Capítulo 23.

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Me levanto y apago la alarma para así levantarme en la fría noche de finales de marzo. Me siento en mi escritorio y compruebo la hora. Son las cinco y media de la mañana. Abro el libro de matemáticas y empiezo a repasar fórmulas y problemas durante hora y media.






Al acabar de haber estudiado: me ducho, desayuno y me visto, y después emprendo camino hacia la parada de autobús mientras repaso los apuntes que llevo en mi mano.

Al llegar el vehículo hago la misma rutina: saludar al conductor, dirigirme a la parte trasera y estudiar. Esta vez no observo a mi profesor aunque lo tenga a dos filas mirándome a mí.


El bus llega a mi instituto y me bajo, guardo los apuntes y camino hacia la entrada mientras escucho música. Abro la taquilla, cojo los libros y me dirijo a mi mesa para luego sentarme.

A primera hora tengo el examen de matemáticas, así que abro el libro y los apuntes y empiezo a estudiar hasta que una voz nos detiene a todos.

-Guarden las cosas y déjenlas en el suelo. Saquen un bolígrafo azul, folio y calculadora.

Todos hacemos lo mismo que nos ha ordenado Federicco. Hoy no os voy a negar que no le he mirado, porque no es verdad. Le miro, y está precioso.

Como siempre, dejo las cosas en el suelo y miro a mi profesor que revisa a cada uno de los alumnos, pero cuando su mirada va a posarse en mí la enfoca a mi compañero de delante. Suspiro y maldigo en voz baja mientras un compañero reparte los exámenes.

Tengo que aprender que no puedo tener todo lo que quiero, especialmente a él.













***












Miro el resultado de la calculadora y lo compruebo con el que tengo escrito en el papel.

Federicco nos ha dejado varios minutos más para poder repasar o acabar el examen. Cuando me incorporo de mi asiento para ir a entregarle el examen, me percato de que tan solo quedamos cinco personas en la clase.

Me dirijo hacia la tarima, subo a ella y camino hacia donde se encuentra mi profesor. Le entrego sin mirarle el examen y me encamino hacia mi pupitre para recoger las cosas.

-Lucía - sale mi nombre de sus labios.

Volteo con una ceja arqueada.

-Al acabar las clases tengo que hablar contigo sobre tus notas.

No asiento, tampoco le respondo, solo me giro y acabo de recoger las cosas que tengo por el suelo y en la mesa. Me cuelgo la mochila en un hombro y luego agarro mi cartapacio con el brazo izquierdo.

Salgo de clase y bajo hasta el piso de primero y segundo de ESO, entro en el aula y me siento en un pupitre al azar, coloco la mochila encima del pupitre y suspiro.

La gente va entrando al aula y veo como cada uno se va colocando en sus respectivos asientos, y a los minutos, aparece Ernesto con una sonrisa.

-Buenos días.¿Quién quiere salir a la pizarra y conseguir un positivo?









La clase de tecnología junto las siguientes, pasan lentas y aburridas.

El timbre suena dando a entender que las clases han acabado. Me levanto de mi asiento y dejo los libros en la taquilla para después ir a la sala de profesores a buscar a Federicco.






Tengo la puerta enfrente mía, pero el nerviosismo y la inseguridad hacen que no pueda tocarla, pero al fin y al cabo, acabo dando dos golpes a la fría madera de la puerta. Escucho que alguien responde con un "adelante", pongo la mano sobre el pomo y abro la puerta.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora