Después de narrarles los hechos a mis amigas, nos fuimos a dormir hasta el día siguiente.
Al despertarme, la conciencia me carcomía, ¿por qué me había mostrado tan débil ante Federicco? ¿Por qué lloré? Lo más probable es que se estaba reviviendo la misma escena en la que él me dejó, pero sabía que ya no pasaría nada más.
Después de darme cuenta de que tan solo soy un reto para él, sé perfectamente como actuar. La gente me conoce por mi faceta de buena chica y cariñosa, pero cuando soy mala, soy el mismísimo diablo.
Me levanto de mi cama y suelto un bostezo. Miro mi teléfono y veo varios mensajes de WhatsApp junto varias notificaciones de otras redes sociales. Camino hacia el baño para tomar una ducha y después tirarme, literalmente, sobre el sofá.
Al ser domingo no tengo que trabajar, entonces estaré todo el día en el sofá engordando con comida basura. A pesar de ya tener veinticinco años, sigo con los mismos hábitos que tenía antes. Me gusta tirarme los días libre en el sofá comiendo basura y engordando.
El teléfono vibra, lo cojo, lo desbloqueo y accedo a WhatsApp.
Federicco: ¿Cómo estás?
Río y decido dejarle en leído para después levantarme e ir a hacer el desayuno.
Mientras me encuentro untando mis tostadas, otro mensaje llega a mi móvil, así provocando que vibre y haga un estruendo.
Federicco: ¿Estás bien?
Le dejo en leído.
Federicco: Lucía, por Dios. Respóndeme.
Leído.
Federicco: ¿Qué te pasa?
Entonces, en ese momento, decido responder y alejarlo de mí.
Yo: ¿Quién eres? ¿Y qué haces hablando con mi novia?
Me río a carcajadas tras haberle enviado el mensaje, y juro que su cara es un poema en esos momentos.
Llega un nuevo mensaje.
Federicco: Perdón, ¿con quién hablo?
-Tengo que darle a entender que no solo está Samuel...- me digo a mí misma.
Yo: Eric, su novio.
-Bendito seas, Eric.
Tal vez mi actitud ante esta situación sea un poco, o bastante, inmadura, ¿pero perderé algo por hacerlo? Tan solo quiero alejarlo de mí para que no me haga daño.
Llega un nuevo mensaje.
Federicco: ¿Pero no te llamabas Samuel?
Yo: ¿Cómo? ¿Tiene a otro?
Río y río ante sus mensajes hasta el punto de que me duele la barriga.
***
Después del mensaje que le envié a Federicco, no recibí ninguno más, tal vez había pasado lo que yo quería.
Sobre las cinco de la tarde me llama mi madre pidiéndome si puedo ir un momento a su casa. Al final, tras varias súplicas, acabo accediendo.
Después de ir a casa de mis padres y volver, aparco el coche dos calles más atrás de mi departamento para así poder ir al supermercado. Bajo del coche, lo cierro con llave y me dirijo al supermercado mientras me pongo los auriculares y empiezo a escuchar música.
ESTÁS LEYENDO
Quiéreme, profesor.
RomansAmbos creían que el amor era pura especulación, o incluso algo que se llegaba a sentir si tenías suerte de encontrar a la persona indicada. Profesor y alumna estarán sumergidos en una historia de amor, llena de pasión y sobre todo momentos dolorosos...