Capítulo 61.

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Mi corazón late rápidamente ante lo que me acaba de decir.

¿Me estará mintiendo?

Sigo observándole mientras pienso algo que decir, pero no se me ocurre nada, mi mente está en blanco.

-Supongo que no me creerás -me dice al ver que no respondo.- Y estoy dispuesto a hacer lo que sea para que me creas.

Suspiro, me remuevo en el sofá y enarco una ceja.

-Pero... ¿tú me dejaste de querer?

Toma la taza de café y la lleva a sus labios, lo sorbe mientras cierra los ojos y se deleita varios segundos por el sabor. Vuelve a dejar la taza sobre la mesa y me mira.

-Cuando te fuiste del instituto y yo estaba con Rebeca, creí que sí. Además, Diego se pasaba todos los días nombrándote a tu ex y a ti, no sé por qué, y ahí te recordaba.

Río por lo bajo y me callo ante su mirada.

-No te calles - me dice.-Me gusta oírte reír.

Me aclaro la garganta, uno mis manos sobre mi regazo y le miro.

-Prosigue.

-¿Cuánto han pasado de todo aquello? ¿Casi diez años? Supuse que no me querrías ver, por eso no volví a por ti tras haber dejado a Rebeca, pero aun así te anhelaba. El tiempo pasaba y no tenía noticias tuyas, por lo tanto decidí olvidarte, y cuando menos me lo esperé, te volví a ver.

Sonrío de lado y le miro a los ojos.

-¿Por qué has tardado tanto?

Ríe, se coloca bien las gafas y sonríe sin mostrar sus dientes.

-Supuse que todo aquello se había acabado.


Me pierdo en sus ojos y vuelvo a verlo como cuando tenía diecisiete años. No puedo negar que a pesar de que ha transcurrido el tiempo, mi corazón sigue latiendo apresuradamente cuando le veo, y es que sigo enamorada de él.

Me propuse desde un principio, después de que me dejase por Rebeca, que le olvidaría y no le amaría más. En su tiempo, cuando estuve con Eric y Samuel, logré conseguirlo, pero entonces volvió a aparecer él y me removió todo.

Sé que está ansioso por besarme, no negaré que yo tampoco, pero quiero seguir observándole hasta que la vista se me canse, y cuando lo haga, le recordaré en mi mente.


Mi mente vuela a mi último año de instituto, cuando le conocí, y creo que ha valido la pena esperarle todo este tiempo porque al fin le tengo.

- Te tendría que pegar una bofetada por todo el daño que me hiciste, pero es que no puedo.

Mira hacia el frente y sonríe.

-No te negaré que me la merezca, porque sí que necesito una, pero me alegra que todo se haya arreglado.

Le miro sorprendida y hago una mueca.

-No todo se arreglado, Federicco. Todavía tengo que volver a confiar en ti.

Se coloca de lado para así mirarme sin necesidad de girar el cuello. Posa su cabeza sobre su mano y su brazo sobre el respaldo del sofá.

-Te dije que haría lo imposible.

Suspiro y desvío la mirada al suelo.

-Y yo te dije que me lo demostrases con actos.

Escucho un pequeño suspiro por parte suya, mientras, yo me dedico a coger mi cappuccino y beberme lo poco que quedaba en la taza. Limpio mi boca con la servilleta y miro como él acaba su café.

-¿Recuerdas aquel día cuando hicimos el amor bajo las estrellas?

Asiento con la cabeza.

-Ahí me di cuenta de que eras algo más que una simple pareja, solo que nunca te lo dije.

-¿Y ahora me lo dices para reconquistarme?

Niega con la cabeza.

-Lo digo solo para que veas que yo también me acuerdo de todo lo nuestro a pesar de lo que ha pasado.

-¿Y qué pasó con Rebeca?- pregunto curiosamente.

Suspira y sonríe.

-Sigues siendo igual de cotilla -ríe. - Me prometió que no volvería a serme infiel con otro hombre, pero al tiempo la pillé en nuestro apartamento con su amante.

-Y yo pensaba que ella era una santa...- murmuro por lo bajo.



Entonces, ahí me percato de todo. El sueño que tuve hace meses en el mes de junio, se refería a él, a Federicco. Él es el hombre sin rostro que se marcha con una pelirroja, pelirroja es Rebeca y el hombre sin rostro es él.

Entonces, en ese momento, comprendo todo. Todavía siento el dolor que él me hizo hace años, y sigo sintiéndolo en estos instantes.

-¿Lo sientes? -me pregunta.

Pongo los pies en la tierra y lo miro con el ceño fruncido.

-¿El qué?

-La atracción - me regala una media sonrisa. - Todas las mañanas, cuando te veía en el bus y pasabas por mi lado, lo notaba. Sentía como una fuerza invisible que me apegaba a ti.

-Yo también la sentía.

-¿Y ahora?

Nos quedamos inmersos en un silencio en el cuál yo me dedico a notar aquella fuerza que nos atrae, y la noto. Es como si una persona invisible tirase de ambos para unirnos, para estar juntos.

Sonrío ante su mirada y asiento.

-Yo también la noto.

Coloca sus gafas de nuevo y me mira con aquella mirada con la que me miraba hace años. A mis diecisiete años me intimidaba, o tal vez me parecía tan sexy aquella mirada que me llegaba a sonrojar, pero ya no.

Ahora lo que siento es cómo me mira tras tanto tiempo, puedo ver en sus ojos aquellos sentimientos que él me ha dicho anteriormente, y sé que no miente.

Sé que me quiere.

Aparte de la fuerza que nos une, es evidente que la calor entre ambos sube bastante mediante transcurre el tiempo y yo llego a notar hasta el calor que desprende su cuerpo.

Mi corazón late apresurado y una alocada idea pasa fugazmente por miente, la ignoro y ambos nos seguimos mirando como si nos hablásemos con las miradas.

Él ha vuelto, ha venido a por mí y me ha añorado todo este tiempo.

¿Cómo no he podido darme cuenta de todo aquello?

Los latidos de mi corazón van más rápidos que antes, en la sangre me recorre la adrenalina ante el acto que voy a hacer, pero tampoco pierdo nada.

Sus ojos siguen penetrándome, y sé que ambos no necesitamos decir nada para saber que todo está bien, que hemos vuelto a años atrás donde nos queríamos.

Relamo mis labios y su mirada viaja a ellos, entonces veo como su boca se abre levemente y sé que ansía en besarme. Entonces, no necesito saber nada más, porque cuando me percato de lo que estoy haciendo, es cuando nuestros labios se encuentran unidos.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora