012. Es fácil chantajear a Summer Evans.

53.8K 2.9K 664
                                    

Cerré la cremallera de mi mochila negra de una manera rápida y bruta. Estaba enfadada con el mundo. O, más bien, con el señor Anderson. ¡Un jodido cuatro! ¿Cuánto le costaba al hombre subirme un punto?

Cuando me di la vuelta, me encontré con los ojos negros de Hunter, coronados de espesas y rizadas pestañas, demasiado cerca de mí. Tuve un sobre salto, y de un pequeño salto, retrocedí.

―Hola ―saludó Hunter sonriendo. Las esquinas de sus ojos se arrugaron.

―Hola, Hunter. ¿Estás contento? ¡Ya son vacaciones!

Intenté poner mi mejor sonrisa y mi más creíble tono de emoción. Hunter se limitó a encogerse de hombros y a recoger mi mochila del suelo; abrió la puerta del coche y dejó la mochila en los asientos traseros.

―Supongo ―comentó de forma distraída, mientras nos subíamos al coche. Volvió a hablar después de cerrar la puerta―. No tengo muchas ganas de irme de Jacksville. ¡Y en solo tres meses estaré en Nueva York! Aún no me puedo creer que me hayan dado esa beca.

―Tienes suerte ―dije apoyando mi cabeza contra la ventana del coche. Solté un suspiro―. El curso que viene será mi último año y aún no tengo ni idea de que voy a estudiar.

―No te presiones ―me aconsejó Hunter con una sonrisa―. Tienes todo el verano para reflexionar largo y tendido.

El resto del camino transcurrió en silencio. No uno incómodo; con Hunter, los silencios nunca eran incómodos. Sino uno tranquilo y simpático, cada uno encerrado en sus propios pensamientos. Los míos, plenamente dedicados a mi suspenso en química, en como matar el señor Anderson y en que iba a hacer durante mi castigo. El verano castigada, ¡yuhú! Genial.

Cuando el coche paró en la entrada de mi casa, alargué mi mano hacia la parte trasera del vehículo para coger mi mochila. La agarré por un asa y la arrastré hasta cogerla completamente. Me la coloqué en el regazo.

―Entonces... ―empezó Hunter girando su cuerpo completamente hacia mí. Sus ojos oscuros se clavaron en los míos. Apreté los labios―. ¿Nos vemos esta noche?

―Claro ―contesté encogiéndome de hombros―. Al final vas con esa tal Claire, ¿verdad?

―No, encontró otra pareja porque yo no le había dicho nada seguro.

―Vaya ―comenté. Ahora me sentía fatal por ir con Jason y no con Hunter―. Entonces, ¿con quién vas?

Él se rascó la nuca; movimiento que hacen los chicos cuando no saben que decir.

―Yo... no tengo pareja. Voy a ir solo.

Esa frase fue como una puñalada en el corazón. ¿En qué estaba pensando cuando acepté ir al baile con Jason? ¡Si ni siquiera podía hablar con él sin tartamudear!

―Lo siento, Hunter.

―¿Por qué te disculpas? ―preguntó él, sorprendido, atravesándome con la profundidad de sus ojos brillantes.

―Es por mi culpa. Debí aceptar ir contigo cuando me lo pediste.

Hunter sonrió y soltó una risa floja y sin ganas mientras negaba con la cabeza. Ni siquiera sé por qué, pero empecé a sentir como mejillas comenzaban a calentarse.

Deja de hablar, Dylan. Mejor cállate.

Bajé el rostro, rojo como un tomate, mientras Hunter seguía riéndose en bajo. ¿Qué era lo que le hacía tanta gracia?

―Dios, Hunter. Di algo, por favor ―mascullé escondiendo mi cara entre mis manos, avergonzada―. Me siento idiota.

Tras negar una vez más, Hunter levantó su cabeza y me miró con una sonrisa despampanante.

Viviendo con los Evans © [Evans 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora