Los Blackford

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Los rumores se habían extendido por todos lados, muchos Cazadores querían ver al adolescente que sin ningún tipo de preparación había sobrevivido a los vampiros, la sede estaba llena de personas, desde niños hasta adultos mayores esperaban con ansiedad que Klaus Blackford se dejara ver y es que desde que pisó por primera vez el enorme edificio de siete pisos las puertas de su habitación se mantenían cerradas.

Sólo lo podían ver su familia y personas de confianza, básicamente se encontraba solo la mayor parte del tiempo y era lo mejor, Klaus sabía que no podría controlar sus ganas de reírse y burlarse de los insignificantes humanos, por no mencionar que su humor en ése instante lo tenía en un estado de rabia absoluta.

Los Blackford estarían juntos para la "cena", la estúpida de Anne lo había organizado sin preguntarle, ella en verdad creía que necesitaba a su familia, era absurdo ¿Ver a William de nuevo? ¿A George? De tan sólo pensar su nombre el corazón se le llenaba de odio e ira.

Con un poco de dificultad logró vestirse y salir de la habitación que tenía asignada en la sede, las muletas lo ayudaban a mantenerse en pié y no caerse, por increíble que pareciera sentía debilidad en casi todo el cuerpo.

Procuró no ser visto, era gracioso pensar que ahora mismo era un milagro para los Cazadores y dentro de dos días lo verían como el diablo en persona, mientras avanzaba era consiente del gran reto al que se enfrentaría, liderar a una raza entera hacia la guerra, muchos morirían, quizá vampiros allegados a él, como Nathan, pero desde el inicio supo que si quería ganar tendría que sacrificar muchas cosas, las generaciones venideras no tendrían que sufrir lo que ellos padecieron y las ansias de venganza serían saciadas.

Anne lo esperaba a un lado de las puertas que daban al comedor, vestía como siempre, un vestido a la medida y zapatos a juego, aunque fuese guapa no era ni por asomo tan hermosa como Lilith.

-Hijo, ya me había preocupado- Le dió una sonrisa tímida, Klaus sólo apretó los labios.

Siguió caminando y esperó a que Anne le abriera las puertas, inmediatamente deseó no haber asistido, George se encontraba justo frente a él, sentado en el extremo opuesto de una gran mesa para doce personas, tuvo que apretar la mandíbula para que no se le escapara ningún comentario, el parásito no había cambiado nada, ni un signo de envejecimiento, no tenía canas, arrugas o tan siquiera una mirada cansada, si no fuese imposible diría que George estaba congelado en esa edad, junto a él, como el buen hijo que era, estaba William.

Sus entrañas exigían alimento, así que sin decir nada caminó hasta una de las sillas y se sentó, hacer una escena le parecía algo innecesario, el drama no iba con él, pero parecía que con ellos sí.

-¿No vas a saludar a tu familia?- Preguntó George, su voz cargada de censura.

-Lo haría si tuviera una- Las palabras salieron de su boca con una naturalidad apabullante, su ira apenas controlada.

Las orejas de George enrojecieron.

-Sirvan la cena- Dijo en voz alta, Klaus no pudo evitar sonreír con suficiencia.

Dos mujeres vestidas como sirvientas entraron a la habitación por una puerta un tanto modesta y más pequeña que la principal, empezaron a depositar platos de porcelana y vasos de cristal cortado, inmediatamente después un mayordomo apareció con una bandeja que contenía distintos tipos de alimentos.

Klaus tomó los cubiertos y rebanó el primer corte de su filete, cuando ya iba a tomar el segundo bocado George le lanzó otro ataque verbal.

-Dime, muchacho, ¿Cómo es vivir en las mazmorras de los vampiros?

-Pues no es tan divertido como dicen- Contestó sin inmutarse.

-¿Qué te hicieron?- Anne apretó el brazo de su esposo con reproche.

Cazadores de VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora