Intrigas y Promesas

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El eco de las dudas seguía resonando en el palacio mientras la noticia de la alianza se extendía por el inframundo. Sabía que muchos nos observaban, que cada paso era evaluado con escepticismo. Sin embargo, Lucius y yo teníamos claro que debíamos mantenernos firmes. A pesar de las sombras que acechaban, no podíamos permitir que el miedo nos hiciera retroceder.

Al amanecer, Lucius me pidió que lo acompañara a una reunión especial con algunos de sus aliados más antiguos. Era un círculo selecto, conformado por demonios que habían peleado junto a él en las más cruentas batallas, y cuya lealtad había sido probada a lo largo de siglos. Para ellos, la lealtad era más fuerte que cualquier prejuicio contra los ángeles, pero también sabíamos que tenían dudas acerca de los motivos detrás de esta alianza.

Caminamos juntos hasta una sala subterránea en el palacio, donde la penumbra envolvía el lugar en una atmósfera de misterio. La estancia estaba iluminada únicamente por antorchas, cuyos destellos proyectaban sombras inquietantes en las paredes. Al entrar, los ojos de aquellos demonios se posaron en mí, evaluando cada uno de mis movimientos con precisión.

Lucius se adelantó, y su voz llenó el espacio con una autoridad que imponía respeto. "Los he llamado aquí porque, como ustedes saben, hemos formado una alianza con el cielo y la tierra. Sé que algunos de ustedes tienen reservas, pero nuestra supervivencia depende de esta unidad. La amenaza es real, y se mueve entre nosotros, alimentándose de nuestra desconfianza."

Uno de los demonios, un guerrero de aspecto rudo y cicatrices que cruzaban su rostro, dio un paso adelante. "Lucius, siempre hemos confiado en tu juicio, pero aliarse con ángeles... ¿No es acaso una traición a lo que somos?"

Yo lo miré a los ojos, entendiendo que, para estos demonios, trabajar junto a los ángeles era una traición a su esencia, una herida en su orgullo. Me acerqué y me dirigí a él con voz firme. "Comprendo tus dudas, pero si no nos unimos ahora, las fuerzas que se están levantando en las sombras nos destruirán a todos, sin importar de qué reino vengamos. No se trata de rendirse ante el cielo, sino de defender lo que es nuestro. Lucius y yo estamos dispuestos a hacer cualquier cosa por esta causa, y les pido que hagan lo mismo."

El demonio permaneció en silencio, evaluándome con la mirada, hasta que finalmente asintió. "Si Lucius confía en ti, Damon, nosotros también lo haremos. Pero sabes que la lealtad aquí se gana en el campo de batalla. Cualquier debilidad será castigada."

Lucius, que hasta ese momento había dejado que yo hablara, se acercó y colocó una mano firme en mi hombro. "Damon ya ha demostrado su fuerza y lealtad. Si alguno de ustedes tiene dudas, que se las guarde o se retire ahora."

El guerrero inclinó la cabeza, aceptando la orden de Lucius. Con aquel pequeño acto de obediencia, supe que habíamos avanzado un paso más hacia la estabilidad. Sin embargo, un oscuro presentimiento comenzó a gestarse en mi interior. Algo en la tensión de los ojos de aquellos demonios parecía advertir que no todos compartían el mismo compromiso con la causa.

Esa noche, mientras Lucius y yo nos preparábamos para descansar, recibimos un mensaje urgente. Un mensajero angelical había sido interceptado en el camino hacia el inframundo y atacado por un grupo desconocido. La noticia hizo que mi corazón se acelerara. Si alguien estaba intentando sabotear nuestra alianza, el peligro era mayor de lo que habíamos imaginado.

Lucius frunció el ceño, y sus ojos ardieron con una intensidad oscura. "Si alguien está jugando en las sombras, lo averiguaremos. Esto es más que una simple amenaza; es un intento de desestabilizarnos antes de que podamos establecer la paz."

"¿Qué sugieres que hagamos?" le pregunté, notando el peso de la situación en su rostro.

"Debemos investigar. Si logramos descubrir quién está detrás de este ataque, podremos prevenir futuras amenazas. Pero necesitamos ayuda. Hay lugares en el inframundo donde nuestra influencia es limitada, territorios controlados por demonios que se han apartado de nosotros."

Asentí, comprendiendo la gravedad del asunto. "Entonces, tendremos que ir nosotros mismos. Conozco algunos de esos lugares; quizás con una muestra de nuestra alianza podamos hacer que cooperen."

Lucius suspiró, sus ojos oscuros como el abismo. "Damon, esto no será fácil. Estos demonios son peligrosos, y el mínimo error podría ser fatal."

"Estoy dispuesto a correr el riesgo," respondí con determinación. "Si realmente queremos que esta paz se mantenga, no podemos permitir que el miedo o las dudas nos detengan."

Esa misma noche, partimos hacia uno de los territorios más sombríos del inframundo, donde un antiguo demonio llamado Zareth gobernaba. Era conocido por su aversión a la autoridad, incluso a la de Lucius, y sus seguidores eran temidos por su brutalidad. Sin embargo, sabíamos que si había alguien que pudiera conocer el origen del ataque al mensajero, era él.

Al llegar, fuimos recibidos con miradas hostiles y cuchicheos. Zareth nos esperaba en un salón oscuro, sus ojos llenos de malicia y una sonrisa burlona en su rostro al vernos.

"Lucius... Damon... ¿qué trae a los 'aliados de los ángeles' a mi humilde morada?" Su tono era venenoso, y la burla en su voz clara.

"Estamos aquí porque alguien ha atacado a un mensajero angelical en el inframundo," dijo Lucius, sin perder la calma. "Queremos saber si tú, o alguno de tus seguidores, tienen algo que ver con esto."

Zareth soltó una carcajada oscura, y sus ojos se clavaron en los nuestros con una mezcla de desprecio y desafío. "¿Crees que yo mancharía mis manos con un mensajero angelical? No, Lucius. Pero hay otros que ven con buenos ojos la destrucción de tu alianza, y no me sorprendería que estén tomando medidas para asegurar que fracase."

Sabía que Zareth disfrutaba del caos, pero también sabía que, si había alguien que pudiera guiarnos a los responsables, era él. Me acerqué, decidido a obtener la información que necesitábamos.

"Dime lo que sabes, Zareth. No estamos aquí para acusarte, sino para evitar una guerra que destruiría este reino. Si tienes alguna lealtad por tu propio territorio, sabrás que la paz es la única forma de preservarlo."

Zareth me observó, una chispa de interés brillando en sus ojos oscuros. "Eres valiente, Damon. Pero la paz rara vez es tan duradera como deseas. Hay fuerzas en el inframundo que prefieren ver el caos. No los detendrás solo con palabras de paz."

Aun así, después de unos instantes, Zareth suspiró y asintió, como si finalmente accediera a hablar. "Sé quién podría estar detrás del ataque. Pero si desean mi ayuda, deberán darme algo a cambio. Una alianza... pero solo conmigo."

Lucius y yo nos miramos, sabiendo que, para llegar al fondo de esta amenaza, quizás tendríamos que hacer concesiones. Con cada paso que dábamos hacia la paz, parecía que el precio aumentaba. Sin embargo, sabíamos que no había marcha atrás. Habíamos elegido este camino, y no importaba cuán oscura se volviera la senda, lo recorreríamos juntos.

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora