Capítulo 45.

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Hoy es un día bastante estresante. Lo primero, porque el local estaba repleto de clientes y éramos pocos trabajadores. Lo segundo, que Federicco no se iba de mi mente. No quiero decir que me tenga igual de loca que antes, porque no es así. Ya sé de antemano todo lo que me puede provocar y realmente tengo miedo. Miedo a que vuelva a suceder todo, pero lo que él no sabe es que ya no siento lo mismo.

La última vez que le vi, hace cosa de una semana, me provocó mariposas en el estómago. Pero cuando llegué a mi casa y me percaté de la realidad, supe que yo era un juego más para él. Era su objetivo. Yo era la presa y él el cazador. Y si caía, ya todo volvería como cuando yo tenía diecisiete años.

Sabía que tenía que hacerme la ruda y cortante con él, pero comprendedme ¿No os pasaría lo mismo a vosotras que a mí? He vuelto a ver a mi ex pareja de hace años. Fue una de aquellas relaciones que me marcó y me dejó dolida. Me perdí en un mundo de mentiras en el que yo tan solo estaba cegada de amor.

Entonces me doy cuenta de lo que el amor ciega. Me doy cuenta de que tengo miedo a amar realmente y acabar herida. Tengo miedo a salir mal parada, a que no encuentre el amor y me quede sola. Porque es como me siento, sola.

Sé que Samuel está conmigo, y es un cielo. Le quiero, incluso le amo, pero no me quiero engañar ¿realmente acabaré igual con él como con Eric? Sé que pronto dejaré de sentir algo por Samuel, porque me conozco, pero no será como con Eric. Él ha sido mi pilar durante años, y me duele que todo acabase, pero con Samuel no es lo mismo.

La relación surgió de la noche a la mañana. Nos conocemos lo suficiente para saber que piensa el otro, ¿pero realmente estoy preparada para enamorarme? ¿Realmente quiero estarlo? Con esto no admito que quiera dejarlo con Samuel, porque no quiero. Lo único que digo es que no puedo ni podré enamorarme de él aunque lo intente. Mi corazón está tan hecho añicos que me he llegado a sentir incluso vacía.

Me miro al espejo y me hago una coleta para después desmaquillarme. Dejo el algodón en una esquina del lavabo y poso ambas manos en sus esquinas, me miro y suspiro. ¿Qué me pasa? Hacía años que no me sentía así. Siento que me oprimo por dentro y dejo de respirar, ya no siento nada. Parece que no tengo sentimientos.

Una lágrima resbala por mi mejilla y se desliza hasta caer en el lavabo y desparecer. Me quedo en trance contemplando el blanco del lavabo para después mirarme al espejo y preguntar:

-¿Qué te pasa, Lucía? Ya no eres la misma. Antes eras segura, ibas a por todas. Todo ha cambiado.

Y era verdad. Ya nada era como antes. Mi seguridad y mi fuerza de voluntad han recaído junto mi esperanza de amar ¿Por qué no me di cuenta antes? Tal vez he ignorado tanto esta sensación que no me he dado cuenta.

Desvío la mirada de mi reflejo para luego sentarme en el suelo y apoyar la espalda sobre la fría pared de azulejos ¿Por qué ahora? ¿Por qué todo me pasa ahora? Me he vuelto a encontrar con él. Ya no estoy con Eric. Ya no puedo enamorarme ¿Por qué? Me siento vacía.

Cierro los ojos, y cuando los cierro las lágrimas retenidas se deslizan por mis mejillas salvajemente, bañándome así toda la piel. Escucho toques en la puerta y la voz de Cristina al otro lado, pero no respondo. He puesto el pestillo.

-¿Lucía, estás ahí? - llego a escuchar.

¿Por qué todo pasa ahora? ¿Por qué todo se ha vuelto tan difícil? ¿Por qué?

Miro al techo y lo contemplo mientras el llanto no cesa y en mi mente pasan rápidamente momentos junto a Eric, Samuel y él ¿Por qué ya no puedo amar? Siento que ya no tengo esa capacidad. No creo que pueda amar.

Es como si una llama se hubiese apagado en mí, o simplemente me hubiesen quitado un trozo de esperanza. No lo sé. Mi mente se encuentra nublada en estos momentos y no puedo pensar con seguridad. Estoy dolida sin motivo alguno.

-¡Lucía, responde!- escucho la voz de Nuria. - Creo que le ha pasado algo. Hay que tirar la puerta. Está con pestillo.

-¡Lucía, abre! ¡Por favor! - oigo suplicar a Cristina.

Quiero abrirles la puerta, pero no tengo fuerzas. Estoy tan dolida que ni puedo moverme.

-Voy a llamar a Carlos - oigo decir.

A la media hora escucho cómo Nuria junto a Cristina hablan con un hombre, Carlos. Me suplican varias veces que abra, pero no respondo. Entonces todo sucede lentamente.

La puerta se abre y aparece tras ella Carlos junto mis dos amigas. Ellas se acercan rápidamente y se agachan para abrazarme mientras Carlos me contempla. Me abrazan y yo grito de dolor y más lágrimas salen de mis ojos provocando que queden rojos y el resto que ha quedado de maquillaje se vaya.

Por mucho que pretenda, los abrazos de Nuria y Cristina no me ayudan. Él no me quiere. No me quiere. Y el corazón se me desgarra. Eric no me quiere tampoco, y Samuel no me ama. El dolor en mi pecho es más profundo y los gritos de dolor salen de mi boca provocando que Carlos se ponga frente a mí de cuclillas y deslice su pulgar por mi mejilla para quitar las lágrimas, pero siempre vuelven.

-Lucía ¿qué pasa?- pregunta Carlos.

Nuria y Cristina se apartan de mí y comparten miradas entre los tres. Quiero hablar, pero no puedo. No tengo fuerzas. El dolor en mi pecho incrementa al recordar que ninguno de los tres me ama. Nunca me han querido.

-Él no me quiere- sollozo.- Eric tampoco y Samuel menos. ¡No me quieren!

Grito, mis manos se vuelven puños y las lágrimas rocían mi rostro ¿Por qué ahora? ¿Por qué la bomba que guardé dentro explota ahora? ¿Por qué? He explotado. Al fin he soltado lo que tantos años he aguantado. Me he roto.

Los tres me miran preocupados y me hablan, pero no les oigo. Mis oídos ya no quieren oír, mi mente no quiere recordar, mi corazón no quiere sentir y mis ojos no quieren ver. No quiero ya nada. Estoy sola. Me siento sola. No me quieren.

-Él no me quiere - sollozo.- Ninguno me ha querido.

-Lucía, ¿pero qué pasa?- pregunta Nuria asustada.

-Estoy sola. Estoy vacía. Ya no puedo amar.

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Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora