Intersección de Destinos

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El aire era denso y cargado de una expectación incómoda cuando Raito y Kyho se acercaron a las puertas de la agencia. Los enormes muros de piedra gris se alzaban como guardianes implacables, y la atmósfera se tornaba más opresiva con cada paso. Las sombras se alargaban, y un silencio ominoso envolvía el lugar, interrumpido solo por el crujido de sus botas sobre el suelo de grava. Al llegar, un guardia, alto y de brazos cruzados, se plantó ante ellos como una montaña impenetrable. Su rostro, una máscara de frialdad, dejaba claro que no había lugar para la compasión. Raito se detuvo, su mirada se volvió tan afilada como un cuchillo, mientras su postura se hacía más tensa, casi amenazadora, aunque no pronunció palabra alguna. Era el silencio de un depredador en acecho, uno que sabía que su presencia sola podía ser suficiente para sembrar el miedo.

Kyho, por otro lado, se mostraba nervioso. Sus manos temblaban ligeramente, y su voz era un hilo de angustia. -Por favor, necesitamos entrar. Hay cosas que debemos discutir, asuntos urgentes. No podemos quedarnos aquí. - Sus palabras eran casi un murmullo, una súplica que parecía caer en oídos sordos. El guardia, con una expresión impasible, simplemente negó con la cabeza, una señal clara de que no había espacio para excepciones. -No pueden pasar. - Su tono monótono resonó como un martillo, golpeando la determinación de Kyho.

Raito, que había estado observando, apretó los dientes y dejó que una oleada de furia se desbordara en su interior. El ambiente se volvía cada vez más tenso, el aire cargado de electricidad. Fue entonces cuando su mirada se convirtió en una fulminante descarga eléctrica, capaz de quemar a cualquiera que osara desafiarlo. -No estás en posición de negarnos nada. - Su voz, baja y resonante, parecía vibrar en el aire, como un trueno que presagiaba la tormenta. El guardia pareció vacilar, sus ojos parpadeando brevemente, pero su orgullo era una armadura que lo mantenía firme. Kyho sintió cómo la desesperación lo invadía, y su corazón latía con fuerza al ver que la situación se tornaba cada vez más tensa. La atmósfera estaba cargada, casi como si un relámpago estuviera a punto de estallar.

Y entonces, en medio de la creciente tensión, una figura familiar apareció a lo lejos. Elion, con su andar decidido y una sonrisa que desarmaba incluso al más implacable, se acercó a la escena. Su presencia era como un rayo de sol en un día nublado, y la hostilidad parecía desvanecerse a su paso.

—¿Qué está pasando aquí? — preguntó Elion, su voz clara y firme. Miró a los hermanos y luego al guardia, quien, a pesar de su resistencia inicial, comenzó a sentir el peso de la autoridad que Elion traía consigo. El guardia se encorvó ligeramente, como un árbol ante el viento, y su rostro se tornó pálido ante el desafío.

—Disculpen la interrupción, — continuó Elion, dirigiéndose a Raito y Kyho con una mirada comprensiva. -Parece que hay un malentendido. Estos chicos tienen algo importante que discutir. Permitan que pasen. - Sus palabras fluyeron con una autoridad natural, como si hubiera un pacto tácito entre él y el universo que le permitía abrir puertas cerradas. El guardia, ante la intervención de Elion, no pudo más que ceder. La atmósfera se relajó, como si una cuerda tensa finalmente se hubiera aflojado, aunque el aire seguía cargado de una inquietante tensión.

—Está bien, - dijo, con una resignación palpable, y dio un paso atrás, permitiendo que Raito y Kyho cruzaran el umbral.

Los hermanos intercambiaron miradas de alivio y gratitud hacia Elion. Raito, aún con la adrenalina corriendo por sus venas, respiró hondo, sintiendo que su lucha no había sido en vano. La tensión que había llenado el aire se disipó, pero en el fondo de sus corazones, sabían que la verdadera batalla apenas comenzaba. Los peligros que enfrentaban eran más profundos de lo que cualquiera podía imaginar. Con Elion al frente, los tres avanzaron hacia el interior de la agencia. Al cruzar el umbral de la oficina de Elion, Raito y Kyho se encontraron en un espacio que parecía encapsular tanto autoridad como calidez. Las paredes estaban adornadas con fotografías enmarcadas que capturaban momentos de la vida de Elion, cada imagen un recordatorio de un pasado que se entrelazaba con la historia de su comunidad. Una luz suave iluminaba el entorno, proyectando sombras que danzaban en los rincones.

Elion, con una sonrisa que intentaba ser acogedora, hizo un gesto hacia dos sillas frente a su escritorio. -Por favor, siéntense, — invitó, su voz un tanto temblorosa, como si la tensión en el aire se reflejara en su ser. Raito y Kyho, aunque reticentes, se acomodaron en las sillas, el cuero crujió ligeramente bajo su peso.

— ¿Quieren algo de beber? — preguntó Elion, levantando una botella de agua y un par de vasos. La pregunta flotó en el aire, cargada de una ligereza que contrastaba con la seriedad de la situación.

Raito, cruzando los brazos, respondió con frialdad. —No. — Su tono era firme, la negación resonando en la sala como un eco sordo.

Kyho, sintiéndose más diplomático, asintió levemente y dijo con amabilidad, -No, gracias. - A pesar de su intento de suavizar el ambiente, su voz temblaba apenas, reflejando la inquietud que ambos sentían. Elion sonrió, aunque la incredulidad y el nerviosismo eran evidentes en su expresión. Sus manos jugueteaban nerviosamente con el borde de su escritorio, mientras trataba de encontrar un punto de equilibrio entre la cordialidad y la tensión que llenaba la habitación. Suspirando, Elion se sentó en su silla, las palmas abiertas sobre la mesa, intentando iniciar una conversación que podría desvanecer la inquietante atmósfera. —Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos, — comenzó, su voz un tanto temblorosa. —He estado pensando en ustedes y en....

Pero no pudo terminar la frase. Raito lo interrumpió, su voz cortante como una navaja. —No vinimos aquí para charlar. Necesito que me expliques lo que pusiste en el mensaje.

El aire se volvió aún más denso, como si las palabras de Raito hubieran activado un mecanismo invisible que cerraba aún más el espacio entre ellos. Kyho se tensó, sintiendo cómo la calma que intentaba sostener se desvanecía. Elion, sorprendido por la abrupta interrupción, parpadeó, su sonrisa se congeló en su rostro, incapaz de encontrar la respuesta adecuada.

—Es... es un asunto delicado, - murmuró Elion, su voz ahora apenas un susurro, mientras un sudor frío comenzaba a acumularse en su frente. Las sombras en la habitación parecían alargarse, envolviéndolos en un manto de expectación.

Raito, sin ceder ante la vacilación de Elion, lo fulminó con la mirada, exigiendo respuestas. —No tengo tiempo para rodeos. Quiero saber qué está pasando.

La presión en el ambiente era como una cuerda tensada a punto de romperse. Elion tomó una respiración profunda, sus ojos reflejando tanto el miedo como la determinación. En ese momento, el silencio se volvió un peso, una carga que aplastaba a todos en la sala.

—Entiendo, - dijo finalmente Elion, su voz más firme, pero aún cargada de tensión. —Hablemos de eso entonces. 

Sugar HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora