Capítulo 43.

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- Hace mucho tiempo...- murmura sin dejar de mirarme.- Estás cambiada.

Río cínicamente y desvío la mirada a los demás clientes.

-Teniendo en cuenta que han pasado seis años, es lo más lógico. Ahora, si no te sabe mal, paga y vete que hay cola.

Me mira asombrado.

-¿Cuándo acabes podemos ir a tomar un café?

Pienso en alguna excusa.

-Acabo tarde.

-Te esperaré sentado aquí hasta que acabes.

Suspiro.

-De acuerdo.

Murmuro cosas sin sentido y me volteo para preparar los pedidos de los demás clientes.

Mientras atiendo con una cordial a los clientes, no dejo de ver, de reojo, la mirada de Federicco puesta en mí. Lo menos que me imaginaba es que él estaría aquí.

-¿Y ese? - pregunta Marina señalando con la cabeza a Federicco.

La miro y niego con la cabeza.

-Nada, un antiguo profesor.

-Parece muy interesado en ti.

-Fui su mejor alumna - miento, aunque la verdad sí que lo fui en cierto modo.

Entrego el café a un chico y recibo el cambio, lo meto en la caja registradora y le devuelvo lo restante. Y así sucesivamente durante dos horas.

Mientras Rodrigo, Marina y yo estamos preparando y atendiendo a la gente, Samuel entra por la puerta de trabajadores. Me busca con la mirada, y cuando me encuentra, me guiña un ojo y me indica con la cabeza que le siga.

-Marina, en diez minutos vengo.¿Me puedes sustituir?

Ella asiente.

-¿Dónde vas?

-Samuel me ha llamado - digo sonrojándome.

Me mira y sonríe pícaramente.

-Anda, ve. Pero sexo ahora no, por favor, que hay mucha gente.

Río y niego con la cabeza.

-Ahora vuelvo.

Entro a la zona de trabajadores, y a los segundos, ya estoy acorralada por un cuerpo contra la pared. Por su respiración deduzco que es Samuel, entonces me besa. Introduce su lengua en mi boca y viceversa, para después obligarme a rodear su cintura con mis piernas y llegar a duras tientas a su escritorio.

-Hace ya una semana - murmura jadeando.- No puedo más.

Gimo.

Me quita el pantalón del uniforme en un solo movimiento y hecha a un lado mí tanga para empezar a estimular mi clítoris. Mientras lo estimula se dedica a besarme el cuello, morderlo y decirme cosas sucias al oído.

-Te pondría a cuatro ahora mismo...- murmura.- O tal vez follaría tu boca.

Todas aquellas frases y más, hacen que el nivel de excitación, tanto el suyo como el mío, suban rápidamente causando que estemos desesperados por liberarnos.

Empieza a mover su cadera y presionar contra mi sexo, provocando así fricción. No deja de mover sus caderas cada vez más y más rápido provocando que llegue al orgasmo, pero me quita el tanga y se baja los pantalones.

Al bajárselos, se quita junto a ellos los bóxers y puedo ver su querida erección. La rodea con su mano y empieza a masturbarse hasta llegar a mi lado. Me abre de piernas, se coloca el preservativo y posiciona su miembro en mi entrada.

Quiéreme, profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora