Marcus sentía cómo las púas de plata se incrustaban en su piel, debería de estar acostumbrado pero siendo un licántropo no podía evitar sentir dolor.
Estaba realmente cansado, llevaba tanto tiempo encerrado, la verdad es que había dejado de contar sus días atrapado ahí, para alguien que lo ha perdido todo, el tiempo ya no importa.
Sus entrañas pedían alimento, tenía mucha hambre, estaba seguro que si no fuera inmortal ya estaría muerto.
Todavía no podía creer que George estuvo allí, en su pequeño calabozo, sólo a unos metros de distancia, si hubiera tenido más fuerza seguramente lo habría atacado, verlo encendió el odio que sentía hacia él.
Levantó un poco la mirada, ese lugar no era para nada agradable, sólo había cuatro paredes hechas de rocas sólidas, cadenas oxidadas y ese maldito resplandor azul, lo aborrecía, cuando lo encerraron prendieron el fuego eterno, el que nunca se apaga.
Sus dos hermanos, a los que les tenía plena confianza, por los que habría dado su vida, lo traicionaron de la peor manera posible.
Lo que lo había mantenido con un poco de cordura eran sus recuerdos, eso fue lo único que le quedó.
Si se enfocaba mucho, los recuerdos acudían a él y por un instante escapaba, regresaba a los brazos de la única mujer que ocupó su corazón.
Volvía a ver su hermoso rostro, sentía el suave tacto de sus pequeñas manos y percibía el sensual aroma que ella despedía.
Desearía que ella estuviera viva, daría lo que fuera por verla una sola vez más.
Él estaba muerto en vida. Jamás saldría de esa celda.
La esperanza ya estaba perdida.
***
Klaus se sentó en el suelo y apoyó su espalda en la pared donde estaban las puertas de vidrio, esto lo estaba hartando, no entendía nada y por ende no sabía nada.
-¿Qué diablos me sucede?-
Abigail lo observaba desde una distancia prudente, el chico necesitaba un momento para tranquilizarse, sus facciones tensas y perfectas le recordaban a su madre, a Lilith.
La única vez que la había visto fue cuando todavía era joven, la reina vampiro era increíblemente hermosa y delicada, nunca perdía la elegancia y el porte que tenía, pero esa noche Abigail aprendió a temerle.
Abigail era una de las aprendices consentidas de Niza, su maestra, era la más aplicada e inteligente de todas por eso mismo Niza confiaba mucho en ella.
Por esos tiempos las riñas entre Cazadores y vampiros eran muy constantes pero sobre todo sangrientas, Niza era uno de los intermediarios, gracias a ella se llegaron a muchos acuerdos de tregua pero lo que los Cazadores querían era eliminar a los vampiros, no les importaba el costo.
Ese día Niza le pidió a Abigail que la acompañara, la joven aceptó sin pensar, ella quería conocer a los vampiros.
Al llegar a la mansión de Lilith, se quedó impresionada, era enorme, parecía que no tenía fin, la fachada tenía la pinta de ser muy antigua, los grabados, esculturas y detalles no parecían de esa época, eran mucho más antiguos, los jardines eran hermosos, había una enorme variedad de flores y plantas, parecía un cuento de hadas, cualquiera pensaría que allí vivía la más bondadosa de las princesas.
Desde fuera no se veía nadie, las cortinas estaban cerradas detrás de los coloridos cristales, incluso Abigail llegó a pensar que había sido una pérdida de tiempo.