A George no le gustaba esperar, lo exasperaba, pero esto era demasiado importante.
Escuchó como abrían una puerta, después el sonido de unos pasos, en el pasillo apareció una exuberante mujer, de cabellos castaños y ojos amarillos, muy hermosa.
-Señor, lo esperan-
George sonrió y se levantó, caminó por el extenso pasillo hasta llegar a unas puertas de caoba, con gravados antiguos, éstas se abrieron solas.
-Entra, George, no muerdo- Dijo una voz grave y masculina.
-No estoy seguro de creerte- La voz se rió- Haz asesinado a muchos con esos dientes.
-Tienes razón, pero no asesinaría a mi mejor aliado-
-Es un gusto volver a verte Lachlayn-
-No puedo decir lo mismo- De las sombras salió un hombre enorme, de cabellos negros y ojos dorados, mandíbula cuadrada, nariz recta y sonrisa maliciosa, era el rey licántropo- ¿Qué haces aquí?
-Vine a visitar a mi mejor amigo, Marcus, hace tiempo que no lo veo-
El rostro de Lachlayn se ensombreció, no le gustaba que le recordaran a su hermano.
-¿Para qué lo quieres ver?- Le preguntó- Sabes que no me gusta bajar a esa cueva.
-¿No será que tienes remordimientos por lo que hiciste?- George le sonrió burlonamente.
-Te recuerdo que fuimos los dos quienes lo traicionaron- Sus ojos brillaron- Y no siento nada, tomé lo que por derecho era mío.
-Está bien, te creo- Su sonrisa seguía ahí y eso molestaba al licántropo.
-George, te conozco bien y no creo que hayas venido sólo para ver a Marcus-
-Tienes razón, vengo a proponerte un trato- Lachlayn asintió lentamente- Tú nos ayudas con los vampiros...
-¡No! Sabes muy bien que con ellos no me meto- Suspiró- Se lo debemos a Lilith.
-...Y te concedemos el control de toda esta zona, tendrás el apoyo de los Cazadores-
Todo quedó en silencio, George sabía que Lachlayn era una persona codiciosa, egoísta pero sobre todo era inteligente, sólo tenía que ser constante y el licántropo lo ayudaría, como lo hizo hace muchos años.
-No me contestes ahora- Alzó una de sus gruesas cejas- Vamos a ver a Marcus.
Los dos hombres salieron de la habitación y caminaron sin ninguna prisa hacia los calabozos.
-Siempre me ha gustado tu casa- Dijo George admirando las gigantescas columnas de mármol con gravados de oro- Tu madre tenía un excelente gusto.
Lachlayn no le hizo caso, su mente estaba ocupada recordando la última vez que vio a su hermano, su rostro estaba destrozado y su cuerpo tenía graves heridas, se sintió mal ya que él fue quien lo dejó así.
Llegaron a las escaleras que llevaban hasta las celdas y empezaron el descenso.
Mientras más bajaban más se sentía el frío y la humedad, incluso caían algunas gotas de agua, las ratas pasaban corriendo y chillando por sus pies, el olor era simplemente asqueroso.
-¿Hace cuánto que no bajas aquí?-
-Desde que lo encerramos- Le respondió Lachlayn.
-¡¿Qué?! Eso es...imposible- Exclamó George- Un hombre lobo no puede aguantar tanto sin alimento.
-Pero Marcus no es un licántropo común, él es mi hermano-
Por primera vez en muchos años George sintió una punzada de culpa, era algo estúpido que sintiera eso, había hecho tantas cosas monstruosas a lo largo de su vida y no había sentido nada, pero Marcus fue el único que creyó en él, el único que lo ayudó.