el umbral de este pasillo, esa mezcla de desafío y confianza. Él me había prometido esperarme al final, y me había hecho sentir, aunque solo por un instante, que era digno de este viaje.

Cerré los ojos, aferrándome a la imagen de Lucius, a su voz, a la manera en que me había tomado la mano, infundiéndome una fortaleza que yo desconocía. Un calor se extendió en mi pecho, disipando el frío que el reflejo había traído consigo. Lentamente, el peso de sus palabras comenzó a perder fuerza, y en su lugar, emergió un deseo más fuerte: el deseo de alcanzar a Lucius, de demostrarme a mí mismo que podía enfrentar mis sombras.

Abrí los ojos y miré a mi reflejo, ahora temblando frente a mí. "Tal vez no soy fuerte, y tal vez tengo dudas," murmuré, mi voz apenas un susurro, pero firme. "Pero no voy a permitir que el miedo decida por mí. Lucius está esperándome... y no voy a fallarle."

Con cada palabra, la figura de mi reflejo comenzó a desvanecerse, como una sombra que se disolvía en la penumbra. Dio un paso atrás, su mirada derrotada, y finalmente desapareció en el silencio.

Respiré profundamente, y el camino volvió a abrirse ante mí. Avancé, sintiendo en cada paso la vulnerabilidad y la fortaleza que ahora coexistían en mi interior. Sabía que había cambiado, que había enfrentado la parte más oscura de mí y que la había superado. Con cada paso, el recuerdo de Lucius se hacía más fuerte, y la idea de reunirme con él me llenaba de una energía que hacía temblar mis manos.

Finalmente, al final del pasillo, una puerta pesada se perfiló ante mí, cubierta de símbolos y grabados que parecían latir al ritmo de mi corazón. Al colocar mi mano sobre ella, sentí una energía antigua y poderosa, y por un instante, supe que al cruzar, no volvería a ser la misma persona que había sido al entrar.

La puerta se abrió con un sonido grave, revelando una sala oscura y silenciosa. Allí, en el centro de ese espacio vasto y sombrío, estaba Lucius, esperándome. Su figura, imponente y serena, parecía brillar tenuemente en la penumbra, como si supiera exactamente el peso de lo que acababa de atravesar.

Sus ojos me buscaron en la distancia, y al encontrarse con los míos, vi en ellos un orgullo profundo, una satisfacción oscura que hablaba de desafíos superados y promesas cumplidas. Sentí un nudo en la garganta, una mezcla de alivio, victoria y, tal vez, una pizca de amor.

Lucius se acercó a mí, y sin decir una palabra, extendió su mano. No necesitábamos palabras. En ese gesto, en su mirada intensa, estaba todo lo que necesitaba: una aceptación completa, una bienvenida a este mundo de sombras que ahora también era mío.

"Bienvenido de nuevo, Damon," susurró, su voz profunda resonando en mi pecho. "Sabía que lo lograrías."

Lo tomé de la mano, y juntos, avanzamos hacia las profundidades del inframundo. Atrás quedaban las dudas y los miedos, y frente a nosotros se extendía un nuevo camino, un sendero que habríamos de recorrer juntos, como aliados, amantes y sombras en la oscuridad.

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora