Lluvia de Estrellas

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El sol brillaba sobre el campo, extendiendo su calidez como una suave manta sobre la hierba fresca. El aire estaba impregnado del aroma de la primavera, mezclado con el inconfundible olor de los platillos que los vecinos habían traído para compartir en la reunión. La escena era un estallido de colores: manteles de cuadros, cestas de mimbre llenas de delicias y risas que flotaban entre los árboles como aves en vuelo. Raito llegó al picnic con una canasta en brazos, su cara radiante de entusiasmo. Los sándwiches, cuidadosamente envueltos, asomaban por los bordes, prometiendo un festín delicioso. Detrás de él, Kyho lo seguía, su mirada fija en la pantalla de su teléfono. Su expresión era una mezcla de concentración y desdén, como si estuviera más interesado en el mundo virtual que en el vibrante picnic que lo rodeaba.

Amai, el pequeño gato naranja, venía arrastrando su bolsa de galletas, el ruido de las golosinas haciendo eco en sus pasos. Sus ojos brillaban con la emoción de la aventura, pero también con la tentación que le provocaba la bolsa. No podía resistirse a la idea de un bocado de esos biscochos que tanto le gustaban. Cuando se acercó a la canasta de su hermano, sus patitas casi parecieron moverse solas.

—¡No, ni se te ocurra! —dijo Kyho, sin apartar la vista de su teléfono. Su tono era firme, pero había un destello de preocupación en sus ojos.

Amai, sintiéndose pillado, hizo pucheros, inflando las mejillas como un pequeño globo que estaba a punto de estallar. Pero la voz de su hermano lo mantenía a raya, y aunque la tentación era fuerte, decidió hacer caso. Los tres llegaron a su colina favorita, un pequeño montículo que dominaba el paisaje y ofrecía una vista perfecta del picnic. Desde allí, podían ver a Jhoss.

—¿Puedo ir a ver a Jhoss? —preguntó Amai, su voz llena de ilusión mientras apuntaba con su patita hacia su amigo.

Kyho levantó la mirada, y por un instante, se vio atrapado en la chispa de emoción que iluminaba el rostro de su hermano. Pero al instante, volvió a bajar la mirada a su teléfono.

—No —respondió, con un tono que no admitía discusión.

El pequeño gato infló sus mejillas aún más, como un globito que estaba a punto de estallar en un arranque de frustración. Saltó de un lado a otro, como si su cuerpo no pudiera contener su energía.

—¡Pero...!

Raito, quien había estado observando la interacción, sintió que la angustia de Amai era demasiado. Con una sonrisa generosa, le dijo:

—¡Claro que puedes, Amai! —Los ojos de Amai se iluminaron como si le hubieran regalado el mejor juguete del mundo.

—¡Gracias, Raito! —exclamó Amai, lanzándose hacia su hermano mayor en un abrazo, sus pequeñas patas envolviendo la cintura de Raito. Luego, con una risa alegre, corrió hacia donde estaba Jhoss, deteniéndose brevemente para girarse y sacarle la lengua a Kyho.

Kyho, al verlo de reojo, no pudo evitar hacer lo mismo, sacando la lengua con un gesto que pretendía ser serio, pero en su rostro había una leve sonrisa, oculta entre la frustración de tener que lidiar con el entusiasmo de su hermano. Una vez que Amai se fue, Kyho volvió a concentrarse en su teléfono, los ojos de nuevo absortos en la pantalla. Pero su tranquilidad no duró mucho, ya que Raito se acercó y le dio un abrazo con el brazo, jalándolo hacia él con un movimiento juguetón.

—¡Vamos, Kyho! ¡Deja el teléfono por un momento y disfruta del día! —dijo Raito, agitando a Kyho con su entusiasmo desbordante.

Kyho, irritado, hizo un gesto de desagrado, pero su expresión se suavizó al ver la sonrisa contagiosa de Raito. A pesar de su resistencia, no pudo evitar dejar escapar una risita, mientras intentaba zafarse del abrazo de su hermano mayor.

Sugar HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora