Ha transcurrido ya una semana desde que empecé a trabajar en Starbucks. Al principio si decía que era mi mejor trabajo, lo vuelvo a confirmar. Es el mejor en mi vida.
Mis compañeros de trabajo son amables, graciosos y comprensivos, al igual que los superiores. Y bueno, hablando de superiores... está Samuel. No sabría qué decir sobre él.
Sé desde el primer minuto que hay cierta atracción, tal vez sea sexo o incluso algo más allá de eso. No lo sé. Pero la cuestión es ¿por qué sigo pensando en ese asunto? Dije en su momento, después de cortar con Eric, que no quería ninguna relación por el momento, y sigo pensando lo mismo.
Tal vez sea hora de pasar página y continuar hacia adelante. Encontrar a alguien que me avive los sentimientos que se acabaron con Eric... y con Federicco. No sé si realmente estoy preparada, si será la hora, pero el destino lo dirá.
Ahora nos encontramos mis compañeros y yo en la sala de descanso comiendo. Pincho con mi tenedor la pasta y me la llevo a la boca mientras escucho la discusión de Marina con Antonio, un compañero.
-Pero si la pasta la dejas pasada parece que lleva pegamento- se queja Marina.
-¡Pero es que eso es lo bueno!- exclama.
-No te entiendo...
Río.
-¿Y tú qué piensas, Lucía? - me pregunta Antonio.
Medito unos segundos.
-A mí me gusta la pasta al dente.
-¿Pero la pasada? - me pregunta.
Todos posan su mirada en mí.
-No es mi fuerte, la verdad.
-¡Ves!- exclama Marina.- ¡Es que tú no sabes cocinar!
-Parecéis un matrimonio - comenta riéndose Rodrigo.
Mientras todos observamos la discusión entre Marina y Antonio, Samuel entra en la sala y mi corazón se retuerce para después empezar a latir fuertemente. Él fija su mirada en mí y puedo notar cómo cierto brillo aparece en sus ojos.
-Chicos- nos llama. - Ya ha acabado el descanso.
Desvía su mirada a todos.
Marina y Antonio siguen quejándose y peleando mientras nos dirigimos hacia la barra a atender. Cuando Rodrigo y yo nos encaminamos hacia nuestro destino, su voz nos llama.
-Lucía. Rodrigo.
Volteamos.
-¿Si?- pregunto.
-Venid, me tenéis que ayudar en unas cosas.
Ambos asentimos y le seguimos.
Mientras caminamos tras Samuel, Rodrigo me pregunta con la mirada y yo me encojo de hombros al no conocer sus intenciones.
Cuando llegamos, observo mí alrededor y supongo que es un almacén. Samuel voltea y nos mira, posa sus manos en ambos lados de su cadera y frunce el ceño.
-¿Podéis ordenar esto?
-¿Pero no se supone que nuestro trabajo es atender la barra?-pregunto un tanto molesta.
-Es hacer todo lo que os diga - me dice frío.
Ruedo los ojos y miro a Rodrigo.
-En fin...- murmura Rodrigo.- Vamos, Lucía.
Me acerco a una esquina y cojo una escalera que se encuentra allí, la abro y la posiciono al lado de la estantería. Me subo y espero a que Rodrigo me entregue todas las cosas por colocar.
-Yo me voy - anuncia Samuel.- Vendré en diez minutos.
Espera nuestra respuesta, pero al no dársela, se marcha dando un portazo un tanto sonoro. Río y niego con la cabeza ante su actitud y tomo las cosas que Rodrigo me entrega.
-Cuéntame algo -me dice.
-¿El qué?
-¿Edad?
-Veintidós, ¿tú?
-Veinticinco - ríe. - ¿Novio?
-No. ¿Tú?
-Sí. Llevamos tres años -sonríe.
Abro la boca sorprendida.
-Qué monos - murmuro en tono romántico. - Ya me estás contando todo.
-Éramos amigos desde hacía tiempo, pero por cuestiones de trabajo de mi padre, nos mudamos hacia otro sitio y cambié de colegio.
-Y os habéis vuelto a ver - interrumpo.
-Sí - afirma con una sonrisa tonta.- Cuando la vi no era la misma chica que conocía. Ella también pensó lo mismo, y bueno... Empezamos a quedar y una cosa llevó a la otra.
-Digno de ver.
-Yo pensaba que tú tenías pareja - me comenta.
-Tú mismo me lo has dicho - río. - Tenía.
-¿Y se puede saber qué pasó?
-Simplemente acabó- dije recordando todo lo sucedido con Eric.- Le amé muchísimo, pero poco a poco todo se fue acabando.
-¿Cuánto durasteis?
-Cinco años.
-Joder...- murmura.
A los cinco minutos, Samuel irrumpe en aquella habitación, nos felicita ante nuestro trabajo y nos dirigimos hacia la barra a atender.
Las dos horas que me quedan para salir del trabajo, las paso atendiendo a los clientes, limpiando mesas y suelos, y por último, sintiéndome intimidada por la mirada de Samuel.
Cuando acabo mi jordana, me dirijo hacia el baño, me cambip y me visto para después peinarme y repasar mi maquillaje que ya se encuentra desgastado a causa de todas las horas trabajando. Cuando salgo, meto mi uniforme en mi bolsa y me dispongo a salir junto mis amigos para irme a casa, pero él me detiene.
-¿Podemos hablar?
Miro la hora en mi teléfono.
-Ahora no puedo. Me tengo que ir -digo excusándome.
-Son solo cinco minutos.
Asiento junto un suspiro.
-¿Tienes algo con Rodrigo?- pregunta Samuel frunciendo el ceño.
-¿Qué?
-¿No lo has oído?
-¿Pero cómo puedes pensar eso? ¿A qué viene?
-Porque lo he visto. También lo he intuido por cómo os miráis.
Gruño.
-Que no tenemos nada.
Se acerca a mí.
-¿No me estarás mintiendo, verdad?
-Que no - suspiro resignada.
Veo aparecer otra vez en la mirada de Samuel aquel brillo que tenía al mediodía. Se acerca más a mí y se lanza sobre mis labios. Me quedo estática, asustada y confundida ante lo que está sucediendo.
¿De verdad me está besando?
Posa sus manos rodeando mi cadera y aferrándome más a él. Toma el control en el beso y mete la lengua en mi boca provocando que reaccione.
-Pues mejor que no tengas nada con él - habla agitadamente.- Porque eres mía.
Río y niego con la cabeza.
-No. No soy tuya.
-¿Cómo?
-Adiós, Samuel.
Salgo del trabajo y me dirijo a mi coche. Subo a él y emprendo camino hacia el apartamento.
Cuando llego, escucho llantos y gritos de dolor. Corriendo voy hacia el salón y veo a Nuria llorando mientras Cristina la consuela.
-¿Qué ha pasado?
-Carlos me ha dejado.
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Quiéreme, profesor.
RomanceAmbos creían que el amor era pura especulación, o incluso algo que se llegaba a sentir si tenías suerte de encontrar a la persona indicada. Profesor y alumna estarán sumergidos en una historia de amor, llena de pasión y sobre todo momentos dolorosos...