-No soy un bebé, Klaus- Dijo Madison suavemente- Puedo comer yo sola.
-No, no puedes comer sola, tienes un yeso, y sí, tu eres mi bebé- Tomó el tenedor lleno de espagueti y lo llevó a la boca de Madison- No me hagas hacer el avioncito.
-Eres todo un caso... - Abrió la boca y empezó a masticar la pasta.
Klaus sonrió triunfante y se sentó en un sillón frente a Madison, ya habían pasado 3 días desde el "accidente", en la escuela nadie se les acercaba, el rumor de que Klaus casi había matado al capitán del equipo de baloncesto se había extendido por todo el internado, aunque como siempre las personas exageraban.
-¿No nos van a castigar por estar juntos en una habitación?- Preguntó Madison- El reglamento dice que un alumno y una alumna no pueden estar en una habitación de noche.
-No, no nos van a castigar... -
-¿Se puede saber por qué?- Lo miró con curiosidad.
-Tengo contactos, nos pueden encontrar asesinando a alguien y no dirán nada- Puso sus brazos detrás de su cabeza- Soy genial.
-Modestia ante todo-
-Sí, es una de mis tantas virtudes- Se frotó el tatuaje que tenía en el brazo derecho.
-¿Te duele?-
-No, es sólo que de vez en cuando siento escalofríos- Frunció el ceño- Pero últimamente han sido más constantes.
-¿Crees que signifique algo?-
-No lo sé, mi vida ya no es normal- Suspiró.
-Tranquilo, de seguro no es nada- Miró el reloj digital que estaba colgado en la pared- Son las 11.
-Quédate un poco más-
-No puedo, ya debería estar dormida- Sonrió a modo de disculpa- Te prometo que el fin de semana estaremos juntos.
-¿No puedo hacer nada por evitarlo?- Madison negó- Está bien, te acompañaré.
Ambos se levantaron de sus asientos, caminaron hacia la puerta, la habitación de Klaus estaba en el tercer piso del edificio de los varones, tenían que bajar por unas escaleras de caracol.
En el piso de abajo se supone que debería de estar el vigilante pero no había nadie, todo estaba en silencio.
Al salir del edificio el aire frío los golpeó, Madison comenzó a temblar y Klaus la abrazó.
-Por eso no traje abrigo- Dijo- Esta es una mejor forma de entrar en calor.
Madison se acurrucó aún más en los brazos de Klaus, tenía tanta suerte, con él se sentía segura y querida.
El internado a esas horas era como un pueblo fantasma, no había nadie, todo estaba vacío y no se escuchaba nada.
Caminaban a paso lento, no querían separarse, de algo servía que la escuela fuera tan grande.
Cuando al fin llegaron a el edificio de Madison, Klaus la apretó aún más.
-No quiero que te vallas- Parecía un niño pequeño.
-Klaus, adiós-
-Bueno, pero quiero mi beso- Apuntó a sus labios- Y uno bueno.
Madison sonrió completamente roja, todavía le daba vergüenza hacer ese tipo de cosas.
Poco a poco se fue acercando a Klaus, los ojos de su novio se conectaron con los suyos, cuando sus labios estaban a punto de tocarse alguien carraspeó a sus espaldas.