-¿Puedo unirme a la fiesta?
La sangre hirvió de rabia en mis venas, y mis mejillas enrojecieron. No de vergüenza, sino de ira. Sus ojos aún miraban los míos con un brillo de diversión. La mano de Connor apresó la mía con fuerza, y por el rabillo del ojo vi como apretaba los dientes. Mierda. ¿Por qué tenía que haber aparecido? Todo estaba demasiado complicado ya, gracias.
-¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó Connor. Por supuesto que no pasé por alto la manera en que sus labios se apretaron al terminar de hablar, ni el tono que había utilizado al hacerlo. Estaba enfadado. Muy enfadado.
-Tu novia me invitó -contestó Hunter indiferente, como si lo que acabara de decir no hubiera hecho que mi corazón casi se hubiera salido de mi pecho, como si no supiera que Connor estaba a punto de saltar a mano abierta hacia él.
Negué con la cabeza. Connor no era mi novio, eso quería dejarlo en claro. Además, si era una de esas frasecitas que dicen los chicos para hacer enfadar a otros, no tenían ninguna gracia.
-No soy su nov...
Hunter alzó una mano frente a mi cara, interrumpiéndome de repente. Se estaba comportando como todo un imbécil. Como un completo idiota. Se estaba comportando como Connor al principio. Odioso. Eso era lo que resultaba. ¿Qué le había hecho yo? ¿No podía dejarme tranquila? ¿Es que me odiaba? Hace una semana éramos mejores amigos, no podía, simplemente, apartarme de su vida como si no me conociera. O peor. Como si me odiara.
Porque sí, yo le había gritado en la cara que le odiaba, pero en los ojos de él había visto que no me había creído. Vamos, ni yo lo había hecho. Solo había tenido un momento de presión y quería soltarlo todo.
-Me da igual lo que seas de él. Solo he venido a felicitar a tu hermano.
La forma en la que me habló, tan directa, tan fría y tan cortante, me dejó helada. ¿Dónde estaba el Hunter preocupado y dulce que siempre había estado detrás de mí en los momentos difíciles? ¿Dónde estaba el Hunter del que me había enamorado? Sus ojos no parecían los mismos. No me miraban con dulzura, ni siquiera con un poco de pena. Eran serios y me atravesaban como si se tratase de una flecha directa al corazón. Parecía que no me miraba a mí, sino a mi alma. Y eso daba miedo. Quería al viejo Hunter. Quería que todo volviera a ser como antes, a que me recogiera con su coche para ir a cualquier parte, a volver a tener nuestras conversaciones carentes de sentido, a volver a cuidarnos y querernos como antes.
¿Qué era lo que había cambiado dentro de él?
Tragando saliva, me aparté para dejarle el camino libre hacia mi hermano. Connor me imitó, sin sacar la mirada de Hunter. Lo menos que quería eran más problemas, ya tenía suficientes.
-Feliz cumpleaños -La cara de Hunter pareció experimentar un repentino cambio y una afable sonrisa se instaló en su cara, mientras mi hermano le miraba perplejo. El pelinegro le entregó una caja envuelta en un papel de regalo colorido y luego se inclinó hacia él para decirle algo al oído.
Entrecerré los ojos. Estaba segura de que mi hermano me lo iba a contar después (claro, si salíamos bien de lo de él enterándose de nuestro striptease), pero por dentro me estaba carcomiendo la curiosidad.
-Creo que me quedaré por aquí un rato -Hunter se separó lentamente de mi hermano y se giró para mirarnos a Connor y a mí, consciente de que tenía todas las miradas sobre él y que en el bar no se oía ni una mosca.
Resoplé y tiré de la mano de Connor para alejarnos de aquel idiota que nos miraba con una sonrisa burlona. ¿Por qué se estaba comportando como un imbécil? Tenía que haber una razón detrás de todo aquello. Admitía que la sonrisa burlona de Connor y su carácter prepotente era lo que me había atraído primero de él, pero una cosa era eso y otra que mi ex mejor amigo se comportase como Pedro por su casa en un lugar en el que no pintaba nada, y menos si nos miraba con esa sonrisita de gilipollas. Con perdón de la palabra.
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Viviendo con los Evans © [Evans 1]
Teen FictionLA NOVELA ESTÁ EN PERIODO DE EDICIÓN. Cuando tu padre te dice que vas a tener que mudarte con la familia de su prometida, sabes que tu verano no puede empeorar. Porque, ¿qué podía ser peor que pasar un verano con dos irresistibles (y terriblemente...