Era domingo, y el rancho de la familia Peña estaba más animado que nunca. Toda la familia de Nicole estaba presente: tíos, primos, abuelos, e incluso algunos amigos cercanos. El motivo era la celebración del aniversario de bodas de los abuelos de Nicole, una tradición que reunía a todos cada año.
Nicole, aunque emocionada por la reunión, estaba un poco nerviosa. Esa mañana, durante el desayuno, sus padres habían decidido invitar a Roberto.
—Sería una buena oportunidad para que todos lo conozcan —había dicho Ana con una sonrisa alentadora.
Aunque Nicole sabía que Roberto tenía carisma y sabía cómo ganarse a las personas, no dejaba de preocuparse por cómo reaccionarían sus hermanos, especialmente Carlos y Pedro, quienes seguían siendo algo escépticos respecto a él.
La llegada de Roberto
A eso de las dos de la tarde, Roberto llegó al rancho manejando su camioneta. Vestía una camisa blanca de lino y pantalones oscuros, luciendo relajado pero elegante. En sus manos llevaba un ramo de flores para la abuela de Nicole y una botella de vino para el abuelo.
Cuando bajó de la camioneta, Nicole salió a recibirlo con una sonrisa nerviosa pero feliz.
—¡Llegaste! —dijo, abrazándolo.
—Claro que sí, mi muñequita. No podía faltar —respondió él, dándole un beso rápido en la frente.
Nicole lo tomó de la mano y lo guió hacia donde estaban todos.
Primera impresión
El murmullo entre los familiares comenzó tan pronto como Roberto entró. Algunos lo reconocieron de inmediato, mientras que otros preguntaban en voz baja quién era el joven que acompañaba a Nicole.
—Abuelita, él es Roberto —dijo Nicole al llegar frente a la mesa principal—. Quería presentártelo.
La abuela, una mujer de mirada cálida y sonrisa amable, lo recibió con los brazos abiertos.
—¡Así que tú eres el famoso Roberto! Nicole me ha hablado mucho de ti.
—Es un placer conocerla, señora —respondió Roberto con una sonrisa genuina, entregándole el ramo de flores.
El abuelo, por otro lado, parecía más reservado, pero aceptó el vino con una inclinación de cabeza.
—Bienvenido, joven. Espero que tengas hambre, porque aquí comemos bien —dijo con un tono que parecía una mezcla entre advertencia y hospitalidad.
Roberto soltó una pequeña risa y respondió:
—Siempre, don Juan.
La comida
Durante la comida, Roberto se sentó junto a Nicole, pero también hizo un esfuerzo por conversar con otros miembros de la familia. Charló con los primos sobre música, respondió preguntas curiosas de las tías, y hasta compartió un brindis con el abuelo.
Carlos y Pedro, sin embargo, seguían observándolo con cautela desde el otro extremo de la mesa.
—¿Y tú qué opinas de todo esto? —susurró Pedro a Carlos.
—Aún no estoy convencido. Pero no parece tan malo... por ahora —respondió Carlos, bebiendo un trago de su refresco.
La sobremesa
Después de la comida, la familia comenzó a dispersarse. Algunos se quedaron en la mesa platicando, mientras que otros se dirigieron hacia la terraza donde se organizó una pequeña parrillada. Roberto aprovechó para pasar un momento más privado con Nicole, caminando juntos hacia uno de los jardines del rancho.
—¿Cómo crees que me está yendo? —preguntó Roberto mientras le tomaba la mano.
—Bastante bien. Mi abuela ya te adora, y eso es lo más difícil —respondió Nicole con una sonrisa.
—¿Y tus hermanos?
Nicole suspiró.
—Carlos y Pedro... bueno, necesitan tiempo. Pero sé que lo lograrás.
Roberto asintió, decidido.
—Por ti, vale la pena ganarme a toda tu familia.
Una despedida prometedora
Cuando el día comenzó a terminar, Roberto se despidió de todos, asegurándose de agradecer la hospitalidad de los abuelos y de los padres de Nicole. Antes de subir a su camioneta, Carlos se le acercó.
—Cuida a mi hermana —le dijo, mirándolo a los ojos.
—Eso siempre, Carlos —respondió Roberto con firmeza.
Nicole lo acompañó hasta la puerta.
—Gracias por venir. Creo que hiciste un buen trabajo —dijo ella con una sonrisa traviesa.
Roberto se inclinó y le dio un beso en la frente.
—Cualquier cosa por ti, mi muñequita.
Mientras lo veía alejarse en su camioneta, Nicole sintió que las cosas finalmente estaban comenzando a encajar. Tal vez, con el tiempo, Roberto se convertiría en una parte importante de su familia.