Los Secretos del Inframundo

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El silencio que envolvía el inframundo tenía un matiz distinto ahora. Mientras caminaba junto a Lucius, el eco de nuestros pasos parecía resonar con un peso nuevo, como si cada sonido estuviera cargado de secretos antiguos y prohibidos. Sentía una conexión intensa entre nosotros, un lazo que se había sellado tras haber cruzado el Camino de Sombras.

Lucius me guiaba por un sendero que se adentraba en las profundidades del inframundo. Las paredes de la caverna parecían susurrar, y la oscuridad se agitaba a nuestro alrededor, como si criaturas invisibles nos observaran desde las sombras. Cada tanto, sentía el roce de una presencia fría a mi alrededor, como si el mismo inframundo estuviera poniéndome a prueba.

Finalmente, llegamos a una vasta cámara iluminada por llamas azules que emanaban de antorchas incrustadas en las paredes. En el centro, una mesa de piedra negra, rodeada de figuras encapuchadas, me observaba con una mezcla de curiosidad y recelo. Eran otros demonios, ancianos del inframundo, y sus ojos brillaban con una intensidad sobrenatural.

Lucius me miró y asintió, como dándome permiso para avanzar hacia ellos. "Este es el Consejo de los Ancestros," dijo en voz baja, su tono solemne. "Cada uno de ellos representa un aspecto del inframundo. Ellos te evaluarán, Damon. Si te aceptan, estarás un paso más cerca de comprender y dominar los secretos de este lugar."

Un escalofrío me recorrió, pero tomé aire y di un paso al frente. Sentía sus miradas penetrantes sobre mí, evaluando cada rincón de mi ser, cada inseguridad y cada deseo. Uno de los ancianos se acercó, su figura alta y esquelética envuelta en sombras. Cuando habló, su voz sonaba como el susurro de cientos de almas perdidas.

"¿Por qué deseas comprender el inframundo, mortal?" preguntó. "¿Qué te hace digno de conocer sus secretos?"

La pregunta me golpeó en el centro de mi ser. No podía mentir, no frente a ellos. Las palabras salieron con sinceridad, aunque mi voz temblaba. "No soy un demonio, y no pretendo entender todo lo que ustedes han visto. Pero he elegido este camino. Estoy aquí porque quiero conocer lo que yace más allá de los límites, porque deseo aprender de este mundo y descubrir de qué soy capaz en la oscuridad."

Hubo un largo silencio, y las sombras alrededor de los ancianos parecieron oscurecerse, hasta que otro anciano habló, su voz un poco más grave. "Te encuentras bajo la protección de Lucius, uno de los nuestros. Pero eso no es suficiente. Si deseas un lugar en este mundo, deberás probar tu valía."

De repente, una figura familiar emergió de las sombras. Era un demonio alto, de ojos rojos y cabello oscuro, su mirada encendida con una mezcla de odio y desafío. Sabía quién era: Astor, un demonio que había mostrado un desdén particular hacia mi relación con Lucius. Su aura de poder era intimidante, y cuando sonrió, supe que esta sería mi prueba.

"¿Así que este es el humano que Lucius ha traído a nuestro mundo?" dijo Astor, con una sonrisa maliciosa. "Veamos si tienes lo que se necesita para estar entre nosotros."

Con un chasquido de sus dedos, Astor hizo que el suelo se agitara. La caverna comenzó a retumbar, y una criatura, un demonio de sombras y llamas, emergió frente a mí, sus ojos vacíos y brillantes clavados en mi cuerpo. Sentí el calor de su aliento y el peso de su presencia, amenazante y brutal.

"Esta criatura es una prueba," declaró Astor. "Si logras enfrentarla sin ceder al miedo, demostrarás que tienes el valor de aprender los secretos del inframundo. Si fallas... quizás el inframundo no te dé otra oportunidad."

La criatura se abalanzó hacia mí, y el miedo me paralizó por un instante. Pero en el último momento, recordé la mirada de Lucius, la confianza que había depositado en mí, y su promesa de guiarme en este viaje. Esa imagen me dio fuerza, y en lugar de retroceder, avancé hacia el demonio.

Extendí la mano, y en el instante en que el monstruo rozó mi piel, una energía desconocida estalló en mi interior. Sentí como si el mismo inframundo me brindara su fuerza, como si el pacto que había hecho al cruzar el Camino de Sombras me conectara con algo más grande. La criatura retrocedió, y su figura comenzó a disiparse, desvaneciéndose en la nada.

Hubo un murmullo de aprobación entre los ancianos. Astor, con el ceño fruncido, me lanzó una última mirada de desprecio antes de desaparecer en las sombras. Lucius se acercó y puso una mano en mi hombro, su toque transmitiéndome calor y orgullo.

"Lo has hecho bien, Damon," susurró en mi oído. "Hoy, has comenzado a ganarte el respeto del inframundo."

Miré a mi alrededor, viendo las miradas de los ancianos que ahora me reconocían, y comprendí que este era solo el inicio. Estaba inmerso en un mundo de poder y oscuridad, y mientras Lucius estuviera a mi lado, estaba dispuesto a descubrir todos sus secretos.

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora