Capítulo 10: Venganza.

59.9K 3.1K 1K
                                    

Había acabado dos veces en la enfermería en una semana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Había acabado dos veces en la enfermería en una semana. Vale, eso tenía que ser un nuevo récord o algo así. ¿Es que no te daban algún premio por eso? Ya me lo imaginaba: «Dylan Hudson, batió el récord mundial de más visitas a la enfermería en una semana».

Lo primero que vi al abrir los ojos fue a Connor, inclinado cerca de mí, con sus ojos verdes analizando mi rostro en busca de algún signo de enfermedad. Parpadeé varias veces hasta que pude enfocar correctamente su cara. Había tenido el ceño fruncido hasta el momento, pero en cuanto me vio abrir los ojos, sus facciones se relajaron. Connor se alejó de mí y se apoyó contra la pared con actitud despreocupada.

―Por fin te despiertas, nena.

Me incorporé en la camilla y entrecerré los ojos en dirección a Connor, balanceando los pies en el aire —no llegaban al suelo—. Me observaba con diversión y alivio. Aun así, ni siquiera en la enfermería desaparecía la sonrisa burlona de su asquerosa y hermosa cara.

¡Espera! No dije hermosa. Eso nunca.

―También me alegro de verte, Connor―murmuré con sarcasmo. Su sonrisa se ensanchó. En serio, este chico necesitaba clases intensivas sobre cómo no sonreír. Me encantaría dárselas (por poco que me gustara pasar tiempo con Connor). Ser negativa era una gran parte de mi vida y se me daba de lujo.

―¿Es qué tienes un imán para los accidentes? ―se burló, despegó su espalda de la pared y acercándose a la camilla en la que estaba sentada Odié cada paso que dio hacia mí.

―Cállate ―gruñí, poniendo una mano sobre mi cabeza. La parte trasera de esta punzaba como mil demonios―. Me duele la cabeza y escucharte no me ayuda.

Se carcajeó mientras que yo refunfuñaba por lo bajo. ¿Dónde estaba la enfermera cuando más se la necesitaba? No quería estar a solas con Connor, gracias. A saber que podía intentar hacer...

Cómo si hubiera oído mis pensamientos, la enfermera Daisy entró en la sala. Era relativamente joven —unos treinta y cinco años mínimo— y vestía una bata blanca con multitud de bolígrafos en el gran bolsillo de esta. Su cabello negro castaño estaba recogido en una impecable y apretada coleta que me hizo preguntarme si le llegaba la sangre a la cabeza. Siempre llevaba una coleta. Sus amables ojos castaños me enfocaron cuando me encontraron despierta. Dio un par de pasos hacia mí a la vez que me sonreía amablemente.

A veces pensaba que, aparte de Hunter y Bianca, la enfermera Daisy era la única persona amable de todo el instituto.

―Hola, Dylan —dijo. Su voz era aguda, no obstante, no resultaba molesta al oído. No me extrañó que supiera mi nombre. Seguramente tenía el registro más grande de accidentes contra puertas de cristal de todo el instituto. O de todo Hailford―. La puerta te sigue superando, ¿eh?

Viviendo con los Evans © [Evans 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora