Es por la tarde de un día cualquiera de junio. Ya he acabado todo, e incluso he ido a selectividad y he aprobado.
Estoy caminando sin sentido por el centro mientras le doy caladas constantes a mi cigarro. Me miro en el escaparate de una tienda y me contemplo desde ambos puntos de vista. He cambiado. Estoy más delgada, mi pelo es rubio y mis ojos ya no brillan como antes solían hacerlo.
Mis pensamientos marchan hasta el día en que la luminosidad en mi rostro desapareció y sacudo la cabeza negativamente para ahuyentarlos de mí. Sigo caminando sin rumbo alguno y de un momento a otro, mi teléfono vibra.
Alberto: ¿Por qué no aceptaste mi cita al final?
Le dejo en leído y sigo mi rumbo sin sentido, pero me paro en seco cuando veo una figura que llego a reconocer. Es él. Es mi profesor.
A varios metros de mí, le observo tomado de la mano junto a Rebeca, alias: la zorra. Sonríen ambos e incluso soy capaz de oír la risa de él. Resulta ser un bonito sonido para mis oídos, sin embargo, no una agradable vista para mis ojos. Se empiezan a aguar y comienzo a respirar entrecortadamente. Me dirijo a un callejón aislado y seguidamente me siento sobre la acera, inspiro y expiro, pero el ataque de ansiedad cada vez es mayor.
Saco a duras tientas el teléfono y marco el primer número que encuentro: Eric. Tras tres pitidos responde y tratonde hablar con él, pero a causa de la falta de oxígeno, no puedo completar las oraciones.
-Estoy cerca, no te muevas.
Cuelgo y guardo el teléfono en mi bolsillo. Cierro los ojos y me propongo pensar en un sitio tranquilo, aunque mi mente me hace una mala jugada y únicamente repite la imagen de mi profesor con Rebeca. Están felices, supongo que yo soy la que sobraba.
Unos brazos me rodean y le observo con expresión derruida. Es él, Eric. Me tiende una bolsa de plástico y me tranquiliza con su timbre de voz, provocando que pequeños escalofríos recorran mi columna vertebral.
-Sh. Tranquila.- intenta calmarme.- Inspira y expira.
Cojo la bolsa entre mis manos y empiezo a hacer las indicaciones que me dice Eric. Mientras lo hago, observo cómo sus ojos verdes me miran preocupados. Aquel verde intenso me hace volverme a estremecer y provocar que un escalofrío me recorra la columna.
-¿Estás mejor?- pregunta.
Asiento.
Intento incorporarme y Eric me tiende una mano, el impulso al levantarme hace que nuestros rostros queden a escasos centímetros, provocando que nuestras narices se rocen. Eric inspirópa mi aroma y cierra los ojos, como si quisiera guardárselo en su memoria.
-¿Nos vamos?
Rompemos la cercanía entre ambos y emprendemos camino hacia mi casa. Por el camino, sin darnos cuenta, nuestras manos se rozan inconscientemente provocando en ambos un escalofrío. Me refiero a ambos, ya que cuando entro en contacto con él, veo como se estremece a mi tacto y yo al suyo.
Faltan dos calles para llegar a mi casa y me paro en seco, miro a Eric interrogante y me acerco a él. Nuestros labios están a punto de rozarse y noto cómo mi corazón late rápidamente ante el suceso que va a pasar.
-Bésame - le suplico.
Frunce el ceño y parece no entender el motivo. Quiero levantar mis sospechas. Sé que Eric siente atracción hacia mí más allá de lo físico, y yo, equivalentemente puedo decir lo mismo. A pesar de haber salido casi hace un mes de una relación, aquellas mariposas que sentía cuando veo a Eric permanecen ahí, y sé que algo crea en mí. No obstante, también le quiero usar para olvidar mis sentimientos hacia Federicco, aunque me duela.
-Bésame - repito.
Y no es necesario insistirle lo dicho ni una vez más, ya que sus labios se encuentran moviéndose al compás de los míos. En aquella calle donde empieza a anochecer, sube cada vez más la temperatura hasta el punto de que acabamos en su casa entregándonos mutuamente.
***
Me despierto y me remuevo en la cama. No estoy en casa. Sensores de alerta me hacen levantarme de golpe asustada, pero cuando veo a Eric tendido a mi lado y desnudo, me tranquilizo.
Empiezo a repartir pequeños besos por su rostro y por su cuerpo hasta que se despierta.
-Buenos días - dice con voz ronca.
-Buenos días.
Se acerca a mí y me besa los labios profundamente. Nos separamos ambos por la falta de aire y él se recuesta hacia mi lado para mirarme fijamente.
-¿Qué se supone que somos?-pregunto.
-Tú eres mi pareja.
-¿Y si no quiero?
Río.
-Yo te obligaré.
Se pone encima de mí y se cuela entre mis piernas. Empieza a besarme el cuello y lentamente va dirigiendo su mano a mi entrepierna. Gemidos salen de mi boca, y cuando introduce un dedo dentro de mí tan brutalmente, causa un grito de placer, pero entonces para.
-¿Qué coño...?
-Sé mi pareja - me pide.
-Eric, me has dejado a medias - me quejo mientras me cruzo se brazos.
-Por favor, no te hagas la difícil.
Me río y niego con la cabeza.
-Claro que lo seré, imbécil.
Nos besamos y nos colamos, de nuevo, entre las sábanas para dar rienda suelta a nuestro amor.
Empezamos a besarnos lentamente y saboreando los labios del opuesto, pero cada vez que pasa más tiempo, los besos se hacen más feroces y pasionales. Eric cuela una mano en mi entrepierna y empieza a estimularme, así provocando que deshaga el beso y gima fuertemente.
Posiciona su rostro en el valle de mi cuello y empieza a repartir besos. Introduce un dedo dentro de mí y araño su espalda fuertemente mientras rodeo sus caderas con mis piernas.
Mis caderas se empiezan a balancearse al son de sus dedos y gemidos salen de mi boca, pero cuando veo a mi pareja colocarse el preservativo, es una digna imagen para recordar. No puede ver nada menos erótico.
Posiciona su miembro en mi entrada y entra sin miramientos causando gemidos roncos y fuertes por parte de ambos. Muerdo su hombro de tanta excitación acumulada y araño su espalda, pero él tampoco se queda atrás. Succiona fuertemente mis senos y mi cuello causando hematomas en ambos lugares.
En aquella habitación de un día cualquiera de junio, tan solo se oyen nuestros gemidos y el placer que nos proporcionamos ambos.
Sé que con Eric podré de nuevo volver a creer en el amor y, de nuevo, ser feliz. Tengo que cerrar aquel libro y empezar otro nuevo, muy distinto al anterior.
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Quiéreme, profesor.
RomanceAmbos creían que el amor era pura especulación, o incluso algo que se llegaba a sentir si tenías suerte de encontrar a la persona indicada. Profesor y alumna estarán sumergidos en una historia de amor, llena de pasión y sobre todo momentos dolorosos...