039. La definición de juicio justo de Helen.

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Había llegado la hora de bailar, es decir, de apartar las mesas y mover el esqueleto en la improvisada pista de baile. Yo no querría que esa noche acabara nunca si no fuera por mi madre, que me llevaba atravesando con la mirada toda la noche. La parte perfecta había sido Connor. Ahora que éramos, oficialmente, novios, habíamos pasado la noche riendo y hablando de cosas banales con nuestro grupo de amigos, y a ratos haciendo manitas y dándonos besos rápidos. También estaba feliz por Hunter, porque al parecer estaba congeniando con Anna y ya habían tenido más de una conversación en la que se dejaba entrever un flirteo disimulado entre ellos dos. Sean no parecía muy contento por el tema, pero Hunter no dejaba de sonreír y eso me ponía feliz.

En un momento dado de la noche, cuando todos estábamos sentados en una mesa conversando, comenzó a sonar mi canción favorita. Bubble gum de Jayce Humprey* sonaba por los altavoces de la sala. Grité, emocionada, porque creí que la noche se iba a basar en canciones de los ochenta.

* (tanto Jayce Humprey como la canción Bubble gum son inventadas, fruto de mi imaginación. Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad)

-¡Vamos a bailar, Connor! -chillé. Amaba con mi alma esa canción. Cogí la mano de Connor, pero él negó con una sonrisa.

-Sabes que no bailo bien, nena.

-Hey, ¿dónde está el Connor desvergonzado del que me enamoré? -le pregunté. Le saqué la lengua-. ¡Aburrido!

Eché el pelo a mi espalda en un movimiento y batí mis pestañas como toda una diva. Contoneé las caderas, dejándole muy claro que se iba a arrepentir de no querer bailar conmigo.

Rápidamente me hice un hueco entre las personas, y pronto me uní a un grupo de chicos de mi misma edad que me miraban divertido. Un pelinegro de ojos azules se me acercó, riendo.

-Tú eres Dylan Hudson, ¿verdad? -preguntó el chico, sonriéndome. Yo asentí, también con una sonrisa, pero sin dejar de bailar-. ¡Encantado! Soy algo lejano de tu madre, no lo tomes en cuenta. Soy Thomas, pero llámame Tom.

Le dediqué una sonrisa y le estreché la mano que me estaba ofreciendo. Antes de soltarle, él tiró de nuestras manos unidas hasta que nuestros cuerpos estuvieron pegados. Solté un jadeo y él ladeó la cabeza.

-Ya que tu novio no quiere bailar contigo, al menos diviértete.

Asentí. Tenía razón. No era mi culpa que Connor fuera un amargado y un aburrido y no quisiera bailar conmigo, mi canción favorita. Además, no tenía nada malo bailar con mi... primo lejano, ¿verdad? Era parte de mi familia, nosotros sí que teníamos la misma sangre, así que no pasaba nada por bailar con mi primo. Nos comenzamos a mover pegados al compás rápido de la música, él con sus manos en mi cintura, casi en mis caderas, y yo con las mías en sus hombros.

Me lo estaba pasando realmente bien, así que me quedé a bailar más canciones con él. Me alegraba que se hubiera acercado a hablarme, él era bastante divertido y me lo estaba pasando muy bien con él, haciendo el retrasado. En un momento dado, mientras estábamos bailando una canción más bien movidita, vi como la cara de diversión de Tom cambiaba drásticamente de una sonrisa a una expresión de miedo. Se puso pálido de repente mirando en una dirección, así que me giré para saber qué era lo que miraba así.

Un Connor que echaba humo por las orejas se acercaba a nosotros con cara de pocos amigos y a grandes zancadas. Miré a Tom significadamente. Adiós, Tom, estuvo bien conocerte.

-¿Qué te crees que haces? -le gritó Connor a Tom. Cerré los ojos. Por favor, otra escena de celos no. Cuando los volví a abrir me encontré con que Connor estaba prácticamente encima de Tom, puesto que mi primo no mediría más de uno setenta y cinco y Connor pasaba el uno ochenta de calle-. ¡Es mi novia!

Viviendo con los Evans © [Evans 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora