Alianzas Celestiales

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El aire del cielo era fresco y revitalizante, un contraste perfecto con la carga de incertidumbre que sentía en mi pecho. Mientras caminaba por los jardines celestiales, intenté organizar mis pensamientos. Había llegado el momento de actuar, de encontrar una manera de ayudar a Lucius en su lucha contra las sombras que amenazaban el inframundo.

Las flores brillaban con un color iridiscente, y los árboles susurraban con un viento suave que parecía hablarme. Pero a pesar de la belleza que me rodeaba, mi mente estaba fija en el peligro que acechaba a Lucius. No podía quedarme de brazos cruzados mientras él enfrentaba a sus enemigos.

Decidí que necesitaba respuestas y ayuda, y la única entidad que podría ofrecerme lo que buscaba era el Dios mismo. Con cada paso que daba hacia el templo central, mi determinación crecía. Las puertas eran imponentes, decoradas con símbolos antiguos que representaban la unidad y la paz entre los reinos.

Cuando finalmente crucé el umbral, me encontré en un vasto salón lleno de luz. La atmósfera estaba impregnada de una sensación de paz y poder. En el centro, en un trono adornado, estaba Él: el Dios, un ser de luz pura y radiante que emanaba una energía casi palpable. Sus ojos, profundos y llenos de sabiduría, se posaron en mí, y de inmediato sentí que estaba siendo examinado en lo más profundo de mi ser.

"Damon," dijo con una voz que resonaba como un eco divino. "Te esperaba."

"¿Me conoces?" pregunté, sintiendo una mezcla de temor y reverencia.

"Conozco a todos aquellos que buscan la paz. Tu amor por Lucius ha traído nuevas esperanzas a los tres reinos," respondió, inclinando la cabeza levemente. "Pero también has venido con preocupaciones."

"Sí," admití, la urgencia llenando mis palabras. "Hay una amenaza en el inframundo. La paz que tanto anhelamos está en peligro, y Lucius está en medio de todo esto. ¿No eres tú el que quiere que los tres reinos tengan la paz? Ayúdame a hacerlo..."

Su mirada se volvió contemplativa. "El equilibrio es frágil, y las fuerzas oscuras siempre buscarán romperlo. Sin embargo, la paz no puede imponerse; debe elegirse y construirse desde dentro."

"Lo entiendo, pero Lucius necesita apoyo. No puedo dejar que su lucha se convierta en una guerra. He visto lo que eso causa. Te ruego que me des alguna forma de ayudarlo," le imploré, sintiendo que cada palabra cargaba con la esencia de mi desesperación.

"Tu conexión con él es poderosa, Damon. Pero recuerda, la verdadera fuerza proviene del amor y la lealtad, no solo de la intervención divina," dijo, su tono cargado de sabiduría. "Si deseas ayudar a Lucius, debes buscar el entendimiento entre los reinos y enfrentar la oscuridad con luz."

"¿Cómo puedo hacer eso?" pregunté, sintiendo que la responsabilidad pesaba sobre mis hombros. "Soy solo un humano. ¿Qué puedo hacer frente a la inmensidad de estos conflictos?"

"Cada acto de bondad y cada gesto de amor construyen puentes entre los reinos. Tu presencia ya ha cambiado el curso de los eventos. Pero también necesitarás aliados," sugirió, sus ojos brillando con una luz que parecía iluminar mis pensamientos.

En ese momento, recordé a algunos de los ángeles que había conocido, que parecían estar más que dispuestos a ayudar. "¿Puedes ayudarme a encontrar a esos aliados? Necesito su apoyo," insistí.

"Busca la unidad en la diversidad, Damon. Cuando los tres reinos se unan, la oscuridad no podrá prevalecer. Deja que tu corazón guíe tus pasos y que tus acciones hablen en nombre de la paz," respondió, antes de inclinarse ligeramente, como si me diera su bendición.

"Gracias," dije, sintiendo una oleada de esperanza. "Prometo hacer todo lo posible para traer la paz que todos deseamos."

Con un gesto de su mano, el salón comenzó a desvanecerse, y antes de que pudiera decir más, me encontré de vuelta en los jardines celestiales. Las flores aún brillaban, y el aire fresco continuaba envolviéndome. Pero ahora, tenía un nuevo propósito.

Sabía que tenía que actuar rápidamente. No solo debía encontrar a los aliados, sino que también debía regresar a Lucius y explicarle lo que había descubierto. Con cada paso que daba, el peso en mi pecho se aligeraba, y una nueva determinación ardía en mi interior.

La búsqueda de la paz había comenzado, y estaba decidido a luchar por la luz que podía cambiar el destino de los tres reinos, comenzando desde ese momento.

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora