-¿Lucía?
La mano con la que sujeto el teléfono me tiembla ante el estado de shock en el que estoy.
¿Me han estado ocultando todo esto? No me lo puedo creer...
A pesar de estar bastante mosqueada con mis amigas, mi corazón no deja de latir al escucharle a través de la otra línea del teléfono. Mis mejillas se tiñen levemente de rojo y mi corazón late a mil.
Me ha estado llamando.
-¿Hola? ¿Hay alguien?
Me aclaro la garganta.
-Sí.
Escucho un suspiro.
-¿Eres Lucía?
Asiento con la cabeza, pero después me percato de que él no me puede ver, así que me limito a decir:
-Sí, soy yo. ¿Por qué?
Escucho su respiración y mi corazón late cada vez más rápido. Estoy hablando con él tras casi seis o siete meses después.
-Te he estado llamando... Nuria y Cristina me dijeron en un principio que estabas de viaje.
-Sí, me tomé unas vacaciones. ¿Qué querías?
-Quería hablar contigo.
-¿Sobre...?
-No he parado de pensar en ti, Lucía.
El tiempo se para, solo puedo escuchar el latido apresurado de mi corazón y creo, por un instante, que estoy en un sueño, pero no.
-Ya hablamos sobre el tema hace tiempo.
-Casi seis meses hace de eso. Necesito verte.
-¿Por qué lo haces tan difícil, Federicco?
Escucho un suspiro.
-Te demostraré que he cambiado, Lucía.
-No me basta con que me lo demuestres, es que ya no confío en ti.
-¿Por qué?
-Porque me dejaste por tu ex. ¿Sabes lo que dolió todo eso? Te fuiste con ella y yo solo fui tu juego, no...
-¿Sigues pensando eso?- me interrumpe.- Es cierto que te dejé por ella, creí que la amaba, pero me di cuenta de que no era verdad, Lucía. ¿Por qué no lo aceptas ya? Te amaba y te amo a ti.
-Tal vez no lo acepte porque me sigue doliendo. Sabes que no me fío de ti.
Escucho otro suspiro desde la otra línea.
-Haré lo imposible por hacer que confíes en mí.
-No lo hagas, simplemente demuéstralo porque...
-Lucía.
-Dime.
-Necesito verte hoy.
Suspiro.
-No creo que sea...
-Por favor.
Yo también tengo ganas de verle, quiero decirle, pero no puedo dejarme ver tan vulnerable ante él. Suspiro y miro la hora en el reloj de la cocina. Son las dos del mediodía.
-Vale. ¿A qué hora?
-¿Has comido ya?
Sé que pretende.
-Sí.
-Ah, bueno. ¿Te parece si te paso a buscar y vamos a dar una vuelta por el pueblo?
-¿Sigues viviendo en Vic? Pensaba que vivías en Barcelona... Mejor ven aquí y paseamos.
-Sí.
-Te mando la dirección de donde vivo y... me pasas a buscar, ¿vale?
-De acuerdo. Nos vemos, Lucía.
-Adiós, Federicco.
Cuelgo, suspiro y presiono el teléfono en mi pecho.
No ha habido conversación telefónica más incómoda que esta.
Compruebo de nuevo la hora, le mando mi dirección y me dirijo corriendo a la cocina. Me hago unos nuggets para comer y me voy rápidamente hacia mi habitación para vestirme.
Tras acabar de calzarme, me miro al espejo de la habitación y empiezo a trenzar mi pelo castaño claro. Después de haberlo hecho, me aplico un poco de brillo de labios y me maquillo los ojos.
Después de maquillarme y lavarme los dientes, mi teléfono vibra dándome a entender que tengo un mensaje suyo.
Federicco: Ya estoy abajo.
Suspiro intentado calmar mis nervios y actuar como si fuese algo normal, pero en el fondo sé que es de todo menos eso.
Me pongo mi chaqueta y cierro la puerta del apartamento con llave, llamo al ascensor para después bajar en él hasta llegar a la planta principal. Salgo a la calle y veo a Federicco esperando fuera de su coche.
Antes de dirigirme a él, le observo. Lleva las gafas de ver que se deslizan por el puente de su nariz, su pelo castaño oscuro está cortado y lleva la misma gabardina que la otra vez.
Me quedo sin respiración.
Él alza la vista y me ve, creo que intenta forzar una sonrisa pero acaba resultando una mueca. Me acerco a él con paso decidido hasta estar a unos metros enfrente suya.
-Hola - murmura.
-Hey.
-¿Vamos a dar una vuelta?
Asiento.
Suspira y mete sus manos en los bolsillos para emprender un camino sin destino alguno. Observo su perfil y suspiro al ver lo atractivo que está con aquellas gafas deslizándose por su puente.
-¿Cómo te encuentras?
Me mira y sonríe.
Cómo añoraba tu sonrisa...
-Ahora mejor, ¿y tú?
-Bien, bastante bien.
Nos volvemos a sumergir en silencio. Miro mis pies mientras caminamos y observo mis botas de color marrón. Un escalofrío recorre mi columna al sentir su mirada en mí, alzo mi vista y estoy en lo cierto, me está mirando.
-¿Vamos a esa cafetería?
Miro el lugar donde dice y asiento.
Nos adentramos al local y observo el interior. Es una acogedora cafetería con escasas sillas y abundantes sofás de esquinas. Nos sentamos en una esquina allí, y él toma asiento a mi lado.
Me quito la chaqueta ante su atenta mirada, le miro y me sonrojo al ver cómo me mira, de igual forma que hace años...
-Te he echado de menos- me susurra.- Y no sabes cuánto.
-¿Por qué no te creo?
Suspira y en ese momento llega la camarera, anota nuestros pedidos y luego se marcha.
-Lucía, por favor... Un hombre hace locuras cuando ama a una mujer.
-¿Y tú cuál has hecho, Federicco?
La camarera trae su café con leche y mi cappuccino. Tomo entre mis manos la taza y sorbo un poco el café ante su mirada.
-Un día estaba de compras en Barcelona por el cumpleaños de mi madre, vine hasta aquí para comprarle el regalo en una tienda, pero estaba cerrado. Me frustré ante aquello y decidí volver hacia mi coche, pero de camino me topé con un Starbucks y decidí ir a tomar un café, entonces te vi y a partir de ahí siempre recorría kilómetros para solo verte diez minutos.
-Venías a verme...- murmuro.
Contemplo cómo sus ojos me miran intensamente y lame sus labios secos por el frío. Observo sus labios y unas inmensas ganas de besarlo se apoderan de mí, pero no lo hago.
-Pensé que había dejado de amarte, pero me equivoqué.
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Quiéreme, profesor.
RomanceAmbos creían que el amor era pura especulación, o incluso algo que se llegaba a sentir si tenías suerte de encontrar a la persona indicada. Profesor y alumna estarán sumergidos en una historia de amor, llena de pasión y sobre todo momentos dolorosos...