Mientras caminaba hacia el hospital su paranoia iba en aumento, el día era nublado y gris, aunque en ocasiones el sol se filtraba por las espesas nubes, como el frío en esta parte del planeta no era ni por asomo tan fuerte como el de Rusia su ropa era fresca y colorida, ahora tenía completa libertad de utilizar la blusa amarilla que tanto le gustaba y que sólo había conocido el exterior de su armario cuando se fue de vacaciones a Australia.
Sus pasos eran rápidos y decididos, necesitaba recordar.
Kaya... Luke...
Esos nombres, podría jurar que los había escuchado antes, la cejas de Yunuen se mantenían fruncidas, estando con Klaus su mente se nublaba y la hacía pensar en cosas sin importancia, volvía a ser la de antes, la que bromeaba y sonreía todo el tiempo, pero cuando salía de la habitación de su amigo su instinto le decía que algo no iba bien, su parte Cazadora reconocía al vampiro en Klaus e inconscientemente la hacía desconfiar.
Klaus había estado hablando de ataques, control y venganza en su llamada telefónica, no utilizó esas palabras exactas pero ella lo dedujo, ahora lo que atormentaba su cabeza eran esos dos nombres.
Miró su teléfono, ¿con quién habría estado hablando Klaus? La curiosidad la carcomía.
En un acto impulsivo fue al registro de llamadas, se quedó mirando los números con indecisión, presionó en la última entrada y esperó.
El tono de marcación no hacía más que ponerla nerviosa, después de cuatro segundos alguien contestó.
-Klaus...
Y sus temores se hicieron realidad, era la voz de una mujer, suave y delicada.
-¿Qué sucede?- Preguntó extrañada Madison, Klaus no era de los que llamaban y se quedaban en silencio.
-Oh, disculpa, llamé por error- No sabía que más decir- Ayer le presté mi teléfono a Klaus y tu número quedó en el registro de llamadas, lo lamento.
Del otro lado de la línea Madison apretó los labios, la mujer que llamaba por lógica pertenecía a los Cazadores, ella era la "mejor amiga" de Klaus ante la vista de todos, así que debía actuar como la tierna y alegre persona que se supone debía ser.
-No te preocupes, sucede a menudo.
-Bueno, adiós- La vergüenza la envolvía como un capullo- Y de nuevo, perdón.
-Ya te dije que no hay problema- Su tono era despreocupado, con tan sólo oír su voz Yunuen tuvo la certeza de que la chica que hablaba con ella era una buena persona- Adiós.
'Dios, que vergüenza' Pensó.
Quién sabe que cosas habría pensado la otra chica al contestar y no escuchar a Klaus sino a ella.
Depositó el pequeño aparato en el bolsillo de su pantalón y se dispuso a entrar en el hospital, al doblar hacia la derecha se encontró con un gran alboroto en las puerta principales, había decenas de mujeres gritando y llorando, sus expresiones eran de completa agonía, el personal que estaba en turno trataba de calmarlas pero todo era en vano.
Sin entender nada pasó de largo y siguió su camino hacia la habitación de Klaus, por los pasillos fue encontrando a las enfermeras y doctores, todos ellos con sus batas blancas salpicadas de sangre, iban y venían gritando órdenes, sin detenerse, antes de llegar a su destino miró en el interior de una gran habitación, allí había camillas con sábanas blancas sobre ellas, eran demasiadas.
Unos murmullos hicieron que levantara la cabeza, un doctor y tres enfermeras veían con consternación una de las camillas, el aire se hizo pesado para Yunuen, avanzó y a medida que lo hacía podía apreciar que lo que las sábanas blancas ocultaban eran cuerpos, pequeños cuerpos.