Capítulo 22.

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Sentada en mi respectivo asiento, observo cómo la profesora de lengua escribe la teoría en la pizarra.

Miro la pizarra con la mente en blanco, estoy ausente, y todo esto después de lo sucedido antes del recreo. Ha pasado una hora de aquello, o tal vez dos; no lo recuerdo bien.

El tiempo ha transcurrido lentamente después de aquello. Tras llorar, pasé un tiempo en el baño odiando con mi corazón al hombre que me había confesado.

-Lucía, continúa leyendo - me ordena la profesora.

-No.

-¿Cómo?

-Pues que no - repito indiferente.

-¿Pero quién te has creído que eres?

No contesto.

-¡Respóndeme!- grita.

Sigo callada.

Se acerca a mí con paso decidido, yo no aguanto más la risa y me río al ver la cara que pone mi profesora al enfadarse.

-¡Me estás faltando el respeto, Lucía! ¡Fuera del aula!- me señala la puerta.

Me agacho para buscar el teléfono y los auriculares en mi mochila, los saco y me levanto de mi asiento.

Al salir, me pongo los auriculares, desbloqueo el teléfono para pulsar al play y dejar sonar la música.





Durante aquella hora, paseo por todo el bloque de ESO y bachillerato. Saludo desde las ventanas a los profesores mientras voy escuchando música.

Tras recorrer todo el bloque, vuelvo a la planta de bachillerato y camino por allí, me asomo ventana por ventana para ir viendo que profesores hay hasta que en uno me encuentro a quién menos quería, Federicco.

Al verle, empiezo a notar la opresión en mi pecho que sentí hace una hora y noto como los ojos se empiezan a aguar.


Ya pasada la hora de clase, me dirijo hacia el patio de las otras veces, solo que hoy me cambio de banco ya que el otro me trae recuerdos de todo lo que pasó allí hacen tan solo dos días. Tomo asiento y volteo mi cuerpo de manera que puedo contemplar mi pueblo, Vic.

Cuando me doy cuenta, ya ha acabado la última hora de clases. Compruebo en mi teléfono la hora y han acabado hace diez minutos.

Bajo hacia mi aula y recojo todo. Tras acabar, salgo pero topo con otra persona. Alzo la vista y veo al profesor de tecnología, Ernesto.

-Oh, lo siento - me disculpo retrocediendo hacia atrás.

-Tranquila - sonríe.- Por lo que me he enterado hoy, has tenido un día movidito, ¿no?

No sé a qué se refería.

-¿Qué?

-En la sala de profesores han hablado de ti. Bueno, concretando solo ha sido la profesora de lengua, pero otro profesor también la ha apoyado - comenta.

-¿Quién?

-Federicco.

El mundo se me cae a los pies, me derrumbo internamente al pensar que el hombre con el que me he besado hable mal de mí a mis espaldas. Miro directamente al suelo sin saber que responder, pero creo que Ernesto nota mi dolor y apoya una mano en mi hombro como consuelo.

-Pero no te preocupes, yo te he defendido - sonríe victorioso.

Río.

-¿Y qué ha dicho Federicco de mí?

-Por lo poco que he oído, comentaba que no prestabas demasiada atención a sus clases y faltabas.

-¡Pero si no es verdad!- me defiendo.

-Yo eso ya no lo sé, Lucía.

Hablamos por unos minutos más y nos dirigimos hacia la puerta de salida, nos despedimos y yo espero varios minutos para ver si localizo a mis amigas, pero veo a otra persona, mi último novio.

Aarón viene con su casco de moto bajo el brazo y su andar chulesco; no ha cambiado. Se percata de que le miro y me sonríe mientras viene hacia mí.

-Hola, guapa.

-¿Qué haces aquí?

-Vengo a buscar a mi hermana, ya sabes.

-El hermano perfecto - ironizo.

-Tú sí que eres perfecta - me piropea mientras recorre todo mi cuerpo con sus ojos.

Me giro al notar una presencia y veo que es Federicco. Lo que voy a hacer sé que está mal, bueno, más que eso, parecería una cualquiera.

Me acerco al oído de mi ex pareja y le susurro cosas coquetas, a lo que él me corresponde con un intento de besarme en plena cara de mi profesor, pero yo le paro y niego con la cabeza.

-Ni en tus sueños.

Río.

Bajo las escaleras que me faltan y me dirijo a la parada del bus. Puedo notar la mirada de ambos hombres en mí, pero no me quiero girar. Sin embargo, lo hago y veo la mirada de Aarón en mí con cara de malas pulgas y luego miro a Federicco.

Él no me mira, si no que tiene la mirada puesta hacia otro lado, pero al notar mi mirada la dirige hacia mí y me mira completamente serio.










***












-¿En serio te iba a morrear?- pregunta incrédula Cristina.

-Sí -río. - Pero no sé si me vio quién yo quería.

-Si lo hiciste en sus narices, para no verlo... - comenta Nuria mientras acaba de beber el café.

Habíamos quedado media hora antes de entrar al instituto para desayunar juntas. Les había contado lo sucedido ayer por la tarde y las dos se quedaron sin palabras.

-Me he propuesto olvidarle - les anuncio.

-Eso dijiste hace unos meses y mira, sigues igual.

-Estás en lo cierto, Nuria - apoya Cristina.

-Ya, pero esta vez es diferente -murmuro.- Antes estaba ilusionada, ahora después de todo lo que ha pasado...









Acabamos de comer y nos dirigimos al instituto. La acumulación de los alumnos de ESO y primero de bachillerato hace que no haya espacio para pasar al recinto escolar, por lo tanto tenemos que esperar unos minutos para entrar.

Cuando finalmente entramos, Nuria y Cristina se dirigen directamente al aula, mientras que yo voy a la taquilla a sacar los libros.




Al acabar la cierro, y cuando volteo me topo con una persona, lo que causa que caigan mis libros. Me agacho remugando por empezar así la mañana, mientras que la otra persona me imita recogiendo mis libros. Al acabar de recoger todo, nos incorporamos ambos y nos vemos las caras.

-Gracias, Federicco - agradezco cortante.

Él tan solo asiente con la cabeza y me mira sin expresión para después seguir su camino. Observo su espalda ya que es lo único que veo desde atrás mientras suelto un largo suspiro.


A mi mente vuelven todos los momentos "vividos", han sido escasos pero ¿y qué? Me he dado cuenta de que estoy perdidamente enamorada de él, y no hay vuelta atrás.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora