Llamas y Secretos

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La habitación parecía encogerse a nuestro alrededor, el silencio solo interrumpido por nuestras respiraciones, cada vez más intensas. El mundo exterior había dejado de existir; solo quedaba él, su mirada fija en mí, y una presencia que lo llenaba todo. La noche se sentía eléctrica, cargada de posibilidades.

Lucifer dio un paso hacia mí, y su mano se deslizó suavemente por mi cuello, bajando hasta detenerse en mi pecho, donde sentía mis latidos desbocados. "¿Estás listo para esto, Damon?" susurró, su voz baja, cargada de un poder que me atravesaba. Apenas pude asentir, atrapado entre el deseo y una vulnerabilidad que no había experimentado antes.

Sin romper la conexión entre nuestras miradas, empezó a quitarme la ropa, despacio, dejando que cada movimiento revelara mi piel ante sus ojos. Era como si estuviera desnudándome no solo físicamente, sino también emocionalmente. La intensidad de su mirada me hacía sentir expuesto de una forma que jamás había imaginado. Las prendas cayeron al suelo una a una, y cada roce de sus dedos encendía una chispa en mi piel.

"Sabes que una vez que cruzas este umbral, ya no hay vuelta atrás," murmuró, acercando sus labios a mi cuello, rozándome apenas. Sus palabras, su proximidad, despertaban en mí un deseo insaciable.

"Lo sé," respondí en un susurro apenas audible, mi voz cargada de anticipación.

En un movimiento suave, Lucifer me atrajo hacia él, nuestras pieles encontrándose, encajando en una perfecta sinfonía de calor y deseo. Su boca recorrió cada centímetro de mi cuello, de mis hombros, dejándome sin aliento. Sentí que cada beso, cada caricia era una promesa y una reivindicación, como si reclamara cada rincón de mi ser. Mis manos se aferraron a su espalda, trazando líneas de deseo sobre su piel, sintiendo el poder que emanaba de él, envolviéndome por completo.

Agarró mis piernas y yo lo envolví con ellas porque sabía lo que íbamos a hacer, un pecado, pero no me importaba, lo necesitaba. Lo ansiaba más de lo que las palabras podría expresar.

Mientras se movía sobre mí, sentí cómo la tensión crecía entre nosotros, un fuego que crecía en intensidad, hasta que no quedaba nada más que nuestro contacto, el roce de nuestras pieles y el calor de su aliento sobre el mío. Todo se volvió una sucesión de sensaciones, una mezcla de pasión y rendición, en la que el tiempo perdió sentido. Con cada movimiento, cada susurro, cada caricia, sentía que me perdía más profundamente en él, en una conexión que no era simplemente física, sino algo mucho más profundo y arrebatador.

Finalmente, exhaustos y satisfechos, nos quedamos en silencio, sus brazos aún rodeándome. La noche parecía haberse vuelto inmensa y, sin embargo, nunca me había sentido tan completo. Lucifer me miró, sus ojos aún encendidos con un brillo oscuro y misterioso, y supe que habíamos cruzado juntos un umbral del que no había retorno.

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora