La luz del día se filtraba a través de las cortinas desgastadas, formando patrones irregulares en el suelo de su habitación. Kyho se despertó con el mismo peso en el pecho que había sentido la noche anterior. Una sensación de desesperanza le acompañaba como una sombra tenaz. La habitación estaba llena de juguetes y libros, vestigios de una infancia que parecía tan lejana. En algún rincón de su mente, todavía recordaba cuando todo eso le traía alegría. Ahora, esos mismos objetos parecían cargar un significado diferente, una pesada carga que lo arrastraba hacia el abismo.
Se vistió con desgano, evitando el espejo. Sabía que su reflejo lo miraría con ojos cansados y llenos de incertidumbre. En el fondo, anhelaba ver a un héroe en él, pero lo que veía, era un joven atrapado en un ciclo de preocupaciones, una cicatriz que se hacía más profunda con cada día que pasaba. Cada vez que, en lugar de ver a alguien fuerte en aquel espejo, solo estaba su reflejo, sintiendo como una soga atada a su cuello, apretaba más y más. Al salir de su casa, el aire fresco lo golpeó directamente al rostro, pero esto no lo despertó del todo. Era un alivio momentáneo que se desvanecía rápidamente. Las calles estaban llenas de murmullos: padres que hablaban en voz baja sobre los recientes ataques piratas, niños que jugaban, pero al cruzarse con él, lo atacaban con miradas furtivas, conscientes de la tensión en el aire. Él no quería ser reprimirse, pero en su corazón sabía que se desmoronaba como un castillo de arena si de permitiera expresarse.
Caminar por el mercado local era como atravesar un campo de minas. Las miradas de los comerciantes eran pesadas, sus sonrisas forzadas. Un viejo vendedor de verduras marchitas, con las manos temblorosas y arrugadas, intentaba vender sus productos, mientras la gente pasaba de largo. La impotencia se acumulaba en el estómago de Kyho, una mezcla de rabia y tristeza que palpitaba como un tambor en su pecho. En un rincón, un grupo de niños lo miraba con curiosidad, pero en sus ojos había algo más: una chispa de temor. Kyho recordó sus propias inseguridades de la infancia. Había un tiempo en que las risas eran ininterrumpidas, cuando Amai aún no había nacido, y cuando Raito era quien se preocupaba por él y solo por él. Pero ahora, el miedo se había apoderado de todo, arruinando la alegría que una vez llenaba sus días.
Se preguntaba si en su hogar, Amai, su hermano menor, aún podía encontrar algo de felicidad en medio de la tristeza. Con cada paso, las preocupaciones se agolpaban en su mente. "¿Qué haría si la situación empeoraba? ¿Si era la hora de ser responsable y no tendría la fuerza suficiente?" La idea lo llenaba de terror. Por un momento, el deseo de salir corriendo y gritarle al mundo su frustración lo abrumó, pero la realidad lo ató al suelo como una cadena. Regresó a casa, sintiéndose más pesado que antes.
El jardín, su refugio habitual, parecía haber perdido su color. Amai estaba allí, persiguiendo mariposas que revoloteaban en el aire, ajeno a la tormenta que se cernía sobre ellos. Kyho se sentó en un rincón, observando la risa despreocupada de su hermano. Había algo en esa inocencia que lo desgarraba. En lugar de encontrar consuelo, esa imagen solo le recordaba cuánto había perdido.
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Sugar Heart
Aktuelle LiteraturEn la galaxia de Andrómeda se encuentra Amai, un pequeño gato de ojos curiosos que vive con su madre y hermanos en el tranquilo planeta Kedeki. Aunque sea pequeño de estatura, su asombro por las pequeñas maravillas de la vida, brilla tanto como el s...