Hunter se había ido a Nueva York el día de mi cumpleaños, y yo no había tenido idea de ello hasta que había llegado el día. Se había marchado sin despedirse de mí... a pesar de que sabía lo mucho que me dolería. Mi pecho ardía como un infierno, y mi corazón dolía como mil demonios. Los pulmones se me estaban taponando, no podía respirar, no podía dejar de soltar lágrimas, de sollozar, de maldecir.
¿Por qué? Era mi mejor amigo, se iba a otro país,... y no se despedía de mí. Él mismo lo había dicho en la carta, me quería muchísimo y quería que fuera feliz. Entonces, ¿por qué me hacía esto? ¿Por qué hacía que todo a mi alrededor se hubiera derrumbado en un abrir y cerrar de ojos?
No sentía nada, todo a mi alrededor estaba en silencio y era blanco y negro. Quería ponerme a romper todo lo que había en mi habitación, gritar hasta quedarme muda, darle patadas a la puerta hasta sacarla de las clavijas, gritarle a todo el mundo que se fuera de mi casa y sumirme en la desesperación y la melancolía. Sin embargo, lo único que hice fue continuar llorando e hipando. A este paso, conseguiría inundar mi habitación.
La puerta de mi habitación se abrió despacio, muy despacio. Por ella se asomó la pequeña cabeza de mi hermana, Riley. Ella entró en mi habitación, sin percatarse de que estaba llorando.
-Eh, ¿por qué no estás abajo con todos? Es tu fiesta de cumpleaños, y están haciendo un ruido infernal... -Levanté la cabeza, y entonces ella abrió sus ojos como platos. Parpadeó tres veces y después me preguntó-: ¿Por qué estás llorando?
Me limpié la cara con las manos. No me importaba estar hecha un desastre yo sola, pero no quería que los demás me vieran así. Cogí aire y lo solté varias veces. Estaba temblando, y no podía parar de hipar.
-Se ha ido... Hunter se ha ido sin despedirse de mí...
Riley abrió sus ojos aún más, y después de quedarse mirándome unos segundos, salió disparada por la puerta, dejándome de nuevo sola en la habitación. Ya no salían lágrimas de mis ojos. Daba la impresión de que se habían secado por fin. Bueno, era un alivio. Cogí mi teléfono móvil de la mesilla y corrí a mi aplicación de mensajes. Aguanté la respiración. Había un mensaje de Hunter. Tratando de no exaltarme, abrí el mensaje y lo leí varias veces, sintiendo como las lágrimas querían volver a salir de mis ojos. Vale, no se habían secado.
HUNTER: Lo siento, D. Tenía que ser así. No hubiera podido aguantar tu cara si te lo hubiera contado en persona. Te quiero más que a nadie. No te enfades, por favor.
Apreté el teléfono en mi mano con tanta fuerza que creí que lo iba a romper. ¿Que no podría aguantar mi cara si me lo contara en persona? ¿Y sí podía estar viajando a otro país mientras sabía que se me estaba rompiendo el corazón en mil pedazos? ¿Y cómo que no me enfadara con él? Tenía sentimientos contrarios... quería correr al aeropuerto y darle un abrazo enorme antes de que se fuera, pero también quería pegarle la torta más fuerte que hubiera recibido en su vida. Miré la pantalla brillante de nuevo cuando el teléfono vibró.
HUNTER: Por cierto; feliz cumpleaños.
Fruncí el ceño y arrojé el teléfono al suelo con fuerza. Menos mal que el suelo estaba cubierto con una moqueta, sino me hubiera arrepentido.
¿Por qué hacía esto? ¿Creía que me dolería menos? Joder, pues dolía como mil infiernos. Mi pecho ardía, y mi respiración estaba totalmente descontrolada.
-Nena...
Levanté mi cabeza de mi teléfono móvil y llevé mi mirada hacia la puerta, donde se asomaba la cara preocupada de Connor. Sorbí por la nariz, y esa fue su señal para que entrara en la habitación y corriera a consolarme. Me cogió entre sus brazos y me sentó en su regazo, él sentándose a su vez en mi cama. Me acarició el pelo muy despacio y me susurró palabras tranquilizadoras en el oído, hasta que me calmé un poco y dejé de temblar. Después de unos minutos, Connor decidió preguntarme por qué estaba así.
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Viviendo con los Evans © [Evans 1]
Teen FictionLA NOVELA ESTÁ EN PERIODO DE EDICIÓN. Cuando tu padre te dice que vas a tener que mudarte con la familia de su prometida, sabes que tu verano no puede empeorar. Porque, ¿qué podía ser peor que pasar un verano con dos irresistibles (y terriblemente...