Como un Castillo de Naipes

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La tarde se deslizaba entre tonos dorados y anaranjados, mientras el sol se ocultaba tras el horizonte, creando un suave halo que bañaba la pequeña casa de madera que había sido el hogar de Raito, Kyho y Kai. Sin embargo, en esta ocasión, la calidez del atardecer no podía disipar la tensión que flotaba en el aire. La casa estaba a punto de ser desalojada, ya que se usaría como escenario de una investigación crucial para determinar si su madre había sido una pirata o una inocente víctima de circunstancias.

Raito caminaba lentamente hacia la puerta principal, el corazón oprimido por un peso que parecía crecer con cada paso. Sus pensamientos estaban llenos de confusión y tristeza. Las risas y los juegos que alguna vez llenaron esos muros se habían desvanecido, dejando solo un eco sombrío. A su lado, Kyho mantenía una expresión seria, su mirada oscura y cargada de preocupaciones, reflejando la lucha interna que ambos compartían. Sabían que su madre había sido acusada de cosas terribles, y la incertidumbre sobre su inocencia les carcomía el alma. Kai caminaba detrás de ellos, inquieto por la tensión que emanaba de Raito. La preocupación se dibujaba en su rostro mientras miraba a Raito, deseando poder aliviar su angustia, pero sin saber cómo. "Todo va a estar bien", intentaba asegurarle con la voz baja, aunque su propio corazón latía con fuerza por la ansiedad que sentía al ver a Raito sumido en sus pensamientos.

Al llegar a la puerta trasera, un suave golpe resonó en el marco. Era Amai, que entraba con un aire de inocencia y despreocupación, ajeno a la tormenta emocional que se desataba a su alrededor. Su presencia, aunque familiar y reconfortante, solo intensificó la tensión en el ambiente. Al cruzar el umbral, se detuvo al ver a Raito y Kyho, notando algo extraño en su expresión. Raito sintió un escalofrío recorrer su espalda. Se encontraron cara a cara con Amai, y el instante se volvió una encrucijada. Amai, con los ojos llenos de inquietud, no sabía lo que pasaba, y eso dejó a Raito y Kyho en un silencio incómodo. La confusión y el miedo se mezclaban en el aire, y la falta de palabras parecía pesar tanto como la culpa que ambos llevaban.

—Hola, Amai... —dijo Raito, su voz temblorosa, como si las palabras le costaran salir. No sabía cómo decirle lo que estaba sucediendo, cómo explicarle el porqué de la repentina mudanza. Su mirada se desvió hacia Kyho, que parecía estar luchando con la misma tormenta interna.

—¿Qué pasa? —preguntó Amai, frunciendo el ceño. Su curiosidad crecía mientras observaba a Raito y Kyho, sus expresiones graves contrastaban con la calidez del atardecer.

Kyho, sintiendo la presión de la situación, tomó un respiro profundo. —Amai, hay algo que necesitas saber... —comenzó, pero las palabras se atascaban en su garganta. No había forma de decirlo sin que la situación se tornara aún más complicada. La preocupación y el temor lo paralizaban.

Kai, aunque no conocía la situación en su totalidad, percibía la inquietud en el aire. Miró a Raito, su mano aún entrelazada con la suya, y se preguntó cómo podría ayudar a su pareja a atravesar este momento de angustia. "Vamos a encontrar una forma de resolver esto", pensó, pero sus pensamientos se sentían vacíos ante la enormidad de lo que enfrentaban. Amai continuó mirando a los tres, sin comprender del todo lo que ocurría. La atmósfera se volvió densa y cargada de emociones no expresadas. La amistad que compartían, la confianza construida a lo largo de los años, parecía tambalearse al borde de un abismo de secretos y revelaciones.

El silencio se extendió entre ellos, cada uno atrapado en sus propios pensamientos y temores.

Kyho tragó saliva, la preocupación reflejada en su mirada. —Tendremos que decirle la verdad, Raito. No podemos ocultárselo. —El tono de su voz era firme, pero la incertidumbre brillaba en sus ojos, como una tormenta que se avecinaba.

Raito, sintiendo el nudo en su garganta, se esforzó por encontrar las palabras. La culpa lo invadía, el miedo a romper la burbuja de felicidad que Amai representaba lo paralizaba. —Amai... —empezó, pero la voz le falló, cada sílaba atorada como un ladrón en la oscuridad.

Sugar HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora