El domingo amaneció con un cielo despejado, pero mi cabeza estaba llena de nubes. La cena familiar de la noche anterior había sido sorprendentemente tranquila, pero mis hermanos seguían sin dirigirme la palabra como antes. Sabía que no era por odio, sino por preocupación, pero aun así dolía. Todo parecía haberse enrarecido desde que se enteraron de lo mío con Roberto.
Me levanté lentamente y fui directo al baño, dejándome caer en el agua tibia mientras trataba de aclarar mis pensamientos. No podía ignorar que tarde o temprano tendría que hablar con mis padres sobre Tito. Sabía que mis hermanos ya habrían comentado algo, pero hasta ahora no habían hecho preguntas directas.
Al salir del baño, me puse un conjunto cómodo y bajé a desayunar. La mesa ya estaba puesta, pero se sentía una tensión en el aire.
—Juan: "Buenos días, mija. ¿Dormiste bien?" preguntó mi papá, intentando romper el silencio incómodo.
—Nicole: "Sí, papá. Gracias."
Mis hermanos, Carlos y Pedro, ya estaban sentados, y aunque no decían nada, podía sentir sus miradas pesadas sobre mí. Justo cuando pensé que todo iba a mantenerse en ese incómodo silencio, escuché el sonido de mi teléfono. Era un mensaje de Fernanda.
—Fernanda: "Voy para tu casa en 10. Diles a tus papás que tenemos que ir a hacer una tarea."
Sonreí, sabiendo que Fernanda era el escape perfecto para salir de esta situación por un rato. Sin embargo, no podía escapar de mis pensamientos. Sabía que esta visita tenía un propósito diferente. Iba a ver a Roberto.
—Nicole: "Papá, mamá, ¿puedo ir con Fernanda a hacer una tarea? No creo que tardemos mucho."
Mi mamá asintió con una sonrisa.
—Ana: "Claro, mi amor, pero no llegues tarde. Recuerda que tenemos una comida familiar hoy."
—Nicole: "Lo sé, mamá, estaré de regreso antes de la comida."
Tomé mis cosas y salí justo cuando escuché a Fernanda tocar el claxon de su coche. Subí rápidamente, agradecida por la oportunidad de escapar de la incomodidad familiar.
—Nicole: "Gracias por rescatarme."
—Fernanda: "Para eso están las primas. Pero ahora, tenemos una misión. Vamos a casa de Roberto."
—Nicole: "No estoy segura de que sea buena idea. Mis hermanos están muy pesados con esto."
Fernanda me lanzó una mirada divertida.
—Fernanda: "¿Y qué? ¿Vas a dejar que ellos decidan con quién puedes estar? Tienes que hablar con él y aclarar las cosas, además, Roberto quiere hablar contigo."
Asentí, aunque seguía sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros.
Nos dirigimos hacia la casa de Roberto, y mientras más nos acercábamos, mi corazón comenzaba a latir más rápido. No podía evitar sentir nervios. No sabía cómo se iba a desarrollar esta conversación, pero sabía que era necesaria.
Cuando llegamos, Roberto ya estaba esperándonos afuera, con esa sonrisa relajada que siempre lograba calmarme un poco. Su cabello estaba desordenado y vestía una camiseta sencilla, pero a pesar de su estilo relajado, algo en él siempre se veía atractivo.
—Roberto: "¡Hola, güeras! ¿Cómo andan?" dijo, abriendo los brazos para recibirnos.
—Nicole: "Todo bien, aunque las cosas en casa están complicadas..." le dije mientras lo saludaba con un beso en la mejilla.
Fernanda, en su estilo juguetón, nos dejó solos y entró a la casa, dejando claro que esto era una conversación privada.
Roberto me miró con una mezcla de preocupación y ternura.
—Roberto: "¿Qué ha pasado, mi amor? Tus hermanos ya no te dejan en paz, ¿verdad?"
Asentí, suspirando.
—Nicole: "Se enteraron de lo nuestro y desde entonces apenas me hablan. No sé cómo manejar esto. Quieren protegerme, pero se están pasando de la raya."
Roberto me miró fijamente, como si estuviera evaluando qué decir. Finalmente, habló con seriedad.
—Roberto: "Si es necesario, voy y hablo con tus papás. No quiero que sientas que esto es un problema, pero tampoco quiero que estemos a escondidas. Lo nuestro va en serio, Nicole."
Lo miré, sorprendida por su oferta. La idea de que Roberto se presentara frente a mis papás era algo que nunca imaginé, al menos no tan pronto. Sabía que mis hermanos lo odiarían. Pero también sabía que Roberto tenía razón. No podía seguir escondiéndome.
—Nicole: "Voy a hablar con ellos primero. No quiero que esto se salga de control."
Roberto sonrió y me tomó de las manos.
—Roberto: "Lo que decidas está bien. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti. No me importa lo que digan tus hermanos o tus papás, yo te quiero a ti, y no voy a cambiar eso por nada."
Mi corazón se derritió con sus palabras, y no pude evitar sonreír. Nos quedamos en silencio unos segundos antes de que él se inclinara para besarme, un beso suave pero lleno de promesas. No sabía qué iba a pasar, pero en ese momento, todo parecía estar bien.
Después de unos minutos, Fernanda salió de la casa.
—Fernanda: "Bueno, ¿ya se aclararon las cosas o qué? Porque ya nos tenemos que ir antes de que tus papás sospechen, Nicole."
Roberto se rió y nos acompañó hasta el coche. Justo antes de que me subiera, me tomó de la mano y me dio un último beso.
—Roberto: "Nos vemos pronto, ¿va?"
Asentí y subí al coche. Fernanda arrancó, y mientras nos alejábamos, sentí un pequeño alivio, pero también una gran incertidumbre sobre lo que me esperaba cuando hablara con mis papás.
El resto del camino de regreso a casa fue tranquilo, aunque no podía dejar de pensar en la conversación que iba a tener pronto. Estaba nerviosa, pero también lista.
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