Capítulo 53.

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Mi corazón late a mil por hora, la sangre deja de circular por mis venas y mi mente se bloquea.

¿Por qué he dicho eso?

-L-lo siento...-tartamudeo.- No he...

-¿Lo dices de verdad?

Federicco se encuentra con aquella gabardina de la última vez, lleva su pelo castaño oscuro revuelto a causa del aire que hace a aquellas horas por la noche y me mira con expresión confundida y asombrada.

-¿Qué? No.

Niego reiteradas veces con la cabeza mientras me hago creer tanto a mí misma como a él que no es cierto. Sé que siento algo por él, pero no que llegue a tanto.

-Yo amo a Samuel - me justifico.- Eso lo dije sin pensar.

-¿Y por qué te justificas?- pregunta. - ¿O acaso estás mintiendo?

Avanza lentamente hacia mí mientras mi sangre sigue sin circular, al igual que mi cuerpo propio.

Intento decir algo coherente, o incluso algo para ahuyentarle, pero no puedo. Nuestros cuerpos están a escasos centímetros el uno del otro, puedo incluso notar el calor que desprende.

-¿Me estás ocultando algo, Lucía?

Alzo la vista y niego fríamente mientras le miro a los ojos.

-No tendría por qué mentir- le digo.- Si miento no conseguiría nada. Bueno, sí, que me usases como una prostituta.

Abre levemente la boca para hablar, pero yo me corro hacia la derecha para dirigirme a mi coche, pero entonces me toma de la mano.

-Te quiero - me dice.

Me arrastra hacia él para después besarme como si no hubiera un mañana. Yo, estática, abro los ojos de par en par para observar como disfruta besándome, pero me aparto.

-¡¿Qué coño haces?!- exclamo al borde de las lágrimas.

Agradezco a Dios por estar a unas cuantas calles del local y que Samuel no nos haya visto.

Federicco me mira sin comprender nada de lo que digo para después mirar a la gente que observa curiosamente la escena.

-¿Por qué haces todo esto? ¡Yo no te quiero!

Silencio.

-¡Respóndeme!- exijo.

-Estoy enamorado de ti -susurra. - ¿Tanto te cuesta comprenderlo?

Niego incrédula ante lo que me dice.

¿Cómo puede seguir con aquella mentira?

-Vete a la mierda, Federicco - le digo con la vista fija en su mirada.- ¿Cómo puedes seguir haciendo esto? ¿Tan desesperado estás?

Su expresión se vuelve más dura, sus ojos adquieren un color distinto al que tiene y su rostro no es el mismo de hace unos segundos. No le quito la vista, me tiene atrapada en aquella mirada.

Siento como me puerdo en sus ojos y viajo a través del tiempo. Puedo recordar a cómo saben sus labios y noto el beso que hace minutos me ha dado.

También mi mente recuerda su perfume de hace años, que es el mismo que lleva ahora. Me doy cuenta, en ese instante, que recuerdo todo de él.

Mi mente se ha tomado el privilegio de recordar cada detalle.

Sus ojos no apartan la mirada de mí, y viceversa. Recuerdos y más recuerdos vienen a mí sobre nosotros dos.

-¿No te has dado cuenta?

Ladeo la cabeza y niego.

-¿Cuenta de qué? ¿De que me quieres utilizar?

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora