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Roberto se sentó en el sofá de la sala, justo al frente de mis papás. Yo me acomodé a su lado, sintiendo la tensión en cada rincón de la habitación. Mi mamá, siempre amable y tranquila, fue la primera en hablar, buscando romper el hielo.

—Ana: "Bueno, Roberto, cuéntanos un poco de ti. Sabemos que eres cantante, pero queremos conocerte más allá de eso."

Roberto asintió, aunque podía notar que estaba un poco nervioso. No era fácil enfrentarse a los padres de alguien, y menos cuando sabías que la familia entera te estaba juzgando.

—Roberto: "Claro, señora Ana. Bueno, yo empecé a cantar desde muy joven. Vengo de una familia trabajadora, de Sinaloa, y la música siempre fue mi pasión. Ahorita, gracias a Dios, me está yendo bien con mi carrera, pero sigo siendo la misma persona de siempre."

Mi papá, que había estado observando en silencio, lo interrumpió.

—Juan: "Y dime, Roberto, ¿cómo manejas todo eso de ser famoso? Sabemos que la vida de un cantante puede ser... complicada."

Sabía a dónde quería llegar mi papá. Quería saber si Roberto estaba comprometido con algo más allá de su música y la vida pública, si era alguien que realmente merecía mi confianza.

—Roberto: "Entiendo su preocupación, don Juan. Es cierto que la fama puede complicar algunas cosas, pero yo siempre he tratado de mantener los pies en la tierra. Para mí, lo más importante es mi familia y las personas que me rodean, incluyéndola a Nicole. La cuido y respeto, señor, y quiero que lo sepan."

Mi corazón dio un vuelco al escuchar esas palabras. Sabía que Roberto hablaba en serio, pero también sabía que convencer a mis papás no iba a ser fácil, especialmente cuando mis hermanos no estaban ahí para escucharlo. Ellos eran la barrera más dura de romper.

Mi papá lo miró fijamente por un momento, como si estuviera evaluando cada palabra. Finalmente, se recostó en el sofá y asintió lentamente.

—Juan: "Espero que sea como dices, Roberto. Nicole es nuestra hija menor, y su bienestar es lo más importante para nosotros. No queremos que se meta en problemas o que sufra por malas decisiones."

Roberto asintió con seriedad, sabiendo que estas palabras pesaban mucho más de lo que sonaban.

—Roberto: "Lo entiendo perfectamente, señor. Le prometo que mi intención es cuidarla y hacer las cosas bien. Por eso estoy aquí, para que vean que no hay nada que esconder."

Mi mamá sonrió suavemente, quizás aliviada de que la conversación estaba yendo mejor de lo que esperaba. Sin embargo, justo cuando parecía que las cosas se calmaban un poco, la puerta de la casa se abrió y mis hermanos, Carlos y Pedro, entraron. Ambos se detuvieron al ver a Roberto sentado en la sala con mis papás. Sus rostros se endurecieron al instante.

—Carlos: "¿Y este qué hace aquí?" preguntó sin molestarse en disimular su disgusto.

—Pedro: "¿Ahora resulta que viene a pedir la mano o qué?" añadió, con un tono sarcástico que me hizo sentir incómoda al instante.

—Nicole: "Ya basta," les dije, poniéndome de pie rápidamente. "Roberto está aquí para hablar con mis papás, para que lo conozcan de verdad y no por lo que ustedes piensen."

Mis hermanos no se movieron. Carlos cruzó los brazos y me miró fijamente.

—Carlos: "Mira, Nicole, no es que queramos joderte, pero no confiamos en él. ¿Sabes cuántos rumores corren sobre este tipo? No es el tipo de persona con la que deberías estar."

—Roberto: "Entiendo sus preocupaciones," intervino Roberto, tratando de calmar la situación. "Pero estoy aquí precisamente para aclarar las cosas. Yo quiero lo mejor para su hermana, y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para demostrarles que no tienen nada de qué preocuparse."

Pedro soltó una risa sarcástica.

—Pedro: "Sí, claro. Todos dicen lo mismo al principio."

Podía sentir que las cosas se estaban tensando más de lo necesario. Mis papás miraban a mis hermanos con una mezcla de frustración y preocupación, pero no sabían cómo mediar la situación. Finalmente, tomé una respiración profunda y me planté frente a ellos.

—Nicole: "No es su decisión. Es mía. Yo quiero estar con Roberto, y ustedes tienen que respetarlo."

Carlos y Pedro se quedaron callados, claramente sorprendidos por mi tono. Nunca había sido tan directa con ellos, pero sabía que si no los enfrentaba ahora, seguirían metiéndose en mi vida. Después de unos segundos de silencio, Carlos miró a Roberto con desconfianza.

—Carlos: "Espero que no te equivoques, Nicole. Porque si lo haces, seremos los primeros en recordártelo."

Roberto se levantó y me tomó la mano, apretándola suavemente en señal de apoyo. Aunque la situación había sido tensa, al menos ahora las cartas estaban sobre la mesa. Mis papás lo habían aceptado, y mis hermanos, aunque reticentes, sabían que no podían hacer más.

Antes de que Roberto se fuera, nos dirigimos hacia la puerta de la casa. Nos despedimos con un beso suave en los labios, sabiendo que esta era solo una batalla ganada, pero no la guerra.

—Roberto: "Voy a seguir luchando por ti, Nicole. No importa lo que piensen tus hermanos."

Le sonreí, sintiendo una mezcla de alivio y nervios por lo que vendría después.

—Nicole: "Lo sé, y yo también."

Cuando se fue, volví a la sala, donde mis papás me miraban con expresiones mixtas. Sabía que el camino no sería fácil, pero por primera vez sentí que estábamos avanzando en la dirección correcta, aunque aún quedaba mucho por resolver.

Muñequita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora