Capítulo 2.

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-Así que sabes defenderte ¿He?- Dejé de lado mi pistola para mirarlo. Era un hombre raro, sus ojos negros y su cabello siempre despeinado le daban un aire inestable, como si siempre estuviera a punto de matarte.

-Alguien debe cuidar de la familia- Dije simplemente caminando hacía la diana. Cinco tiros en el punto blanco de en medio, era mi mejor promedio hasta ahora.

-¿y qué hay de tu padre?- Me quedé helada en mi lugar. Odiaba que hablaran de él, no lo conocían, no sabían nada de él y aún así lo juzgaban con un mal hombre, cuando fue el mejor padre, y esposo en vida.

-Nada. Mira, no te conozco ¿Bien?- Me di vuelta y me sobresalté al verlo tan cerca de mi- Y tampoco quiero hacerlo. Quiero que sepas que si no te disparé aún, sabiendo lo que le hiciste a Natalie, fue por mi mamá y por mi hermano. No quiero que se preocupen por mi.

-Oh, tu siempre tan conciente de las cosas- Sonrió mirándome con aire despectivo- No te vi así con Todd, estabas muy amigable con él esta mañana.

-Cállate, no sabes nada de él- apreté mi mano al rededor de la pistola, estaba perdiendo la paciencia.- Tampoco de mi ni de lo que soy capas si...

-¿Si qué?- me interrumpió- ¿si le digo a John que te andas besuqueando con su hijo? ¿O si me follo a tu madre de nuevo?- No pude terminar de habñar porque se encontraba en el piso, debajo mío.

-¡hijo de perra!- Le grité viendo cómo su cara se desfiguraba lentamente, no se estaba defendiendo. Solo quería que lo golpeara para luego irme a acusar, pero no. Esto terminaría aquí.

Cuando ya estaba lo suficientemente débil me paré y le apunté con mi pistola.

-Adiós Christopher- Apreté el gatillo y un sonido sordo se escuchó.

-¡Scarlet!- La voz de mi madre me sacó de mi atesoramiento de la cabeza de Chris. Me di la vuelta observándola fijamente.- ¿Qué has hecho?- Preguntó corriendo hacía el cuerpo muerto al lado de mis pies.

-Lo necesario.- Respondí sin sentir culpa alguna, ya no había vuelta atrás.

Era una asesina


Desperté sobresaltada, respiré profundo tratando de tranquilizarme, pero no funcionaba. Los sueños habían vuelto como siempre antes de que haga un "golpe", parecían una "señal divina" de que no l haga, pero me daba igual. Dios me debía muchas como para pedirme algo, por mi se podía ir a la mierda él y sus señales.

Miré al rededor un poco confundida. La bebé seguía en el sillón como la había dejado en la madrugada luego que le diera la leche. No molestaba mucho, solo era una pequeña carga no tan pesada.

Me levanté confundida y miré mi reloj de mano. 10:01. Wow, que puntería.

Tomé el bolso con la poca comida que quedaba en la casa y a la pequeña en mis brazos. Había encontrado un práctico carrito de bebés en una de las habitaciones pero no lo tomé. Era muy grande y llamativo. Prefería seguir con mi improvisado "cuelga bebés del pecho".

-¡No, por favor!- Un grito en la casa de al lado me llamó la atención. Ayer no había escuchado nada.-¡Lo siento mucho. No, por favor!- Era la voz de un hombre, posiblemente maduro ya que su voz era gruesa y ronca.

-¡Te vas a enterar!- Oí un estruendo y la voz volvió a aparecer, pero está vez en forma de carcajada y acompañada por otras 3 o 4 más.

-Mierda. Pequeña, debemos irnos ya- Rápidamente la acomodé y tomé mi pistola poniéndola frente a mi. Decidí salir por la parte trasera dado a que esta, daba con el bosque, y por allí mi camino hacía Términus sería más fácil. Solo debía ir hacía el Norte y voilá estaría allí para el amanecer de mañana.

Mi máscara. (Carl Grimes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora