Capítulo 10.

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Me encuentro en clase de matemáticas. Mientras Federicco imparte clase, yo me dedico a admirar las facciones de su cuerpo y su rostro. Es algo por lo que vale la pena arriesgarse.

Su pelo castaño se encuentra peinado todo en la misma dirección, sus gafas se deslizan por el puente de su nariz y, por último, su cuerpo, el cuál se mueve ágilmente por la clase.

A pesar de estar en mi clase favorita, el sueño me inunda a causa de que llevo horas despierta por los exámenes.

Estoy recostada en la pared, sosteniendo mi cabeza con la mano mientras cierro mis párpados pesados que quieren descansar.





Una voz y movimientos bruscos hacen que me despierte de aquel sueño tan relajante que he tenido. A duras penas, abro los ojos y me encuentro a Nuria junto con Cristina intentando despertarme.

-¿Qué queréis? - pregunto molesta.

-Adivina quién quiere hablar contigo - me dice Nuria.

-¿Quién?

-¿Quién va a ser, Lucía? ¡Federicco!

Frunzo el ceño y decido ignorarlas, recojo mis libros y los meto en el bolso. Me dirijo a la taquilla y dejo las cosas que no necesito para estudiar.

Cuando acabo, me giro y me encuentro a Federicco en frente mía, diría por su expresión que está bastante molesto.

-Tengo que hablar contigo, ven a mi despacho - me ordena.

¿Qué? ¿Pero para que necesitaba hablar conmigo? Quizás Nuria y Cristina tendrían razón...

"¡Lucía di algo!- pensé- ¡Una excusa!"

-Mira, tengo prisa he quedado una persona y llego de un tarde que te cagas, así que mañana hablamos- miento.

-Mira, Lucía - suspira mientras se rasca la nuca con la mano.- Solo son dos minutos, y luego te puedes ir con el chico ese a hacer lo que tengas que hacer.

Fruncí el ceño.

¿Chico? ¿Pero que dice éste ahora?

- ¿Y por qué supones que es un chico?- pregunto arqueando una ceja.

-Estás en la edad - dice sin más.- En mi despacho. En cinco minutos.

Se marcha tranquilamente mientras yo me deleit por su movimiento al andar. Suspiro y aferro a mi pecho los libros que tengo entre los brazos.

Le quiero.

Voy corriendo al baño, arreglo mi camisa vaquera y me peino para después repasar mi brillo de labios. Estoy lista.

Camino nerviosa en dirección a su despacho. El corazón me late a mil, y si sigo así, me va a pegar un paro cardíaco.

Cuando llego, abro la puerta sin pedir permiso. Y ahí está él, mirando su teléfono con el ceño fruncido sin percatarse de mi presencia hasta que estoy delante suya.

-Hola - me saluda mientras me recorre con la mirada mi cuerpo.-Puedes sentarte, son solo dos minutos

Me señala la silla que se encuentra enfrente de su escritorio, me siento cruzando las piernas y mirándole con anhelo.

Estoy cansada de esperar.

-Si son más de dos minutos no pasa nada -le digo mirándole a los ojos.- He cancelado la cita.

-De acuerdo.

Y, en ese instante, me fijo que todo su cuerpo se relaja. ¡Lo sabía! Estaba celoso...

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora