Donde estás

31.

Separarme de Peter de esa forma fue el momento más difícil de mi vida, probablemente porque no recordaba exactamente el día en el que papá me explicó que mamá se había ido para siempre. El dolor que sentía en este momento era inmenso, ese vacío que apenas me dejaba respirar se hizo presente en cuanto me mudé a Virginia y entré a ese lugar en el que estaba en contra de mi voluntad. Pensé muchas veces en planear un escape, en decirle a Peter que nos fuésemos lejos de todo, que nos compráramos un pasaje a Londres y no ver nunca más a mi papá, pero todo era tan imposible, no podía robarle su opción de ser un chico brillante de Harvard, lo amaba demasiado como para hacerle un daño así.

Quantico era extraño, no sabía cómo describirlo, habían personas que estaban muy a gusto en el lugar, pero yo trataba de no hacer demasiada vida social, en cuanto podía escapaba a mi cuarto y usaba audífonos para dormir, estudiaba lo que me pedían y hacía todas las pruebas que nos daban porque si dejaba mal el apellido de mi padre en este lugar lo iba a tener encima todo el dia. Me dormía todas las noches llorando pensando en cuando se iba a terminar este sufrimiento.

—Pase —dije recostada en la cama, ¿Quién podía venir a verme hoy sábado? Todos habían salido con permiso especial para visitar a sus familiares, yo no tenía ninguna intención de volver a Nueva York a visitar a mi padre

—Hija —dijo con una sonrisa, lamentablemente mis intenciones no eran suficientes— Decidí venir porque me di cuenta que no estás usando tus fines de semanas de visita y quería asegurarme que todo está bien —me senté en la cama y lo miré con atención— ¿Cómo estás? Vine por ti, vamos a pasar el fin de semana juntos

—¿Por? —pregunté sorprendida

—Porque soy tu padre y quiero pasar el fin de semana contigo fuera de este lugar.  ¿Puedes hacer tu bolso? —preguntó, me quedé en silencio— Pensé que te ibas a poner más feliz de verme —salí de la cama y tomé un bolso

—No tengo cinco años, no me parece divertido hacer panoramas con mi padre —respondí con sinceridad y comencé a guardar mis cosas— Hubiese preferido que me avisaras, antes de venir, tenía la idea de pasar el fin de semana descansando —el simplemente me miraba sin decir nada, yo sabía que sus visitas jamás eran por cariño, algo pasaba

—Vamos a pasarlo bien, sé un poco más positiva por favor. Me subí a un avión por ti —me miró con una leve sonrisa

Contra mi voluntad terminé mi bolso y tuve que irme con él, en cada lugar de ese pasillo lo saludaban, todos mis profesores y mentores de alguna clase aburrida sobre cómo ser policía, explicaban cosas tan básicas que hasta me sentía mal estando acá. Llegamos a un hotel tres estrellas como mucho, íbamos a compartir la habitación, habían dos camas separadas por una mesa de luz, miré hacia todos lados y suspiré, me quería morir. Después de dejar mis cosas en el lugar, me llevó a un sitio para almorzar

—Estás muy delgada —dijo mirándome mientras comía su pasta, yo miraba por la ventana viendo como las personas eran libres y felices— ¿Mucho deporte o te estás alimentando mal? —miré mi plato sin comer y solté una sonrisa, luego levanté los hombros, me daba igual

—¿Pasó algo? —lo miré

—Estoy preocupado por ti —respondió— No respondes mis llamadas, ni mis mensajes, quería asegurarme que las cosas vayan bien —dijo mirando su comida— Sabes que esto es lo único que podía darte hija, ojalá hubiese podido pagar las carreras con las que soñabas y...

—No lo hagas —lo interrumpí— No actúes como un padre preocupado, no lo necesito ahora —suspiré— Esto es lo que tengo ahora y a lo que estoy condenada por haber nacido así.

—Estas muy delgada y ojerosa —cambió de tema— Le escribí a unos amigos de la academia para saber como estabas porque como tu no respondes mis mensajes —dijo mirándome— Dicen que eras una alumna responsable y silenciosa —no sabía que decirle, esta conversación era tan forzada— Eres asertiva, pero necesitas mejorar tu condición deportiva —soltó una sonrisa— Recordé que siempre dijiste que no eras buena, solo hace falta entrenamiento