Capítulo 55.

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A pesar del calor que es presente en el inicio de verano, siento como el calor se va de mi cuerpo para instalarse el frío en él.

Mis ojos, abiertos de par en par, le miran asombrados a Samuel. Mi boca se encuentra entreabierta y seca, muy seca. Mis manos están temblorosas y frías a causa del cambio de temperatura tan radical que ha sufrido mi cuerpo.

-Pero... ¿Por qué?

Me mira fijamente, y si me esmero un poco más en observar su mirada, puedo ver como algo se ha roto en él. Une ambas de sus manos bajo la barbilla para después apoyarla, mirarme y suspirar.

-Porque no confías en mí, Lucía. Desconocía totalmente esto que me has dicho, pensaba que te fiabas de mí.

-Y lo hago - murmuro.

-También has planeado irte sin mí. ¿No te das cuenta, Lucía? Has planeado tu vida sin mí.

Niego con la cabeza.

-¿Qué? No, no y no. No quería contarte como me sentía para no preocuparte, Samuel, y es cierto que había planeado el viaje sin ti, porque necesito tiempo para descansar, y supuse que tú trabajarías al ser jefe de los empleados.

Mis manos tiemblan más que antes para que después el frío ya instalado en ellas, pase a helado. La sangre ya no circula por mi sistema circulatorio.

-Tú misma lo has dicho, Lucía. Lo pensaste, pero sin mí.

-¿Entonces todo ha acabado?

Intento retener las lágrimas para que no salgan, pero es en vano. Se deslizan una por una lentamente por mis mejillas sin parar.

-Me frustra que no hayas confiado en mí.

-Claro que confío, Samuel. Por favor - sollozo.

Niega con la cabeza.

-Tienes dos semanas de vacaciones - suspira y no me mira a los ojos.- Ahora puedes marcharte.

-Samuel, por favor. Yo te quiero.

Me mira y puedo ver el dolor en su mirada.

-Y yo, Lucía. Pero, ¿por qué tengo que estar con alguien que no confía en mí?

Niego reiteradas veces con la cabeza mientras las lágrimas salen sin censura alguna. Esto no puede estar pasando, simplemente no.

Sollozo ante su atenta mirada y noto como mi corazón se hace pedazos.

"¿Otra vez, Lucía? ¿Otra vez?" Me pregunto.

Sí, otra vez.

El dolor en mi pecho cada vez se hace más y más grande a medida que el tiempo transcurre.

-Adiós, jefe.

-Adiós, señorita Rodríguez.

Salgo de su despacho y me dirijo corriendo hacia mi coche. Nada más entrar en el vehículo, sollozo como nunca.

¿Cómo había podido acabar todo así

Apoyo mis brazos en el volante y pongo la cabeza sobre ellos para seguir llorando.

¿Realmente me había enamorado de nuevo?

No puede ser, yo no puedo sentir aquello. Mi pecho arde y siento un profundo vacío en él.

Otra vez me han roto mi corazón.

Inclino mi cuerpo hacia la derecha y abro la guantera para sacar de allí un paquete de tabaco. Bajo la ventana del piloto y prendo fuego a mi cigarrillo. Lo posiciono entre mis labios y aspiro.

A la mierda dejar el tabaco.

La vida me ha dado una gran lección con respecto al amor. No puedo enamorarme de nadie, ya que acabaré siempre dañada. No puedo volver a relacionarme con el sexo masculino.

No puedo acercarme ni a Federicco.






***







El sol de las diez de la mañana entra por la ventana de mi habitación de hotel, causando así que me despierte. Gruño y me incorporo, me dirijo hacia la ducha para después bajar al buffet del hotel.


Tras haber roto mi relación con Samuel, al día siguiente me marché a Mallorca con la intención de olvidarle, de olvidar a Federicco y pensar.

Ya han transcurrido dos días desde que me fui de Barcelona y no tengo noticias de nadie ya que mi teléfono está apagado.

Salgo de la ducha y me envuelvo en una toalla, me observo al espejo y veo cómo mi pelo húmedo cae por mis hombros. Suspiro y tomo mi peine para desenredarlo.

Mientras me peino, observo mis ojos y me pregunto cómo puedo seguir viviendo después de todo. Pensé que dejaría de respirar tras haberme dejado Samuel, yo realmente le amaba.

Según dicen, los ojos son el espejo del alma, pero mi mayor pregunta es... ¿Cómo se encontrará mi alma? Lo más probable es que tenga tanto dolor que acabe destrozada al igual que mi corazón.









Tras haberme vestido y secado, me observo en el espejo del baño. Mi pelo se encuentra más claro que de costumbre y con las puntas rizadas, mi cuerpo se está envuelto por un vestido veraniego de tonos verdes y rosas pálidos. Después de mirarme, tomo mi bolso y mis gafas de sol para irme a desayunar.




***





Al acabar de desayunar, salgo a la calle y me dirijo hacia el Carrer del Mirador, que es donde se encuentra la tan famosa catedral de Mallorca. Tras haber caminado bastante tiempo, al fin llego y observo en su esplendor la catedral.

Camino unos cuantos metros hasta encontrarme en el Parque del Mar, donde se halla un lago artificial acompañado de un fuente en medio, y atrás suya, la hermosa catedral.

Alzo la cabeza para observarla y me sorprendo ante lo bella que es. Saco la cámara de mi bolso y tomo varias fotos de ella para después sentarme en unas escaleras que hay por el lugar.


Cuando me siento, observo a lo lejos un grupo de amigas charlar animadamente encima del césped que se encuentra a unos metros del lago artificial. Después desvío la mirada hacia la izquierda, donde se encuentra la Plaza de la Reina y allí hay varios mimos de diversos tipos.

Curiosa, me acerco a ellos y observo a cada uno asombrada ante lo difícil que es su trabajo. Uno de ellos, sin querer, me recuerda a Federicco. El mimo va vestido minero, y observa a la gente con una mirada dura y autoritaria, como cuando le conocí...

Tras estar varios minutos observándoles, decido emprender camino hacia El Borne, que es el lugar de quedada de los jóvenes de hoy en día según me han explicado. Cuando llego, abro la boca sorprendida y me deleito por lo maravilloso que es el lugar.

Tras haber recorrido gran parte de Palma durante todo el día, mi mente sigue estando en otro lugar, en Barcelona.

Nada más llegar a mi habitación, enciendo mi móvil y observo todas las llamadas perdidas que tengo de mi madre, de Nuria y de Cristina. No he recibido ningún mensaje de Samuel, y hace tiempo que de Federicco tampoco, pero ya me da igual.


Tras llamar a Nuria y a mis padres, bajo al buffet y ceno. Sobre las doce de la noche me encuentro de nuevo en el Carrer del Mirador observando la catedral a altas horas de la noche.

-Wow...- murmuro.

Estoy observándola hasta las doce y media de la noche, y al llegar de nuevo a la habitación, me pregunto si realmente yo llegué a enamorar a alguno como aquel monumento me ha enamorado a mí.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora