Capítulo 26.

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-¿Y bien?

-¿Y bien, qué? - pregunto extrañada.

-¡Joder, Lucía! - se queja Nuria.- ¿Cómo la tiene? Ya sabes...

Cristina y yo reímos.

-¿Cuánto hace que no tienes "eso"?-pregunta Cristina a Nuria.

Nuria empieza a contar con los dedos las semanas o días que no tiene sexo. Cuando acaba, nos enseña con su mano que hace máximo dos o tres semanas que no mantiene relaciones.

-Con razón quieres tener todo al detalle...- murmuro por lo bajo.

Nuria me pega un puñetazo en el brazo, a lo que yo me quejo y empezamos las tres a reír. El timbre suena y nos levantamos del césped para ir a nuestra próxima clase, historia. Durante el camino, vamos hablando sobre temas poco importantes hasta que Nuria me vuelve a insistir con que le diga el tamaño del miembro de mi... ¿pareja?

-Pero, ¿cómo lo tiene? Haré lo que sea con tal de que me lo digas - se arrodilla ante mí y me suplica con las manos.

-Me hace gritar hasta casi quedarme afónica, ¿te vale?

Nuria abre la boca de tal manera ante mi respuesta mientras Cristina ríe y niega con la cabeza junto a mí. Mi amiga se levanta y me abraza efusivamente para después darme besos por todo el rostro.

-¡Te quiero!- grita.- ¿O sea que la tiene grande? Guarrilla...

-Menuda pieza - niega con la cabeza Cristina.

Sigo con mi camino hacia mi aula junto mis dos amigas mientras reímos ante la escena de Nuria. Ahora tenemos historia, y luego, matemáticas. Al fin le veré después de dos días.











***








Ha transcurrido un mes desde que empezamos a mantener, a espaldas de la gente, nuestra relación. No puede ir mejor que nunca. Ahora puedo confirmar que estoy perdidamente enamorada de mi profesor.

Nos encontramos en su casa viendo una película. Empieza a acariciar mi pierna lentamente, después hace círculos y yo, empiezo a acurrucarme en su regazo.

-¿Esta noche puedes venir conmigo?

Giro mi cabeza para verle mejor y asiento con la cabeza.

-Sí, ¿por qué?

-Te llevaré a un sitio.

-¿Voy arreglada?

-Así vas bien, amor.

Y cuando me llama amor, mi sistema se activa y me lanzo sobre él a besarle. Acaricia mi espalda con una mano mientras que con la otra apreta mi trasero, provocando así gemidos que salgan de mi boca.

Estamos varios minutos mientras nos besamos. Deshago el beso a causa de la falta de oxígeno y le abrazo. Él me rodea con sus brazos y me siento bien. Le apreto más de lo que ya lo tengo, así intentando que no se vaya de mí.

-Te quiero - susurro.

-Y yo a ti, Lucía.

Nos pasamos toda la tarde abrazados, protegiéndonos mutuamente. Le quiero, sí.

Estoy completamente enamorada de él.









***


Llega la noche y los dos nos subimos en su coche para emprender el camino hacia donde me quiere llevar. Mientras conduce, para el coche en mitad del camino y me mira.

-¿Qué? -pregunto realmente extraña.

Se inclina y saca de la guantera un pañuelo azul. Me lo pone en los ojos y me besa pasionalmente, dejándome con ganas de más. Pone el coche en marcha y seguimos nuestro camino hasta llegar al lugar. Bajamos y me deja recostada en un árbol, o eso me llega a parecer.

Escucho como viene y se va cargando cosas. No sé qué trama. Puedo notar como una sonrisa se plasma en su rostro mientras viene hacia mí. Me toma de la mano y me hace sentar en una fina tela.

Me quita el pañuelo y, entonces, miro asombrada el alrededor. Estamos rodeados de velas en el valle que deja ver nuestro pequeño pueblo a varios kilómetros de distancia. Me incorporo y le beso agradeciéndole todo aquello. No nos separamos, si no que seguimos besándonos hasta acabar tumbados en la tela, la cuál me había sentado anteriormente.

-¿Cenamos?

Asiento con la cabeza y nos sentamos mientras Federicco saca todas las cosas que tiene en una bolsa. Empezamos a comer y nos besamos entre bocado y bocado. Las vistas desde el valle son preciosas, nunca creí que podría llegar a algo con él.

-¿En qué piensas?- me pregunta.

-En ti... En verdad pienso en todo. En ti. En mí. En lo nuestro.

-¿Te arrepientes?

-¿Qué? ¡No!-exclamo. - No me arrepiento de nada.

-Me habías asustado.

Ríe débilmente.

-¿Y tú, te arrepientes?

-Todo lo que tenga que ver contigo, no.

Sonrío avergonzada y agacho mi vista al mantel. Puedo notar como me mira y mis mejillas se tiñen de rojo. Su mano se posa encima de la mía y alzo la vista. Está aquí, es mío.

Se acerca lentamente a mí y nos empezamos a besar poco a poco, saboreando. La calidad de sus besos y su tacto me hace sentir en la gloria.


Mi jersey junto a su camiseta, acaban en el césped de aquel lugar que va a ser testigo de nuestro amor.
Me dejo llevar y ahora volamos entre las estrellas y el espacio uniéndonos en uno.

Sé que él me quiere y que yo a él también. Este mantel, las velas, el césped, las estrellas, la luna y toda la vegetación presente serán testigos de que nos perdemos el uno por el otro.

Acabamos completamente desnudos en aquel valle dónde se escuchan nuestros gemidos de placer. Entonces, me embiste, uniéndonos en uno.

Sus embestidas son lentas y profundas, sé lo que significa. Me está haciendo el amor. Mientras nos entregamos mutuamente, abro los ojos para observar su rostro y sus facciones, descubriendo lo perfecto que es.

Me pilla mirándole, me sonrojo y él me empieza a besar dulcemente. Introduce su lengua en mi boca y sus embestidas son más rápidas que las anteriores.


Sé que esta noche acabará tarde o temprano, pero no quiero. No hay nadie que me haga más feliz que él. Me hace sentir de una manera distinta a todas las personas. Tal vez querida o incluso me hace revivir lo que perdí en un tiempo. Ha llenado mi corazón lentamente, ocupando así gran parte de él, o incluso todo.

Federicco, estoy enamorada de ti.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora