Los Jardines del Olvido y el Cambio de Piel

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Después de abandonar "El Refugio de los Deseos," Lucius y yo cruzamos un camino que serpenteaba entre sombras y ecos lejanos. A nuestro alrededor, la esencia misma del infierno parecía transformarse: la oscuridad se volvía más profunda y palpable, como si el aire estuviera cargado de antiguos secretos. Sin embargo, Lucius, siempre en control, mantenía el paso decidido, sin dejar de sostener mi mano.

Nos detuvimos frente a una entrada tallada en piedra, decorada con relieves de figuras antiguas y símbolos que apenas lograba entender. A cada lado, largas antorchas emanaban una luz rojiza, proyectando sombras sobre el suelo de mármol negro. Lucius giró hacia mí, y una ligera sonrisa se dibujó en su rostro.

"Es hora de cambiar," dijo con una calma seductora. "Si vamos a visitar este lugar, debemos vestirnos para estar a la altura."

En un rincón del vestíbulo, un conjunto de prendas esperaba por nosotros. Lucius se quitó su chaqueta de cuero, revelando una camisa oscura que se ajustaba perfectamente a su torso. Me extendió un atuendo que ya había sido preparado para mí: una camisa de seda negra con cuello alto, adornada con un chaleco de terciopelo azul profundo y detalles plateados que contrastaban con el negro elegante del pantalón ajustado que completaba el conjunto. Las botas de cuero con hebillas en plata agregaban un toque de sofisticación que no había experimentado antes.

El tacto de las telas era suave, casi seductor. Me sentí atrapado en un nuevo papel, como si con cada prenda estuviera adoptando una identidad más cercana al mundo de Lucius. Él se acercó a mí y comenzó a abrocharme el chaleco, sus dedos rozando mi piel con firmeza y precisión, como si este momento fuera tan íntimo como el más profundo de nuestros encuentros.

Cuando terminamos, él se colocó su propio atuendo: una chaqueta de terciopelo negro con bordados en tonos oscuros y una camisa azul profundo. La chaqueta tenía detalles en hilos plateados que se entrecruzaban en patrones apenas visibles, dándole un aire majestuoso, casi etéreo. Nos miramos, y sus ojos reflejaban una aprobación silenciosa.

"Perfecto," murmuró, tomando mi mano nuevamente. "Ahora estamos listos."

Caminamos hacia el interior del recinto, donde el aire se tornaba más espeso y cargado de misterio. Pronto nos encontramos rodeados de una vegetación oscura y densa: árboles de corteza negra, cuyas ramas se extendían como garras hacia el cielo, y flores de colores exóticos que parecían latir con una vida propia. Era un paisaje hipnótico y desolador al mismo tiempo, lleno de una belleza letal que me atrapaba.

"¿Dónde estamos?" pregunté, mi voz apenas un susurro.

"Este lugar es conocido como los Jardines del Olvido," explicó Lucius, su tono reverente. "Es un rincón donde las almas vienen a olvidar... o a ser olvidadas."

Cada paso que dábamos parecía acercarme a algo más profundo, como si este lugar supiera cosas sobre mí que yo mismo desconocía. Las flores exhalaban una fragancia embriagadora, y el suelo estaba cubierto de un musgo suave que emitía un leve brillo púrpura.

"Las flores," continuó Lucius, acariciando una con la yema de sus dedos, "guardan fragmentos de quienes han decidido dejar atrás sus recuerdos. Cada una de ellas alberga una memoria olvidada, un dolor abandonado... o una identidad entera."

Sus palabras resonaron en mí. Me pregunté cuántas almas habrían buscado consuelo aquí, cuántas habrían entregado lo que alguna vez fueron a este jardín eterno. Lucius me observó con una intensidad que parecía abarcar todo mi ser.

"¿Es posible... olvidar todo?" le pregunté, sintiendo una mezcla de fascinación y temor.

Lucius asintió, mirándome profundamente. "Aquí, sí. Pero quienes entregan sus recuerdos a los Jardines del Olvido pagan un precio. Una vez que lo hacen, esos fragmentos se pierden para siempre."

Con un gesto suave, Lucius tomó mi mano y la guió hasta una flor en particular, invitándome a tocarla. Apenas rocé sus pétalos, una ráfaga de emociones ajenas me golpeó: tristeza, amor, ira, y luego... vacío. Era una sensación fría y devastadora, como si todo lo que alguna vez importó se esfumara en un instante.

"Así es este lugar," dijo Lucius, sosteniéndome mientras recuperaba el equilibrio. "Aquí puedes sentir la esencia de aquellos que dejaron su pasado atrás, que renunciaron a una parte de sí mismos."

El peso de sus palabras me recorrió, y mis ojos se encontraron con los suyos, que parecían reflejar tanto comprensión como una chispa de desafío.

"No estás aquí para olvidar, Damon," susurró. "Estás aquí para recordar quién eres realmente."

Su mirada era un ancla en medio de este vasto jardín de sombras. De alguna manera, entendí que esto no era un simple paseo; era una prueba, una invitación a explorar cada rincón de mi ser. Frente a él, sabía que esta experiencia no era solo un desafío; era una oportunidad para descubrir algo profundo dentro de mí.

"Lucius... no sé si puedo ser quien esperas que sea," confesé, mi voz temblorosa por la honestidad.

"No espero que seas nadie más que tú mismo," respondió con firmeza y una extraña ternura. "Quiero que enfrentes cada parte de ti, sin miedo, y uses cada experiencia para descubrir el poder que habita en ti."

Nos quedamos en silencio, y supe que los Jardines del Olvido no eran un final, sino un comienzo. Lucius me había guiado a un punto sin retorno, y en este lugar, con nuestras nuevas vestimentas y nuestra conexión aún más profunda, entendí que estaba listo para enfrentar cualquier destino que me esperara a su lado.

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora