Medito varios segundos la respuesta ¿Voy o no? ¿Qué sucederá? En principio no tengo respuesta alguna, pero mis dedos toman vida propia y aceptan su propuesta.
Yo: De acuerdo.
Federicco: Te veo donde antes... Ya sabes, el instituto.
El estómago se me revuelve al recordar todo lo sucedido allí. Una presión en mi pecho me hace no querer respirar, tal vez sean los nervios, o quizá el ansia por verle.
Tomo mi bolso junto mi chaqueta vaquera y me dirijo hacia mi coche sin despedirme siquiera. Al subirme al vehículo, tomo una profunda respiración para después emprender camino hacia mi antiguo instituto.
***
Aparco el coche en una de las esquinas que están más cerca y salgo, froto mis manos entre ellas intentando que hagan fricción y me proporcionen algo de calor, entonces le veo. Está parado observándome, lleva una gabardina negra y puedo ver desde aquí la profundidad de sus ojos.
-Dios mío -murmuro para mí misma.-Echaba de menos tu mirada...
Me sonríe y yo le respondo con una simple mueca que queda en un intento de sonreír. Empiezo a caminar hacia él, y cuando llego, se inclina y besa mi mejilla.
-Por un momento dudé que vendrías - me dice.- Ya no sabía que esperar de ti.
Le observo mientras habla y mi cuerpo tiembla.
¿Sigo sintiendo lo mismo que hace años?
-Necesitaba despejarme.
-¿Tenéis problemas?- pregunta interesado mientras caminamos.
Medito unos segundos.
-No estamos en nuestro mejor momento.
Puedo notar como gira su cabeza, me mira y muestra una pequeña sonrisa.
-Tal vez sea el final.
-Tú siempre tan positivo - le digo sarcásticamente.
-¿Le quieres?
-¿Qué? - pregunto confusa al no haberle oído.
Nos paramos en medio de la calle a altas horas de la noche. Federicco está enfrente de mí y por la escasa luz de la calle consigo ver su rostro, pero no lo que piensa. Me mira atentamente y alza un poco las cejas.
-¿Le quieres?
-Sí - digo sin más. - ¿Por qué no?
Ladea la cabeza hacia un lado.
-No te conozco - murmura asombrado.- Tal vez sean los años, o quizá no te recuerde así, pero me sorprendes.
Sonrío asimétricamente y emprendo camino.
-¿Debería sentirme halagada o no?
Federicco ríe débilmente para después toser y soltar aire por la boca.
-Puede, no digo que no.
-Entonces, gracias.
-No hay de qué, Lucía - me dice.- Me ha gustado volver a verte. Después de que te fuiste del instituto pensé bastantes veces que te vería, pero no. Supongo que cuando menos te lo esperas, pasa.
-Yo directamente estuve demasiado ocupada para pensar en volver a verte - le comento indiferente.
-¿Entonces no te alegras?
-Sí y no.
-Explícame el por qué.
Me paro frente a un banco, tomo asiento y él me sigue hasta posicionarse a mi lado, mirarme y recorrerme todo el cuerpo con su mirada.
-Has alterado mi vida -le digo.- Tenía todo planeado, pero como siempre, vienes tú y lo arrasas. La has alterado.
-¿Esto tiene que ver con ese chico?
Le miro, niego y sonrío.
-No, Federicco. Esto no tiene nada que ver con él.
-Sigo sin creerme que esté aquí contigo - me dice.- Pensé que nunca pasaría.
Río cínicamente.
-Federicco, para - le advierto. - Tal vez antes podías conquistarme regalándome el oído, pero ya no ¿No te das cuenta?
-Solo quería decírtelo.
No deja de mirarme y viceversa.
Sus ojos, marrones profundos, no dejan de mirarme al igual que los míos. Siento, por unos instantes, que me he vuelto a encontrar, mi corazón siente que se había perdido hasta que ha venido él. Lo extraño es que todo esto lo siento ahora, junto a él.
-Me muero por besarte.
Reacciono y lo miro perpleja, niego con la cabeza y desvío la mirada hacia otro lugar.
-Pues no podrá ser, Federicco. ¿Qué es lo que pretendes conmigo, volver a jugar? Ya no soy la misma, lo sabes.
Me mira, carraspea y toma aire.
-Cuando te vi sentía que me había perdido. Por unos instantes pensé que tan solo era una mera sensación, pero no - me dice.- Me equivoqué volviendo con Rebeca. Lo admito ahora y siempre, nunca tuve que dejarte por ella.
Le miro y por un momento llego a sentir que la mirada se me nubla.
-¿Por qué te tienes que disculpar ahora? La herida ya la hiciste sin pensar en las consecuencias que traería.
-Pensé que yo era tu juego, Lucía. ¿Sabes lo difícil que me fue verte con el rubio aquel?
-Eric - le digo.- Se llama Eric.
-Bueno, eso - refunfuña.- ¿Te crees que dejé de quererte de la noche a la mañana? Creí que con Rebeca tal vez no sería para ella un juego, pero me equivoqué.
-¿Por qué ahora?
-¿Qué?
-¿Por qué me dices todo esto ahora? ¿Por qué no antes?
-No lo sé.
-Yo sí - le digo.- Porque pensabas que ya no volverías a tomarme el pelo, pero claro, ahora vuelves a ver a la tonta de Lucía y es hora de jugar, ¿no? Me dices todo esto ahora porque nunca se te había ocurrido esta mentira hasta ahora, ¿o me equivoco?
Su expresión es la que me esperaba. Tiene los ojos abiertos, su boca igual y sus cejas elevadas.
Está atónito.
-¿Pero como puedes pensar eso?
-Porque me lo has dado a entender desde la última vez, y ahora más.
-No puede ser - murmura asombrado.- ¿Tan poca confianza tienes en mí?
-¿Quién es la otra? Dímelo.
-¿Qué dices?
-¿Quién es a la otra que tomas el pelo, Federicco? Porque un hombre como tú no se conforma con una, ¿o sí?
-No me esperaba eso de ti...
-¿A no? ¿Y qué te esperabas? ¿Que te bailase el agua? - río. - Federicco, estos años me he vuelto de todo menos ingenua.
Se pone de pie en frente mía y me mira asombrado.
-¿Pero es que no lo ves? -me dice asombrado. - ¡He ido todos los días desde que te vi a la cafetería por ti!
Le miro asombrada, si esto es una interpretación, lo hace de diez.
Su expresión es de impaciencia y preocupada. El ceño lo tiene más fruncido que de costumbre y espera con ansias una respuesta, pero no sé que decirle. Ni siquiera yo lo sé.
ESTÁS LEYENDO
Quiéreme, profesor.
RomanceAmbos creían que el amor era pura especulación, o incluso algo que se llegaba a sentir si tenías suerte de encontrar a la persona indicada. Profesor y alumna estarán sumergidos en una historia de amor, llena de pasión y sobre todo momentos dolorosos...