La Luz y la Oscuridad

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La sensación de inquietud no me dejaba en paz. Sabía que, antes de sellar cualquier trato en el inframundo, había alguien más a quien debía recurrir. Con el peso de las decisiones recientes y la posible traición entre las sombras del inframundo, sentí la necesidad de buscar consejo en un lugar donde la verdad no podía ser ocultada: el cielo.

Así que, esa misma tarde, me dirigí a la entrada de los cielos. Las puertas doradas que separaban el mundo celestial del resto brillaban intensamente, un resplandor tan puro que parecía prometer respuestas a todas las preguntas que se agolpaban en mi mente. Respiré hondo y avancé.

Al cruzar, fui recibido por ángeles de semblante sereno que, al reconocerme, me condujeron hasta los jardines celestiales donde, se me dijo, Dios me esperaría. Me adentré entre la fragancia de las flores y el canto de las aves, notando cómo la paz de aquel lugar contrastaba con la tensión y oscuridad que reinaban en el inframundo. Este era un lugar donde la verdad prevalecía, y aunque mis dudas no desaparecieron, la calma que emanaba de los jardines me ayudó a ordenar mis pensamientos.

Finalmente, llegué a un claro amplio y luminoso. En su centro, rodeado de una luz aún más pura que el sol, estaba Él: Dios. Su apariencia era difícil de describir, una figura envuelta en un manto de luz, con una serenidad infinita reflejada en su rostro. A medida que me acercaba, la majestuosidad de su presencia me hacía sentir vulnerable y a la vez acogido, como si mi alma fuera conocida en su totalidad.

"Damon," me llamó con una voz profunda y suave que parecía resonar en todo mi ser. "¿Qué te trae hasta aquí?"

Incliné la cabeza en señal de respeto, tratando de mantener la compostura. "Vengo en busca de consejo. La paz entre los reinos está en peligro, y siento que algo oscuro acecha en el inframundo, dispuesto a sabotear la alianza que hemos forjado."

Dios me observó, y por un instante, el silencio se hizo más profundo, como si sus pensamientos traspasaran los límites del tiempo y el espacio. Finalmente, habló. "Las alianzas verdaderas no solo enfrentan la oscuridad externa, sino que también se forjan al confrontar la oscuridad interna. En el inframundo, algunos temen la paz tanto como temen la guerra. La desconfianza y el odio pueden ser más difíciles de vencer que cualquier fuerza física."

Sus palabras me hicieron reflexionar. Sabía que convencer a demonios como Zareth de unirse a nuestra causa no sería fácil, pero, al parecer, la verdadera batalla era ganarse su confianza. Levanté la mirada, mis dudas aún presentes.

"¿Y cómo podré ganarme su lealtad, Dios? Algunos demonios ven la alianza con el cielo como una traición. Zareth es uno de ellos, pero también el único que podría ayudarnos a enfrentar esta amenaza."

Dios asintió, con una expresión de comprensión. "La lealtad no se impone; se construye con acciones sinceras. Si deseas su apoyo, muéstrale que esta causa también es suya. Dale razones para confiar, y la oscuridad de su desconfianza comenzará a disiparse."

Aunque la claridad de sus palabras me dio algo de paz, también sentía que el camino era incierto. Había una última pregunta que debía hacer, algo que había estado en el fondo de mi mente desde el inicio de esta misión.

"Dios," dije con cierta vacilación, "¿qué sucederá si fallamos? Si la oscuridad se extiende y no logramos mantener la paz, ¿qué pasará con los tres reinos?"

Dios me miró, y en sus ojos vi una mezcla de compasión y gravedad. "Si no logramos unificar los reinos, la oscuridad buscará destruir todo lo que ha sido creado. Sin embargo, nunca subestimes el poder de quienes luchan por algo más grande que ellos mismos. Recuerda, Damon, que siempre hay luz, incluso en la más profunda de las sombras."

Sus palabras resonaron profundamente en mí, y con una reverencia final, supe que era momento de regresar al inframundo. Mientras caminaba de vuelta a la puerta celestial, una nueva determinación comenzó a florecer en mi interior. No importaba cuán difícil fuera, ni cuán oscuro se volviera el camino. Sabía que debía hacer todo lo posible para proteger la paz y, con ella, a Lucius.

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora