Capítulo 62.

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Le toma sorprendido aquella acción por mi parte, pero a los segundos acaba reaccionando y devolviéndome el beso. A penas recuerdo cómo es el tacto de sus labios y la avidez de su lengua, pero al estar así con él de nuevo, parece que no han pasado alrededor ocho años desde aquello.

Su mano se posa en mi mejilla y el calor que me transmite me reconforta para así darme más seguridad sobre lo que estoy haciendo. Le quiero, y ahora me percato de que todo este tiempo me he engañado.

Ambos creíamos que el amor era pura especulación, pero al pasar todo lo que hemos sufrido, nuestras ideas han cambiado.

Mi corazón late apresuradamente y mi mente todavía no acaba de procesar la información de que le esté besando, es algo tan ansiado por parte mía... Llegué a creerme que le había olvidado y que ya no le amaba, pero me equivoqué.

Al quedarnos sin respiración, ambos nos separamos aun con los ojos cerrados para después abrirlos y contemplarnos.

-¿Realmente ha sucedido?- me pregunta con los ojos abiertos de par en par.

Asiento para después reír.

-Sí.

-Oh, por Dios.

Toma mis mejillas entre sus manos e inclina su cabeza para besarme de nuevo. Entre beso y beso ambos sonreímos y mi corazón no puede parar de pegar saltos y brincos de lo feliz que me encuentro.

-No sabes cuánto he ansiado esto, Lucía.

-Lo mismo te digo.

Sonreímos.

Me toma la mano y noto su calidez para luego volver a sentir la fuerza magnética que nos atrae y me hace estar más a su lado. Bajo la mirada avergonzada y empiezo a notar como el rubor de mis mejillas se hace presente.

¿Realmente está sucediendo esto?

-Supongo que no tengo que decir nada más para que veas lo que siento - le digo mientras alzo la mirada para verle.

Coloca sus gafas y me sonríe. Puedo ver como sus labios se encuentran rojos e hinchados a causa del beso que nos hemos dado anteriormente. Sus ojos se están achinados a causa de la sonrisa y no puedo creerme todavía que esto haya sucedido.

-No sabes cuánto te quiero...- murmura. - Es que es...

-Yo también te quiero - le interrumpo.- Y nunca he dejado de quererte.

Borra su sonrisa para luego abrir los ojos levemente, y, sin darme cuenta, estoy entre sus brazos mientras me abraza. Cierro los ojos y aprovecho el momento para aspirar su aroma e impregnar mis fosas nasales de su olor. En ese momento, me percato de que huele igual que hace años, y aquello me trae tantos recuerdos...

-No sabes cuánto te he echado de menos, mi amor - me dice mientras estamos abrazados.

Sonrío mientras nos separamos y puedo ver el rubor en sus mejillas. Me tiene loca y no sabe cuánto...

-Creí por unos instantes que nada sería como antes - le digo.- Me refugié en Eric y Samuel para no estar sola y recordarte, aunque no creí aquello en su momento. Yo realmente pensé que les quería, y los quise, pero no como a ti.

Me dedica una media sonrisa.

-¿Y a mi cuánto me quieres?

-Así.

Imito el acto que hizo Marina la vez que me dijo cuánto me quería y extiendo mis brazos hasta que no doy más de mí y le abrazado.

Noto como su calor me tranquiliza los latidos de mi corazón y me relaja, es como si todo volviera a estar como antes. Nos separamos y le miro a los ojos atentamente, y viceversa.

Observo mi teléfono y me percato de que ya son las cinco de la tarde, suspiro y veo a Federicco que se encuentra con el ceño fruncido.

-¿Qué pasa?

- Se ha pasado el tiempo súper rápido -murmuro.- Tengo que volver a casa.

-¿Vamos?

Asiento.

Tras llegar al portal de mi edificio, ambos quedamos uno enfrente del otro. Él me mira y me sonríe para luego yo poder enmarcar el momento para la posteridad.

-Eres preciosa, Lucía. Rubia, morena, castaña clara, o pelirroja, eres preciosa.

Ladeo la cabeza y sonrío tiernamente mientras noto el rubor en mis mejillas otra vez.

-Adiós, Federicco.

Poso ambas de mis manos en sus hombros y me alzo para besar sus labios hasta la próxima vez. Federicco me toma por la cintura y me atrae más hacia él para así poder disfrutar ambos del beso.

Nos separamos y paso mi pulgar por sus labios para borrarle el brillo que se ha quedado allí.

-No. No lo borres -me dice apartando mi mano.- Así cuando lo vea antes de lavarme los dientes sabré que no ha sido un sueño.

Sonrío y no aparto la mirada de él hasta que acaricia mi mejilla.

-¿Nos vemos?

Asiento.

-Nos vemos.

Nos damos un casto beso y abro la puerta principal para luego girarme y ver a Federicco observándome, le sonrío, él me corresponde y marcho rumbo al ascensor.















Cuando escucho la puerta del apartamento abrirse, me pongo de pie y espero pacientemente a que Nuria y Cristina entren. Nada más aparecer en el salón, les pido lo más amablemente posible que tomen asiento, a lo que ellas asienten confusas.

-¿Qué pasa? - pregunta Cristina.

Paso las manos por mi cara y las miro.

- Hoy, mientras no estabais, ha llamado Federicco, y extrañamente, me ha dicho que os negabais a que él me hablase. ¡¿Se puede saber por qué?!

Ambas se miran y hablan con sus miradas para que luego la pelirroja empieza a hablar.

-Llamó cuando estabas de vacaciones, y le dijimos que no estabas. Cuando llegaste te lo íbamos a decir, lo prometo, pero te vimos tan feliz y sin preocupaciones sobre Federicco o Samuel que decidimos no decirlo.

-¿Pero y las demás veces, qué?

-No queríamos que volvieses a sufrir, Lucía. Por eso lo ocultamos.

Suspiro, me peino reiteradas veces mi trenza deshecha y las miro.

-¿Pero no podéis dejar que me equivoque? ¡Es mi vida!

-¡Y nosotras tus amigas!- exclama Cristina.- Y no queríamos que volvieses a sufrir por el imbécil que te ha hecho sufrir, joder.

-¡A él le tratas con más respeto!- exclamo.

Ambas me miran sorprendidas.

-¿Qué ha pasado cuando no estábamos?

-Hemos vuelto.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora