Mi máscara. (Carl Grimes)

Capítulo 28.

Mis lagrimas caían sin poderme creer lo que había pasado.

-tu has sido la responsable de esto, Scarlet, no yo...-suspiró observándome desde arriba- espero que no me obligues a repetirlo, porque lo haré si es necesario ¿comprendes?- me quedé en silencio, cabizbaja. Más a él no pareció gustarle eso ya que bufó y se agachó tomándome con fuerza del mentón, haciéndome daño- ¿lo entiendes, Letty?- el veneno que salía de aquellas palabras me hizo temblar- contesta, ahora.

-...sí- sollocé y el sonrió complacido.

-bien- se paró y dirigió hacia la puerta, aunque dio media vuelta al llegar al portal de esta.-ah, casi lo olvidaba. Alístate saldremos en unos minutos, princesa.

El portaso que vino luego de su salida me hizo estremecer y, una vez sola, comencé a llorar nuevamente. Aún podía sentir su puño lastimándome, amedrentándome, culpándome por haber hecho lo que cualquiera en mi lugar... despues de todo, era Tom o yo. Jace me lo había dejado muy en claro en la mañana, cuando había venido a escondidas para explicarme que me podría sacar de ahí a escondidas. Pero Tom se tendría que quedar a distraer a Todder. Sin embargo, al ver a mi pequeño allí, dormido con sus mejillas aún mojadas y su nariz roja... no pude y le supliqué a Jace que lo salvara  él, que se lo llevara lo más lejos que pudiera y lo cuidara. Él trató de convencerme, junto con Tom, de que volverían por mi, pero no lo permití. No podía ponerlos en peligro.

Así es que, luego de que se fueran, Todd entrò a la habitción exigiendo una explicación y yo, desesperada por darles el tiempo necesario para escapar, lo besé, fue lo único que se ocurrió en el momento. Todd se mostró complacido con mi iniciativa pero mas temprano que tarde, comenzó a desubicarse.

No es que no lo hiciera antes, de hecho, cuando estábamos juntos, varias veces había tenido que gritarle que parara. Todd era como un animal sediento de cariño,  de cualquier manera, sexo o amor.

Por eso, ya sabiendo cómo era, agradecí que un hombre interrumpiera en la habitación. Aunque poco duró mi agradecimiento al ver que aquel hombre rubio y con la cara quemada, informaba del escape de mi hermano junto a Jace.

Todd... enloqueció; juro que nunca antes lo había visto de aquella manera. Estaba furioso y... se desquitó conmigo, gritándome y... sí, golpeándome también. Traté de defenderme, claro que lo hice, sin embargo, el poco descanso y la mala alimentación me cobraron factura y Todd no tardó mucho en inmovilisarme. Aquel hombre, de nombre Dwith, lo ayudó a someterme.

Aquella fue la primera vez que alguien me golpeó desde que todo esto comenzó. Y el que fuera Todd el que lo hacía, el que me rebajaba de aquella forma, solo empeoró el sentimiento dentro de mi.

Me mantuve quieta sobre el suelo de la habitación, minutos, horas, no lo sé con exactitud, solo sé que hacia el atardecer el hombre de la cara quemada volvió a entrar a la habitación.

-levántate, es hora de irnos.- me mantuve en la misma posición-¿acaso no me oyes? ¡muévete de una vez!- su grito me hizo reaccionar y, con un poco de  dolor por el haber estado tanto tiempo en la misma posición, me levanté. El tal Dwith me miró de pies a cabeza y gruñó- das asco. Ponte esto- y me arrojó una sudadera que apenas pude sujetar. Me la puse. Era color celeste, demasiado grande para mi, y olía a colonia de hombre.- ahora sí, muévete.- me tomò del brazo y me condujo através de aquel inexplorado edificio hasta una casa rodante.

Una vez dentro de ella me vendaron los ojos y me sentaron en una superficie mullida.

-¿es ella?- preguntó una voz ronca y dura.

-sí.- respondió una vor que identifiqué como la de Todd. Me tensé de inmediato.

-está buena- rió la misma voz- pero... ¿pelirroja? Te hacia con un mejor gusto, T. - sentì una mano recorriendo mi brazo izquierdo y me removí alejándome de ella.- parece nerviosa, dime algo ¿acaso se portó mal? Parece haber resivido una buena tunda. - gruñó bulón.- has hecho bien, T. Hay que domesticarlas.