Al Filo Del Abismo

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La música disminuyó lentamente, como si el inframundo mismo estuviera tomando un respiro tras la ola de placer que acababa de desatarse en ese salón. El murmullo de gemidos y risas se fue apagando, pero el calor persistente en el aire nos recordaba cada toque y cada susurro que había pasado entre los cuerpos entrelazados.

Lucius no soltaba mi mano mientras me conducía a través de la marea de demonios que, agotados o satisfechos, se retiraban en busca de otros placeres o de sus propios rincones de reposo. Al mirar sus ojos, noté un brillo en ellos, algo indescifrable que iba más allá del simple deseo.

"Ven," dijo con esa voz que podía cortar el aire como un cuchillo. Sus palabras eran una orden y una súplica al mismo tiempo. Me llevó a través de un pasillo oscuro, lejos del bullicio, hasta un recinto iluminado solo por la tenue luz de unas velas que se consumían lentamente.

Allí, el silencio era diferente, pesado y cargado de expectativas. Las sombras danzaban en las paredes, reflejando las huellas de las escenas de placer y de guerra que habíamos dejado atrás. Lucius cerró la puerta, y por un instante, el mundo se redujo a él y a mí.

"¿Te das cuenta de lo que acabas de experimentar?" Su voz estaba cargada de un orgullo que sólo un demonio podía poseer, una mezcla de conquista y vulnerabilidad. Sentí su mirada en cada centímetro de mi piel, recorriéndome con la misma intensidad que sus manos habían hecho antes.

"No es solo el deseo lo que te ha traído aquí, Damon," continuó, acercándose hasta que nuestros alientos se mezclaron en el aire espeso del cuarto. "Es algo más profundo, algo que ni tú mismo has querido reconocer."

Lo miré a los ojos, sin palabras. Sentía un nudo en la garganta, una tensión que iba más allá del placer físico. Él había invocado algo en mí, un hambre que iba más allá de mi cuerpo y que solo él podía comprender. Me sentí expuesto ante él, y a la vez más poderoso que nunca, como si al permitirme esa vulnerabilidad, hubiera alcanzado una fuerza que solo la desnudez del alma podía revelar.

Entonces, Lucius extendió su mano y, con delicadeza inusual para un demonio, acarició mi mejilla, su tacto cálido y firme. "Esta es la esencia de ser uno de nosotros, Damon. No temer al abismo, sino abrazarlo y dejar que te consuma." Su voz era baja, y en ese momento supe que me estaba ofreciendo más que un deseo carnal; me estaba ofreciendo una entrega total, una alianza en el corazón de la oscuridad.

Nuestras miradas se entrelazaron, y en el silencio, sentí la fuerza de lo que él me estaba pidiendo. No se trataba solo de placer ni de poder, sino de algo aún más temible: dejar ir todo lo que alguna vez fui y convertirme en algo completamente nuevo, una criatura que pertenecía solo a ese mundo y a él.

Sin pensarlo más, acerqué mi rostro al suyo, rozando sus labios con los míos. En ese instante, todas las dudas se disolvieron, y el peso de nuestra conexión cayó sobre nosotros como una tormenta. Sus manos me rodearon, firmes, y en ese abrazo, el mundo desapareció, dejándonos a merced de un fuego que ningún deseo humano podría apagar.

Entre susurros y jadeos, mientras el mundo fuera de ese cuarto se desvanecía, supe que había cruzado un umbral aún más oscuro. Esta vez, no había marcha atrás.

El Hijo Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora