027. Mi estupidez resumida en una invitación a una cita doble.

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El día veintiséis de junio me desperté como cualquier otro. Desayuné, me duché, vi un partido de fútbol con mi hermano, y... sonó el timbre.

Sí, porque precisamente, uno de los días probablemente más complicados, incómodos y horribles de mi vida, acababa de comenzar, y yo ni siquiera lo recordaba.

Quizá por eso fue que, sin tener la menor idea de quién se ocultaba detrás de la puerta de entrada de mi casa, caminé a grandes zancadas hacia ella y la abrí en pijama y con el pelo mojado recogido en un moño en lo más alto de mi cabeza.

Unos ojos oscuros parpadearon sorprendidos al otro lado de la puerta. Mis ojos se abrieron como platos al ver al dueño de aquellos preciosos y perturbadores ojos. Hunter. Vestía una camiseta blanca con una camisa de cuadros abierta por encima y unos pantalones vaqueros que le llegaban justo por encima de la rodilla. Como de costumbre, estaba deslumbrante, con su pelo oscuro despeinado hacia un lado y sus ojos negros brillantes y curiosos.

-Hunter -conseguí balbucear, después de haberle repasado con la mirada unas cuantas veces-. ¿Qué estás haciendo aquí?

Él sonrió como si de una broma se tratase, y ladeó la cabeza, divertido. Le dediqué una sonrisa nerviosa, sin saber qué más hacer. ¿Qué hacía Hunter en la puerta de mi casa?

-Estoy aquí para lo de las tutorías, tonta. No sé si te acuerdas de que ayer n... ¿Dylan?

Supongo que Hunter había dejado de hablar porque había notado que mi mandíbula casi tocaba el suelo y que mis ojos prácticamente se habían salido de sus cuencas.

Vale, puede que estuviera exagerando.

¿Cómo podía haberlo olvidado? ¡Era Hunter! ¡Mi tutor! No me creía que lo hubiese olvidado... ¿cómo he podido ser tan tonta? En ese momento, también recordé que por la tarde tenía la cita doble y que aún no sabía a quién invitar. Los mensajes de la noche anterior volaron rápidamente a mi mente.

¡Connor lo sabía! Y quería que lo llevara a él. Me había preguntado qué era lo que sentía por él, y yo no le había contestado. En su lugar, me había ido a dormir con Hunters y Connors atormentándome sobre a quién elegir, y un conjunto de ropa interior de encaje en el medio de todo.

-Dylan, ¿estás bien?

Parpadeé varias veces, enfocando mi mirada en Hunter. Él me miraba expectante, esperando a que yo dijera algo. Sacudió una mano delante de mis narices, y eso fue lo que me hizo reaccionar.

-¡Sí! -respondí, mientras asentía rápida y efusivamente-. Sí, estoy bien. Pasa, vete subiendo. En seguida voy yo.

Hunter me echó una mirada interrogante antes de pasar a mi lado, pero aún así pasó por mi lado y se dispuso a subir las escaleras. Antes de posar un pie sobre el primer escalón, se paró y me miró.

-¿Cuál es tu habitación? -preguntó, y yo hice una mueca.

-Tercera puerta a la izquierda -contesté. Mis mejillas se tornaron rojas en cuanto me lanzó una enternecedora sonrisa y subió las escaleras.

Fui a la cocina y abrí la nevera en busca de algo para tomar. Cogí dos botellines de zumo de naranja y unos sándwiches envueltos en papel fil transparente y los puse sobre una bandeja para llevarlos a mi habitación.

Cuando llegué a ella, Hunter estaba sentado sobre la cama, acariciando distraídamente las sábanas blancas y mirando la habitación con ojos curiosos.

-Vaya, os mudasteis hace nada y ya tienes deshecho todo esto -comentó y le echó una última ojeada a la habitación antes de lanzarse en el verde de mis ojos-. Yo tendría todo esto lleno de cajas.

Viviendo con los Evans © [Evans 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora