La Convocatoria de Zareth

0 0 0
                                    

La travesía de regreso al inframundo estuvo marcada por un aire de determinación renovada. Las palabras de Dios resonaban en mi mente, guiándome a través de la confusión y el miedo que sentía. Sabía que la clave para la paz entre los reinos radicaba en convencer a Zareth de que nuestra causa era también la suya. Pero, al mismo tiempo, la idea de enfrentar a un demonio conocido por su astucia y desconfianza me llenaba de inquietud.

Al llegar al inframundo, la atmósfera era opresiva, y las sombras parecían moverse con vida propia. La primera parada fue el oscuro castillo de Zareth, un lugar que emanaba poder y peligro. La estructura estaba hecha de obsidiana, con torres que se alzaban como colmillos en un cielo nublado. A medida que me acercaba, recordé las advertencias sobre su naturaleza implacable y la dificultad que tendría para abrir un diálogo.

Me presenté ante las puertas del castillo, que se abrieron de par en par como si anticiparan mi llegada. Un guardia demoníaco, de aspecto feroz y mirada penetrante, me observó con desdén. "Damon," dijo con voz grave. "¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en el cielo con tus compañeros de luz?"

"Vengo a hablar con Zareth," respondí, tratando de mantener la calma en mi voz. "Es urgente."

El guardia dudó, pero finalmente me permitió pasar. Al cruzar el umbral, me sentí como si entrara en el corazón de un volcán. Las llamas danzaban en las antorchas a lo largo de las paredes, y el aire estaba impregnado de un calor abrasador. Cuando llegué al salón principal, encontré a Zareth sentado en un trono oscuro, su presencia era casi hipnótica.

Zareth me miró con una mezcla de curiosidad y desconfianza. "Damon, el mortal que camina entre mundos. ¿A qué debo el honor de tu visita?"

"Zareth," comencé, esforzándome por proyectar confianza. "He venido a hablar sobre la amenaza que enfrentamos. La oscuridad se cierne sobre nosotros, y la paz entre los reinos está en peligro. Necesitamos aliados, y tu influencia es crucial."

Su risa resonó en el salón como un eco sombrío. "¿Acaso piensas que el inframundo se unirá al cielo? Los demonios nunca han tenido motivos para confiar en aquellos que los ven como seres inferiores."

"Entiendo tu desconfianza," le respondí, sintiendo que debía ser honesto. "Pero esta vez, la situación es diferente. No es solo el cielo el que está en riesgo. La oscuridad que amenaza al inframundo también podría arrasar con todo lo que conocemos."

Zareth se reclinó en su trono, sus ojos amarillos centelleando con interés. "Hablas de unidad, pero los demonios siempre hemos sobrevivido solos. ¿Por qué deberíamos arriesgar nuestra existencia al unirnos a quienes nos han oprimido?"

"Porque este no es un acto de sumisión," insistí, sintiendo cómo la urgencia crecía en mi pecho. "Este es un llamado a la acción. Si trabajamos juntos, podemos enfrentar la oscuridad y asegurarnos de que nunca más amenace a nuestros reinos. Además, el poder de una alianza podría ser más fuerte que cualquier enemigo individual."

Zareth se detuvo a reflexionar, el silencio se hizo pesado entre nosotros. Finalmente, su mirada se volvió más intensa. "¿Y qué garantías me das, Damon? ¿Qué prueba tengo de que tus intenciones son sinceras?"

"Mis intenciones son las de proteger a Lucius y a todos los que amo," respondí con firmeza. "He buscado la guía de Dios en el cielo, y Él me ha mostrado que la luz siempre encontrará la manera de brillar, incluso en la más profunda oscuridad. Si me das la oportunidad, demostraré que no eres un peón en este juego; eres un aliado invaluable en esta lucha."

Zareth me estudió durante lo que pareció una eternidad. Finalmente, rompió el silencio. "De acuerdo, Damon. Te daré la oportunidad de probar tus palabras. Pero ten cuidado: los demonios no olvidamos fácilmente una traición. Si esto resulta ser un engaño, no dudaré en hacerte pagar por ello."

"Lo entiendo," respondí, sintiendo un alivio cauteloso. "Juntos podemos planear nuestra estrategia. La reunión en el Valle de las Tres Fronteras será el primer paso para unificar a nuestros reinos."

Zareth asintió, su expresión aún severa pero algo más receptiva. "Prepararé a los nuestros para la reunión. Espero que demuestres que la luz que buscas no es más que un fuego que se apagará al primer viento."

Con una mezcla de esperanza y nerviosismo, dejé el castillo de Zareth, sintiendo que había dado un paso importante, pero también que el camino por delante estaba lleno de desafíos. La alianza que estaba tratando de forjar no sería fácil, pero, con cada pequeño avance, creía más en la posibilidad de un futuro donde la luz y la oscuridad pudieran coexistir en paz.

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora