Capítulo 60.

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-¿Lucía?

La mano con la que sujeto el teléfono me tiembla ante el estado de shock en el que estoy.

¿Me han estado ocultando todo esto? No me lo puedo creer...

A pesar de estar bastante mosqueada con mis amigas, mi corazón no deja de latir al escucharle a través de la otra línea del teléfono. Mis mejillas se tiñen levemente de rojo y mi corazón late a mil.

Me ha estado llamando.

-¿Hola? ¿Hay alguien?

Me aclaro la garganta.

-Sí.

Escucho un suspiro.

-¿Eres Lucía?

Asiento con la cabeza, pero después me percato de que él no me puede ver, así que me limito a decir:

-Sí, soy yo. ¿Por qué?

Escucho su respiración y mi corazón late cada vez más rápido. Estoy hablando con él tras casi seis o siete meses después.

-Te he estado llamando... Nuria y Cristina me dijeron en un principio que estabas de viaje.

-Sí, me tomé unas vacaciones. ¿Qué querías?

-Quería hablar contigo.

-¿Sobre...?

-No he parado de pensar en ti, Lucía.

El tiempo se para, solo puedo escuchar el latido apresurado de mi corazón y creo, por un instante, que estoy en un sueño, pero no.

-Ya hablamos sobre el tema hace tiempo.

-Casi seis meses hace de eso. Necesito verte.

-¿Por qué lo haces tan difícil, Federicco?

Escucho un suspiro.

-Te demostraré que he cambiado, Lucía.

-No me basta con que me lo demuestres, es que ya no confío en ti.

-¿Por qué?

-Porque me dejaste por tu ex. ¿Sabes lo que dolió todo eso? Te fuiste con ella y yo solo fui tu juego, no...

-¿Sigues pensando eso?- me interrumpe.- Es cierto que te dejé por ella, creí que la amaba, pero me di cuenta de que no era verdad, Lucía. ¿Por qué no lo aceptas ya? Te amaba y te amo a ti.

-Tal vez no lo acepte porque me sigue doliendo. Sabes que no me fío de ti.

Escucho otro suspiro desde la otra línea.

-Haré lo imposible por hacer que confíes en mí.

-No lo hagas, simplemente demuéstralo porque...

-Lucía.

-Dime.

-Necesito verte hoy.

Suspiro.

-No creo que sea...

-Por favor.

Yo también tengo ganas de verle, quiero decirle, pero no puedo dejarme ver tan vulnerable ante él. Suspiro y miro la hora en el reloj de la cocina. Son las dos del mediodía.

-Vale. ¿A qué hora?

-¿Has comido ya?

Sé que pretende.

-Sí.

-Ah, bueno. ¿Te parece si te paso a buscar y vamos a dar una vuelta por el pueblo?

-¿Sigues viviendo en Vic? Pensaba que vivías en Barcelona... Mejor ven aquí y paseamos.

-Sí.

-Te mando la dirección de donde vivo y... me pasas a buscar, ¿vale?

-De acuerdo. Nos vemos, Lucía.

-Adiós, Federicco.

Cuelgo, suspiro y presiono el teléfono en mi pecho.

No ha habido conversación telefónica más incómoda que esta.

Compruebo de nuevo la hora, le mando mi dirección y me dirijo corriendo a la cocina. Me hago unos nuggets para comer y me voy rápidamente hacia mi habitación para vestirme.








Tras acabar de calzarme, me miro al espejo de la habitación y empiezo a trenzar mi pelo castaño claro. Después de haberlo hecho, me aplico un poco de brillo de labios y me maquillo los ojos.

Después de maquillarme y lavarme los dientes, mi teléfono vibra dándome a entender que tengo un mensaje suyo.

Federicco: Ya estoy abajo.

Suspiro intentado calmar mis nervios y actuar como si fuese algo normal, pero en el fondo sé que es de todo menos eso.

Me pongo mi chaqueta y cierro la puerta del apartamento con llave, llamo al ascensor para después bajar en él hasta llegar a la planta principal. Salgo a la calle y veo a Federicco esperando fuera de su coche.

Antes de dirigirme a él, le observo. Lleva las gafas de ver que se deslizan por el puente de su nariz, su pelo castaño oscuro está cortado y lleva la misma gabardina que la otra vez.

Me quedo sin respiración.

Él alza la vista y me ve, creo que intenta forzar una sonrisa pero acaba resultando una mueca. Me acerco a él con paso decidido hasta estar a unos metros enfrente suya.

-Hola - murmura.

-Hey.

-¿Vamos a dar una vuelta?

Asiento.

Suspira y mete sus manos en los bolsillos para emprender un camino sin destino alguno. Observo su perfil y suspiro al ver lo atractivo que está con aquellas gafas deslizándose por su puente.

-¿Cómo te encuentras?

Me mira y sonríe.

Cómo añoraba tu sonrisa...

-Ahora mejor, ¿y tú?

-Bien, bastante bien.

Nos volvemos a sumergir en silencio. Miro mis pies mientras caminamos y observo mis botas de color marrón. Un escalofrío recorre mi columna al sentir su mirada en mí, alzo mi vista y estoy en lo cierto, me está mirando.

-¿Vamos a esa cafetería?

Miro el lugar donde dice y asiento.

Nos adentramos al local y observo el interior. Es una acogedora cafetería con escasas sillas y abundantes sofás de esquinas. Nos sentamos en una esquina allí, y él toma asiento a mi lado.

Me quito la chaqueta ante su atenta mirada, le miro y me sonrojo al ver cómo me mira, de igual forma que hace años...

-Te he echado de menos- me susurra.- Y no sabes cuánto.

-¿Por qué no te creo?

Suspira y en ese momento llega la camarera, anota nuestros pedidos y luego se marcha.

-Lucía, por favor... Un hombre hace locuras cuando ama a una mujer.

-¿Y tú cuál has hecho, Federicco?

La camarera trae su café con leche y mi cappuccino. Tomo entre mis manos la taza y sorbo un poco el café ante su mirada.

-Un día estaba de compras en Barcelona por el cumpleaños de mi madre, vine hasta aquí para comprarle el regalo en una tienda, pero estaba cerrado. Me frustré ante aquello y decidí volver hacia mi coche, pero de camino me topé con un Starbucks y decidí ir a tomar un café, entonces te vi y a partir de ahí siempre recorría kilómetros para solo verte diez minutos.

-Venías a verme...- murmuro.

Contemplo cómo sus ojos me miran intensamente y lame sus labios secos por el frío. Observo sus labios y unas inmensas ganas de besarlo se apoderan de mí, pero no lo hago.

-Pensé que había dejado de amarte, pero me equivoqué.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora