Capítulo 57.

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-¿Qué?- digo confusa.

¿Qué tiene que ver Rodrigo en todo esto?

Formo una bola de papel la nota y me la guardo en el bolsillo de atrás de mi vaquero, suspiro y recojo mi uniforme junto mi placa para después llevárselas al nuevo jefe.

Tras hacer aquello, mi mente sigue preguntándose qué pinta Rodrigo en todo aquello.

¿Y si fue aquel que cerró la puerta de golpe en el callejón?

Niego con la cabeza y cierro la puerta del despacho.

Nada más salir, empiezo a escuchar gemidos que provienen de la zona de trabajadores, me dirijo allí y veo lo que menos me espero. Rodrigo y Marina manteniendo relaciones sexuales en plena sala.

No se han percatado de mi presencia, yo me tapo los ojos intentando borrar la imagen de Rodrigo empotrando en la pared a mi amiga.

-¿Hola?- pregunto.

Los gemidos cesan, escucho algún que otro cuchicheo y me sorprendo cuando veo que una mano baja la mía.

-¿Ya has vuelto?- pregunta Marina asombrada.

Asiento frenéticamente con la cabeza.

-¡Qué bien!

Me abraza efusivamente y no puedo contener la alegría de que mi amiga se muestre tan alegre de verme, pero en cuanto alzo la vista, veo a Rodrigo.

Este se encuentra mirando a otra parte, sin prestar atención alguna a lo que sucede entre nosotras.

-Ya no trabajaré aquí, me han despedido - le murmuro en su oído

-¡¿Qué!?¡¿Por qué?! - exclama. - ¡No pueden despedirte!

Justo en ese instante, Rodrigo dirige su mirada para posarla en mí y creo ver en sus ojos algo de nerviosismo.

-Me dejaron una nota- les digo a los dos.

Marina se muerde el labio nerviosamente y dirige su vista al suelo, a lo que yo respondo con el ceño fruncido, pero cuando veo a Rodrigo, no hay expresión alguna en su cara.

-¿Y qué decía? - me pregunta él.

Saco de mi bolsillo trasero la nota arrugada y la intento alisar con mis manos, cosa que no consigo.

-Que fuiste tú.

Marina, asombrada, abre los ojos de par en par y nos mira a ambos con alucinación en su rostro. En cambio Rodrigo, arquea una ceja vacilante para después mostrar media sonrisa.

-Yo no.

Río irónicamente.

-Pensaba que eras mis amigo, pero ya veo que no.

Sonríe mostrando sus dientes para luego meterse las manos en sus bolsillos e intentar intimidarme con su mirada.

-No podía dejar que Samuel estuviera con una zorra como tú. Además, cabe decir que está prohibido.

Tal vez él espera una reacción un tanto negativa por mi parte, ya sean gritos u insultos, pero no. Sonrío cínicamente y me acerco a él hasta estar a escasos centímetros de su rostro.

-Yo seré una zorra, pero, ¿ y tú?

Vuelve a arquear una ceja y sonríe con prepotencia.

-Yo soy el novio de Marina - dice con chulería.

- Y el de Carmen- añado. - Porque si no voy mal, esta mañana me ha preguntado por ti.

-¿Qué? - pregunta Marina.

Ambos desviamos nuestras miradas a Marina, que se encuentra con sus ojos inyectados en sangre y lágrimas deslizándose por sus mejilllas. Acerca su mano al collar de su cuello y lo arranca para luego tirarlo al suelo.

-Hijo de puta - le dice.

Sale de allí para dirigirse a los callejones dando portazos mediante va dirigiéndose al lugar. Ambos nos volvemos a mirar y puedo notar la ira en mis venas.

-¿Por qué, Rodrigo?

Ríe silenciosamente y niega con la cabeza.

-No podía dejar que te acostases con Samuel. ¿No sabías que está prohibido?

-Sí, pero yo le quería - le digo.- ¿Nunca has querido a alguien tanto que incluso duele?

A mi mente viene mi profesor. No sé el por qué de aquello, pero lo presiento. Mi corazón se contrae ante aquel pensamiento y una extraña sensación de añoranza se hace presente en mí.

-No - dice tras unos segundos.- Nunca he amado a nadie.

-¿Y Marina?

-Un simple pasatiempo.

Niego con la cabeza para después mirarle con repugnancia.

-Yo soy zorra, pero tú un sin corazón - me dirijo hacia el callejón. - Y más te vale dejar a Marina, si no...

-¿Me denunciarás por robarle corazón? - ríe. - No podrás, ella me lo dio de antemano, al igual que al abrirse de piernas. Al fin y al cabo todas son como tú, zorras que se abren de piernas a la primera.

Le miro alucinada, ¿de verdad este es el Rodrigo que yo conocía? No puede ser...

-Eso es lo que dices, porque tú te vas a las fáciles, ¿pero sabes que pasa? Que tu recurres, como dices tú, a las zorras porque nadie te quiere.

-Carmen me quiere.

Río sarcásticamente y niego con la cabeza.

-Solo le das pena.

No le dejo que responda ya que me marcho hacia el callejón para buscar a Marina, y nada más llegar al lugar, la veo. Se encuentra sentada en el frío suelo del callejón llorando.

Me acerco a paso lento hacia ella para después agacharme a su lado. La abrazo fuertemente intentando tranquilizarla, pero lo que logro ea que ella me mire y vea sus escasas lágrimas en el rostro.

-Yo lo sabía - me dice.- El día en que os pilló en el callejón, le vi mirar y luego irse, entonces suspuse que lo había visto. Además, yo te escribí aquella nota.

-¿Y por qué reaccionas así? ¿Y cómo supiste que me habían despedido?

-No pensé que actuaría así, haciendo eso. Escuché como despedían a Samuel, entonces suspuse que tú serías la siguiente.

-Me ha dicho que eras solo un pasatiempo - le susurro.- No sabes cómo he reaccionado ante eso.

-Ya lo sabía, pero aun así me arriesgué. Yo siento algo por él, pero creo que no es mutuo.

-Entonces, déjale.

-Ya lo he hecho.

Me incorporo y le tiendo la mano para ayudarla a ponerse de pie, ella la toma y se levanta . Ambas sacudimos nuestros pantalones, nos miramos y nos abrazamos.

-¿Sabes cuánto te quiero? -me dice.- Así.

Y como una niña pequeña, indica la distancia extendiendo sus brazos hasta que no dan de más.

-Yo también - digo riendo.

-Te voy a echar de menos, Lucía.

-Yo también, Marina.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora