Capítulo 3: Peleas acuáticas.

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―¡Mierda!

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―¡Mierda!

Era la tercera vez que soltaba aquella palabra, frustrada, mientras intentaba colocar sin éxito los libros en mi taquilla. Frustrada, hice una torre de cuadernos y libros que amenazaban con caerse y la metí en la taquilla haciendo que las solapas de algunos cuadernos se doblasen. Vale, no me importaba.

¿A quién quería engañar? Los cuadernos no tenían la culpa de que yo estuviese teniendo una pésima mañana. No tan pésima, si haber visto a Connor sin camiseta contaba...

Los coloqué medianamente bien, pues tampoco quería que se me cayeran encima la próxima vez que abriera la taquilla, luego, cerré la taquilla de un fuerte golpe. Pegué un respingo cuando me encontré cara a cara con los devastadores ojos oscuros de Jason Whitley. Oh. Dios. Mío.

―Hola... Dylan, ¿verdad?

Mis piernas comenzaron a temblar como gelatina mientras que mi boca se secaba de golpe. ¿Cómo era que tres palabras podían tener tal efecto? El chico se llevó una mano a la cabeza y revolvió su cabello, consiguiendo que una ola de calor inundara mi cuerpo. Tuve que suspirar para evitar que se me cayera la baba.

Y es que yo suspiraba por Jason Whitley.

―Mhmm, ¿hola?

Sacudí mi cabeza cuando oí su perfecta voz y me centré en poder contestarle. No obstante, las palabras se quedaron trabadas en mi garganta, decidiendo hacerme pasar un mal rato. Mis ojos se atrancaron en los suyos, tan oscuros como la noche. Jason Whitley era tremendamente atractivo. Su cabello rubio y brillante estaba siempre peinado, como si se hubiera dedicado horas a colocárselo, cuando en realidad seguramente hubiera estado un par de minutos. Su nariz era grande y algo puntiaguda, sin embargo, no era fea, sino que parecía haber sido diseñada con escuadra y cartabón. Sus labios estaban siempre rosados, eran delgados. Y su sonrisa... su sonrisa era condenadamente perfecta.

Si la mitad de la población femenina de Hailford High suspiraba por Connor y Noah, la otra mitad lo hacía por Jason Whitley.

―Y-yo, eh... bueno, esto... J-Jason...

Él soltó una carcajada al escuchar mi dificultad para poder pronunciar correctamente las palabras que, sin éxito, intentaban salir de mi boca. Sentí cómo mi cara comenzaba a arder y me mordí el labio, señalizando que estaba nerviosa. ¿Qué hacía un chico cómo él hablando con... una chica cómo yo? Debía de pensar que era idiota. Porque lo era. Decididamente. Podíamos confirmarlo.

Sus ojos oscuros se desviaron un momento de los míos, haciendo que suspirara aliviada. Dios, esos ojos no solo me ponían nerviosa, sino que también me intimidaban.

―¿Te importaría apartarte?

Fruncí el entrecejo con confusión, sin comprender a qué se refería. Cuando él arqueó sus cejas y señaló con su mirada algo detrás de mí, me di cuenta de lo que quería. Torcí la boca formando una mueca y miré detrás de mí. Su taquilla, la cual estaba al lado de la mía, esperaba a ser abierta mientras yo hacía el tonto hablando con él. Dios, quería que la tierra me tragase.

Viviendo con los Evans © [Evans 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora