023. Mi mejor amiga es fan del Rey León.

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Después de que mi padre me diera una charla de media hora sobre los peligros de emborracharse y de ir a fiestas sin su consentimiento, y encima estando castigada, al fin me dejó sola en mi habitación, no sin antes haber salido refunfuñando y dando un portazo.

Solté un suspiro antes de dejarme caer en mi cama con los brazos extendidos. La puerta se abrió apenas unos centímetros y Alice asomó su cabeza por ella, con una toalla a modo de turbante en el pelo.

-¿Ya se ha ido? -susurró mirando hacia los lados en el pasillo, como si temiese que mi padre fuera a aparecer de repente y a echarle una regañina a ella también.

Asentí, irguiéndome, y Alice entró en la habitación descalza, con una mano sujetando la toalla blanca que le había proporcionado para que se diese una ducha.

-Gracias por dejarme duchar, me sentía pegajosa -me agradeció ella con una sonrisa.

-No es nada -le sonreí a su vez-. Puedes coger algo de ropa mía, aunque no creo que te valga.

Me encogí de hombros mientras ella, curiosa, se acercaba al armario que yo acababa de señalar. Mis mejillas enrojecieron al recordar que mañana nos íbamos de esa casa y no tenía nada empaquetado, mientras que las cosas de los demás ya esperaban metidas en cajas en el salón.

-Tienes razón -rió ella, mostrándome un vestido floreado, informal y veraniego-. No te ofendas, pero esto me valdría de camiseta.

También reí. Yo no era excesivamente baja, pero Alice podía considerarse como una chica alta. Seguramente Noah solo le sacara unos cinco centímetros. Con sus piernas largas y su figura esbelta y delgada, estaba segura de que rozaba el metro setenta y cinco.

Ella se despojó de la toalla que llevaba enrollada a la cabeza, dejando caer sus ondas anaranjadas por su espalda, casi llegando a su cintura. Envidié su pelo. Era largo, bonito y brillaba, mientras que el mío apenas me llegaba por la mitad de la espalda, liso, y de un color rubio sucio.

-Tienes un pelo precioso -comenté mirando cómo se secaba el cabello con una toalla, frotando energéticamente-. Estoy segura de que a Noah le encanta enrollar su dedo en él o colocártelo detrás de la oreja.

Alice me miró con algo de confusión, pero aún manteniendo su sonrisa. Empezaba a creer que esa chica tenía un problema con sonreír.

-Noah no hace eso con mi pelo. ¿Por qué lo dices?

Porque Connor lo hace con el mío, pensé en decir. Pero eso habría quedado fuera de lugar y habría dado paso a un silencio incómodo que no estaba dispuesta a soportar.

Así que simplemente me encogí de hombros.

-No lo sé -mentí-. Creí que a los chicos les gustaba hacer eso.

-Y les gusta -me aseguró ella, asintiendo energéticamente-. Pero Noah no es ese tipo de chico que te conquista con sus actos o con sus palabras. Él te conquista siendo él mismo. Y eso es una de las cosas que más me gustan de Noah.

Alcé una ceja, juguetona.

-¿Acabas de confesar que Noah te ha conquistado?

Ella tuvo que parpadear varias veces y pensar durante algunos segundos antes de que lo comprendiera. Sus mejillas tomaron color rojo cuando lo entendió.

-No... bueno, tal vez... sí.

Reí sacudiendo la cabeza de un lado al otro. Se parecía tanto a Bianca. Intentado negar que Evan le gustaba y al día siguiente comiéndole la boca en una fiesta.

-Estás enamorada de él -dije por ella, mirándola con una sonrisa.

Sus ojos azules y gélidos me miraron fijamente durante unos segundos. Luego apartó la mirada y sonrió, soltando una risita.

Viviendo con los Evans © [Evans 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora